Voluntarios por la revolución. La memoria histórica sigue presente

La epopeya de la revolución y la guerra civil española sigue siendo un tema de investigación histórica, de memoria, de reflexión política y todavía una fuente de lecciones para el futuro. La producción editorial continúa a buen ritmo, y valga como ejemplo que en los últimos meses han sido publicados: República i guerra civil a Catalunya, de Pelai Pagès (Laertes edit.), Hijas del exilio, de María Pilar Molina Javierre (Laertes edit.), La Retirada (El perro malo edit.), una selección de textos coordinada por Enrique del Olmo y Pelai Pagès sobre el exilio republicano, y Voluntarios por la revolución (Laertes edit.), de Andy Durgan. Hay un hilo común en estas publicaciones: la reivindicación de la actividad revolucionaria de los hombres y mujeres del POUM y la participación y colaboración de la Fundación Andreu Nin en esos trabajos y en su posterior publicidad.

El golpe de Franco y la posterior revolución conmocionó el mundo y desató una enorme solidaridad. Miles de antifascistas y revolucionarios vinieron a España a luchar contra el fascismo. Mucho se ha escrito sobre las Brigadas Internacionales, pero apenas nada sobre los más de 500 voluntarios que se alistaron en las milicias del POUM. Este vacío ha sido cubierto por el excelente libro de Andy Durgan, mediante una enorme investigación sobre los hechos y las personas, sobre su procedencia política y social y las razones por las que vinieron a combatir en España.

El más conocido de esos voluntarios fue George Orwell, que menciona a alguno de los combatientes en su magnífica Homenaje a Catalunya, uno de los libros más leídos sobre la revolución española. Hubo otros artistas e intelectuales, como Karl Heindenreich, pintor expresionista alemán -los nazis quemaron más de 300 de sus obras como “arte degenerado”-, o el poeta inglés John Cornford, que murió en las trincheras de Jaén a la edad de 21 años. Procedían de todo el mundo, excepto Asia, y pertenecían a 28 nacionalidades, especialmente alemanes, italianos, franceses y británicos. La mayoría eran jóvenes de clase trabajadora, algunos habían participado en los levantamientos revolucionarios de los años 20 o en los grandes enfrentamientos de clase que se desarrollaron durante los años 30, eran militantes activos en sus países, rebeldes, revolucionarios e internacionalistas. Vinieron a luchar junto a la clase trabajadora con la convicción de “que luchaban no solamente contra el fascismo, sino también por el triunfo de la revolución social”.

A través de la experiencia vital de estos voluntarios, Andy Durgan nos presenta la evolución política de algunos sectores de revolucionarios europeos que se rebelaron contra la degeneración que el estalinismo estaba causando, tanto en la Unión Soviética como en las políticas en Europa; lo difícil y compleja que fue esa lucha enfrentados a la represión de los gobiernos capitalistas y a la persecución y calumnias del estalinismo. A través de sus páginas se puede seguir su participación en la lucha militar contra los fascistas y percibir la evolución política de la guerra y la revolución, y cómo la política del gobierno de Frente Popular fue rehaciendo el estado burgués que la revolución había puesto patas arriba. El debate siempre presente entre si para ganar la guerra había que continuar la revolución o se podía vencer a los franquistas rehaciendo la república y confiando en los países democráticos, que ejercieron la criminal política de no intervención, de no proporcionar armas a la república, mientras que Hitler y Mussolini armaban a los fascistas.

Aunque no es un libro específico sobre la política militar durante la guerra, dedica varios capítulos a la experiencia en las trincheras, y tiene la virtud de combinar esa vivencia con la explicación detallada de la vida de los voluntarios. Aporta información sobre el debate en el POUM y entre las izquierdas sobre el problema de la militarización de las brigadas y columnas de las izquierdas, que en el POUM se sintetizó en el lema “Guerra en el frente y revolución socialista en la retaguardia”. El Frente Popular fue imponiendo su política y disolviendo las milicias para crear un ejército centralizado, que en la práctica tampoco fue muy eficaz para derrotar a los fascistas. Porque el debate, como explica Andy Durgan, no era solo entre ejército centralizado y milicias, sino cuáles debían ser los objetivos: un ejército obrero y popular para la victoria de la revolución social o un ejército para mantener la antigua república burguesa.

