La Revolución alemana y la Internacional Comunista (1919-1920)

El capitalismo alemán necesitaba y quería la guerra en 1914. Con una estructura productiva moderna -resultado de la aplicación masiva de la mecanización, la energía eléctrica y el motor de explosión- segundo producto mundial de hulla, primer productor europeo de hierro, un comercio exterior doble que el de Francia, y con 68 millones de habitantes (de los que el 67% eran asalariados), Alemania había llegado tarde al reparto del mundo y carecía de un imperio colonial.Pero el monstruo tenía los pies de barro. El Estado alemán era heredero directo de la derrota política de la burguesía en 1848, fruto de la hegemonía prusiana después de 1866 y de la «revolución pasiva» bismarkiana.Un Estado capitalista cuyos verdaderos amos eran los junkers y la burocracia imperial /1.

La guerra trajo la riqueza para pocos y el hambre y la miseria para muchos. La «unión sagrada» votada el 4 de agosto en el Parlamento para declarar la guerra se va deshaciendo lentamente, como los salarios obreros y los ejércitos en las trincheras. Primero son Liebknecht y Ruhle quienes la denuncian, después el SPD se divide y los independientes forman su propio partido, el USPD. De mayo de 1916 a enero de 1919 estalla una cadena de huelgas y manifestaciones contra la guerra organizadas por los llamados «hombres de confianza revolucionarios» (RO), que constituyen la corriente critica del sindicato ADGB.

Cuando en agosto, después de la derrota de Montdidier, el Estado Mayor quiere la paz, es ya demasiado tarde. La agitación obrera crece, Liebknecht es liberado de la cárcel y Lenin escribe a Spartako: «Ha llegado el momento» / 2. La Marina de Guerra se amotina en Kiel, se eligen consejos de obreros y soldados en toda Alemania. El socialdemócrata Ebert comunica al canciller Max Bade: «Si el Emperador no abdica, la revolución es inevitable» / 3.

El 9 de noviembre la revolución llega a Berlín. Los obreros en manifestación se dirigen hacia el centro de la ciudad. El Ejército se inhibe o se une a los manifestantes. A las 2 de la tarde, el socialdemócrata Scheidemann proclama la República, pero dos horas más tarde, ante el Palacio Imperial, se iza la bandera roja y Liebknecht anuncia el nacimiento, tras una votación a mano alzada, de la República Socialista Alemana. Al día siguiente, una asamblea de ROs y delegados de taller se constituye en Consejo de Obreros y Soldados y nombra un gobierno de Comisarios del Pueblo, compuesto por tres SPD y tres USPD, con el programa de los primeros.

Pero la reacción se prepara en el corazón mismo de la Revolución. El 6 de diciembre, el gobierno los Comisarios del Pueblo decide convocar la Asamblea Constituyente con una sola abstención. El 21, a pesar de un mitin de 250.000 trabajadores por la República Socialista organizado por los spartakistas y los ROs dos días antes, es el Congreso de los Consejos de Obreros y Soldados el que hace suya la consigna de la Constituyente. La «contrarrevolución democrática» ha dado la vuelta al reloj. La prensa burguesa contrapone a la consigna spartakista ¡Todo el poder a los Consejos! la de ¡Todo el poder al pueblo entero en la Asamblea Constituyente! La situación se precipita: el día 8, Ebert ha hecho entrar en Berlín a diez divisiones del frente y el día 23 provoca un enfrentamiento con las milicias de los marineros revolucionarios. Pero la ofensiva fracasa gracias a una manifestación obrera espontánea y multitudinaria que se gana a las divisiones del frente. Los ministros del USPD tienen que dimitir.

En los fragores de esta lucha, se reúne el 30 de diciembre de 1918 la Conferencia Fundacional del KPD (Spartako). La convocatoria no ha sido fácil y es obra sobre todo de Radek. Hasta ese momento los miembros de la Liga Spartako han actuado dentro del USPD para no perder el contacto con las masas, en unidad de acción casi permanente con los ROs, exigiendo un congreso extraordinario del USPD, en el que esperan ganar a toda el ala izquierda del partido y provocar entonces la escisión. Spartako ha carecido casi de organización y es una corriente de opinión alrededor de sus líderes y el prestigio de la Revolución Rusa. Necesitan, para constituirse en partido, ganar a todos esos manifestantes que les aclaman en la calle y cuyos jefes naturales son los ROs.

Los Comunistas Intemacionalistas (IKD) tampoco son un grupo homogéneo. En su seno conviven los radicales de Bremen -que se han formado en contacto con Gorter, Pannekoek y los bolcheviques-, la izquierda berlinesa y el grupo de Hamburgo, dirigido por Wolffheim y Laufenberg, que son antiparlamentarios y próximos al anarcosindicalismo americano. Para los IKD, la Liga Spartako no deja de ser el centrismo de izquierdas alemán, opuesto hasta entonces a la construcción de un partido revolucionario. Es Radek quien tras su llegada de Moscú discute, negocia y convence a unos y otros de la necesidad de su fusión y la construcción inmediata de un Partido Comunista Alemán.

En el Congreso, Liebknecht será el responsable del informe de constitución del nuevo partido. Tras criticar al USPD y justificar la actividad autónoma de los spartakistas, se pronuncia por la fundación inmediata del KPD (S).

