Alarma por el virus

Alarma por los derechos y el trabajo

Parece que todas las tempestades han decidido actuar de consuno. El virus que amenaza y que obliga al confinamiento de todo el país; Europa prácticamente paralizada y con las fronteras cerradas; una crisis económica que venía anunciándose y que el virus ha agudizado hasta límites difíciles de percibir; miles y miles de trabajadores y trabajadoras afectados por expedientes de empleo y una perspectiva terrible para los próximos meses. Decían que este sistema era fuerte, que la globalización abriría una época de bienestar al mundo, pero ya vimos desde la crisis de 2008 que la verdadera cara de la globalización es más desigualdad, mayor concentración de riqueza, esquilmar la naturaleza y reducir derechos. Un virus está poniendo patas arriba al sistema capitalista y abriendo una crisis de consecuencias impredecibles.

Ahora podemos comprobar lo que han significado todos estos años de ataques a la sanidad pública y a todo lo que debería ser común y solidario. Ahora podemos descubrir lo que significa para la sociedad que unos pocos acumulen fortunas y propiedades mientras el pueblo trabajador apenas llega a fin de mes y son destruidos y debilitados los soportes comunes, lo que es conocido como el Estado de Bienestar. Esta crisis es una nueva llamada de alerta sobre la necesidad de cambiar esta sociedad, de levantar otra basada en la solidaridad, en la fraternidad y en las libertades, lo que podríamos llamar valores republicanos.

El estado de alarma decretado por el gobierno se ha ocupado del confinamiento de la población, de centralizar las decisiones sin tener en cuenta a las comunidades ni a las ciudades, y ha dejado para mañana martes las decisiones económicas y sociales. En tiempos de urgencia social, que se endurecerán conforme pasen las semanas, y cuyo final es difícil predecir, hay que tomar medidas a la altura de la gravedad de la situación.

Hay que salvar a las personas y no los intereses de los más ricos. Hay que invertir en la sanidad pública y sus trabajadores; hay que poner la sanidad privada en manos de los poderes públicos. Los sindicatos deben empoderarse y no aceptar ningún expediente que no sea acordado. No puede ser que solo el dinero público pague los salarios de los trabajadores en expediente; los capitalistas deben también participar. Debe acordarse que no haya ningún desahucio, al igual que ayuda inmediata para los que no tienen techo. Probablemente, el gobierno tendrá que acordar inversiones millonarias para afrontar la situación. La mejor de todas, y la más solidaria, sería establecer de inmediato una renta básica universal para todas las personas, una renta que garantice el mínimo necesario para vivir. No son propuestas para un futuro indeterminado, sino medidas que permitirían responder mejor a la grave crisis en la que estamos ya instalados. Se puede utilizar el dinero para seguir manteniendo los negocios de los más ricos, o se puede salvar a las personas y abrir una nueva y diferente perspectiva social y política.

¡Que no nos pase como en 2008! Los capitalistas y sus políticos utilizaron la crisis para imponer sus políticas de austeridad. La lucha contra el virus y sus consecuencias sociales es también lucha de clases.