Virus

Dieciocho mujeres han sido asesinadas en los pocos más de dos meses que llevamos de 2020, y no ha habido lugar en estos últimos 15 días que haya quedado libre del grito de libertad e igualdad lanzado por las propias mujeres. El día 8 de marzo, las calles y las plazas volvieron a teñirse de morado, y en parte del reino hubo huelga la jornada del 9. El feminismo compuesto por una amplia pluralidad necesita imperiosamente mantener su unidad para continuar ganando espacio y potenciándose para derrotar al virus del patriarcado, del machismo y de la desigualdad.

El insistente consejo de lavarse las manos que tanto escuchamos estos días ha sido seguido por la Unión Europea ante el virus de la xenofobia, cuya última y más brutal expresión se ha materializado en la isla de Lesbos. Allí, la extrema derecha, con la inestimable ayuda de la policía griega, ha apaleado a inmigrantes y refugiados. El gobierno heleno ha suspendido el derecho de asilo y los jefes de la UE lo aplauden llamando a defender la seguridad de Europa. Negar derechos extiende la epidemia xenófoba; no existe cordón sanitario que frene a la extrema derecha si se arrancan los derechos más básicos a parte de la población.

Lavarse las manos también es lo que quiere el PSOE y todo el mundo bien estante del reino ante el caso evidente de corrupción y tráfico de influencias del rey emérito, el cual se sustancia en nada menos que 100 millones de dólares. No desean una comisión de investigación sobre Juan Carlos I en el congreso y apelan a su inmunidad ante la ley. En realidad, el virus de la impunidad permanece desde la transición y exige abrir ventanas republicanas si queremos deshacernos de él.

Estornudar y toser en el codo, mantener una distancia de seguridad de dos metros, junto a un correcto y frecuente lavado de manos representan las principales medidas de precaución que debemos tomar para evitar en lo posible caer en manos del virus Covid 19. Una crisis vírica que va camino de pandemia, cuya tasa de letalidad es menor que muchas otras, pero superior a la de la gripe, y cuya evolución resulta todavía difícil de estimar. Una crisis que está acelerando, entre bajas médicas, cuarentenas y cierres de empresas, el más que previsible reajuste a la baja de la economía mundial que las principales instituciones ya anunciaban para 2020. El estancamiento y caída en la rentabilidad del capital constituye el verdadero virus que ahora más preocupa a los gobiernos. La prueba se halla en que, de momento, no se ha tomado ni una sola medida para reforzar unos sistemas públicos de salud castigados duramente por la política neoliberal; menos aún se ha hecho para someter y centralizar a control e inspección del poder público a todos los centros privados ante un problema grave para el que todo recurso resulta ya necesario, cuando no imprescindible.

Terminar con el virus de la pobreza y la desigualdad que es la consecuencia de la globalización capitalista, de su manera de producir alimento y maltratar al planeta y a quienes en él habitamos exige una calle llena como en el 8-M y la acción política decidida de la mayoría de la población. Esa es la verdadera vacuna contra el virus; una vacuna compuesta de valores socialistas y republicanos.