De la Ceca a la Meca

De la Ceca a la Meca, anda el rey emérito Juan Carlos I preparando su “nueva normalidad”. Fue en la Meca donde, a cuenta del AVE, cobró su última y más conocida comisión, la que forzó su salida de la nómina de una Casa Real que ahora regenta su hijo con dinero de todos. El emérito ya piensa en su evasión del suelo patrio, y ya suena República Dominicana como destino. Esperará Juan Carlos que así, poniendo un océano de por medio, la ciudadanía que con tanto ahínco esquilma y ofende con su mano larga y gran “campechanía” no le haga pagar por sus abusos. Por su parte, la institución judicial continúa, cual martillo de herejes y sin miedo al ridículo, persiguiendo a 12 raperos por injurias a la corona. Nueve meses le han caído a Pablo Hasel. Ya se ve que, para sus togadas señorías, robar parece menos peligroso que señalar al ladrón cuando quien birla es un poderoso.

Esta semana se aprobó en el Congreso de los Diputados sin ningún voto en contra el Ingreso Mínimo Vital (IMV). El tridente de la derecha no pudo cumplir su amenaza de votar “no” a una medida social importante, urgente e imprescindible, pero, a la vez, ampliamente insuficiente como medio para evitar el empobrecimiento de una parte cada vez mayor de la población. Ni Vox, ni el PP, ni C’s pudieron dar rienda suelta a su letanía sobre la “paguita”. La razón: el 84% de la ciudadanía apoya el IMV como una iniciativa fundamental para cualquier política que pretenda una mínima justicia social. Igualmente, el amplio apoyo popular que tiene el movimiento memorialista y el reclamo de verdad, justicia y reparación evitó que el PP, salvo Suárez Illana, votara en contra de retirar la medalla al torturador Billy El niño.

El próximo 21 de junio estrenaremos la llamada “nueva normalidad”. Una normalidad marcada por el miedo a un nuevo brote de la epidemia. También por la presión de la clase capitalista por eludir y cargar sobre la ciudadanía el coste de la crisis económica que el COV-SARS-2 ha agravado y por la falta clara de seguridad sanitaria, social y económica en la que vivimos la población no rica.

Si queremos que esa dura nueva normalidad que se dibuja constituya en realidad la antesala de la realidad que necesitamos, asentada en las necesidades y derechos de las personas, resulta fundamental empezar a empujar a favor de cambios. Y la única forma en que éstos pueden ser alumbrados pasa por la movilización social y la unidad de acción. Una movilización que comenzó incluso bajo el confinamiento y que se mantiene en Nissan y Alcoa, y a la que ahora se suman maestros en Madrid, técnicos de luz y de sonido en Barcelona, así como vecinos y sanitarios en todo el Estado. Esa es la clave. Necesitamos ampliar el esfuerzo de la calle e incrementar su potencia. Solo así lograremos que las puertas de la libertad y la soberanía republicanas, así como la de la libertad de los pueblos pongan en su justo sitio a los reyes eméritos, a los jueces que les sirven y a los banqueros que engordan a costa de todos.