En ese sentido, es muy aleccionador el capítulo que dedica a la mujer en la revolución a partir de cómo -con pocas excepciones, como la de Mika Etchebéhère- las mujeres fueron apartadas de la lucha militar y relegadas a funciones secundarias “propias de su sexo”, otra expresión de cómo se ponían en cuestión las conquistas revolucionarias de los primeros meses tras el golpe fascista. Valga como ejemplo la experiencia de dos milicianas que se acercan a la columna del POUM comandada por Mika “porque habían oído que las milicianas tenían los mismos derechos que los hombres, que no lavaban ropa ni platos”. No habían venido al frente “para morir por la revolución con un trapo de cocina en la mano”.

Y, sin duda, lo más sobresaliente es todo el trabajo de investigación que le ha permitido presentar breves biografías de la mayoría de los voluntarios, su procedencia y evolución política, sacándolos del olvido para hacerlos presentes en la memoria de los que lucharon por la libertad y el socialismo.

Seguir desmontando las calumnias

Una de las particularidades que caracteriza a   los voluntarios que combatieron con el POUM y a quienes lo hicieron en las Brigadas Internacionales “fue el vilipendio y, en muchos casos, las medidas represivas a las que serían sometidos”. Una de las mayores ignominias de la revolución española fue el asesinato de Andreu Nin y la persecución del POUM. Los voluntarios también se vieron perseguidos por las viles calumnias. Solo hay que imaginarse que algunos de ellos habían huido de los nazis o de los fascistas italianos y estaban combatiendo con las armas contra los fascistas españoles, mientras en la retaguardia la prensa del PCE o del PSUC les acusaba de ser agentes de la Gestapo; o que mientras en Barcelona se detenía a Andreu Nin y se ilegalizaba al POUM, los voluntarios internacionalistas estaban lanzando una ofensiva para conquistar una loma cercana a Huesca. Muchos de ellos acabaron en las cárceles, algunos asesinados y otros tuvieron que huir para salvarse y seguir combatiendo contra el fascismo en sus respectivos países.

Andy Durgan se ocupa con detalle de desmontar las calumnias porque sigue quedando un ligero rumor que de vez en cuando reaparece. Cosas irreales como que los milicianos del POUM, también anarquistas o de ERC, jugaban regularmente a fútbol con los fascistas de la trinchera de enfrente, que nadie sabe decir qué trinchera era; o que unos 2.000 milicianos abandonaron el frente al conocer los sucesos de mayo de 1937 en Barcelona; reconocen que fue un error decir que las gentes del POUM eran agentes de Franco, pero se les escapa decir que el POUM estaba infiltrado de agentes profascistas. El “calumnia, que algo queda” sigue vigente en algunas mentes.

Ese ambiente represivo y enrarecido fue también una de las causas del desánimo en el frente y en la retaguardia, y lo pagaron quienes, de una forma u otra, siguieron luchando por una salida revolucionaria frente al fascismo. Cuando finalizaba la guerra, en las cárceles había unos 4.000 militantes poumistas y anarquistas.

Ni la represión fascista ni la persecución estalinista hicieron desistir de sus ideales a los revolucionarios que vinieron a España, y aunque se dispersaron al acabar la guerra e iniciarse la Guerra Mundial, continuaron luchando allí donde el destino y las condiciones se lo permitieron. Andy Durgan ha hecho reaparecer muchas vidas y luchas que estaban olvidadas.

El poeta inglés John Cornford, que fue uno de esos voluntarios, reflejó en dos de sus poesías el espíritu que les empujó a luchar contra el fascismo: el amor, el compañerismo, la solidaridad y la convicción de que era necesario luchar para imaginar y construir un mundo nuevo.

Y si la mala suerte acaba con mi vida

dentro de una tumba mal cavada,

acuérdate de toda nuestra dicha; no olvides que yo te amaba

(A Margot Heinemann)

Y esta poesía con la que Andy Durgan acaba su libro:

Libertad es palabra muy fácil de decir,

mas los hechos son tercos. En España

no habrá victoria para nuestra lucha

hasta que los trabajadores del mundo entero

estén a nuestro lado en los llanos de Huesca,

juren que nuestros muertos no luchaban en balde

y la bandera roja en triunfo enarbolen 

por el comunismo y por la libertad.

(Luna llena en Tierz)

Miguel Salas es miembro del comité de redacción de Sin Permiso