Esa misma mañana, Radek dirigirá a los congresistas el saludo de la Revolución Rusa. Pero los temas centrales van a ser la actitud ante la Constituyente y la participación en los sindicatos.

Paul Levi es el encargado de la primera ponencia, en la que defiende la necesidad de participar en las próximas elecciones explicando el programa de Spartako y la prioridad de coordinación de los Consejos Obreros. No participar es dejar el terreno libre a los Scheidemann y al USPD para que mantengan su influencia sobre el movimiento de masas. Pero la izquierda, que agrupa tanto a la mayoría de los IKD como de Spartako, se niega en redondo: no sólo están en contra de cualquier participación parlamentaria, sino que creen que ha llegado el momento de preparar la caída del Gobierno del SPD. «La calle es la tribuna grandiosa que hemos conquistado y que ya no abandonaremos, aunque se dispare sobre nosotros» contesta Ruhle a Levi /4. Su posición obtiene 62 votos contra los 23 de Levi.

La ponencia de Lange sobre la participación revolucionaria en los sindicatos se enfrenta también con la oposición mayoritaria del Congreso, que considera que la pertenencia al KPD y a los sindicatos socialdemócratas es incompatible. Frolich contraataca y plantea la construcción de «uniones» industriales frente a los viejos sindicatos de oficio. Sólo la intervención directa de Rosa Luxemburgo conseguirá que la cuestión sea tratada en una comisión. No se comprende bien cómo al día siguiente el Congreso aclamará enfervorizado la ponencia de Rosa Luxemburgo sobre el programa comunista. La vieja guardia spartakista está convencida de que es imposible la dictadura del proletariado sin ganar antes a la gran mayoría de las masas, sin extender y desarrollar los consejos obreros, en una lucha que necesariamente será larga y dura. Pero la mayoría de los militantes del joven partido creen en el atajo de la acción directa.

El congreso se cierra además con un fracaso. Después de días de discusiones con los ROs, el congreso rechaza sus condiciones para integrarse en el KPD: la participación en las elecciones, el fin de la política de putsch de la Liga de los Soldados Rojos, su participación en la comisión programática y el rechazo del nombre Spartako, sinónimo de terror rojo después de la campaña de prensa de la burguesía. El KPD (S) queda así, en su nacimiento, aislado del movimiento de masas. Para la vieja guardia spartakista el congreso es el resultado final de un error al que se han dejado arrastrar por Radek. Como contaría más tarde Brandler: «cuando hablé con Rosa justo después del Congreso, estaba más deprimida que nunca, sentía que los acontecimientos la arrastraban hacia la catástrofe y ni siquiera intentaba evitarlo» / 5 .

Tres días más tarde, el gobierno socialdemócrata de Ebert destituye al prefecto de policía Eienhorn, del USPD. La respuesta es una manifestación de 200.000 personas que acude con armas al centro de Berlín, siguiendo la convocatoria de los ROs, el USPD y el KPD(S). La manifestación desborda todo lo previsto. Esa misma noche Liebknecht y Pieck, contra la opinión del resto de los dirigentes spartakistas, que no creen que las masas estén preparadas para un enfrentamiento frontal, participan con los ROs y el USPD en un «comité insurreccional» que llama a una manifestación armada al día siguiente para tomar el poder. La octavilla no llegará a publicarse: Noske reacciona y hace entrar en Berlín a los Cuerpos Francos. El 9 de enero de 1919, el KPD (S), los ROs y el ejecutivo berlinés del USPD llaman a las armas. Radek, escondido a petición de Rosa Luxemburgo, escribe a la central para que evite el desastre y fuerce, como los bolcheviques en julio de 1917, una retirada organizada. Pero la inercia y la propia falta de apara- to organizativo del KPD(S) la hacen imposible. Será la propia Rosa quien en su ultimo artículo en Die Rote Fahne haga el balance de sus propios errores. El 15 de enero, ella y Liebknecht son asesinados.

El Congreso de Heidelberg y la formación del KAPD

En el resto de Alemania tienen lugar una serie de luchas defensivas, con elección de consejos obreros y enfrentamiento con los Cuerpos Francos. En el Ruhr se mantiene una huelga general defendida por milicias obreras hasta el 21 de febrero. El 24 estalla una huelga general en toda Alemania central en defensa de la República de los Consejos, que llama a la solidaridad a los obreros berlineses. Éstos responden con una huelga general el 3 de marzo convocados por los ROs, el KPD (S) y la Asamblea de Consejos berlineses, con un programa por la reelección de los consejos en las fábricas, el desarme de los Cuerpos Francos, la constitución de una Guardia Obrera y la defensa de las libertades democráticas. La «Semana Sangrienta» de Berlín se parece mucho al aplastamiento de los spartakistas de enero: Noske vuelve a utilizar los Cuerpos Francos y aplica la ley de fugas a cerca de 3.000 trabajadores. El 31 de ese mismo mes, el Rhur se vuelve a poner en huelga, dirigido esta vez por la recién fundada Unión General Minera. El 7 de abril se proclama la República de los Consejos Bávara. Pero para el 1 de mayo, los Cuerpos Francos han acabado con los últimos rescoldos de la Revolución de Noviembre.

El precio que el KPD(S) ha tenido que pagar ha sido muy alto. La mayoría de sus dirigentes han muerto en la lucha. Pero sobre todo han dejado tras de sí un partido sumido en la crisis y la confusión. Radek ha sido el primero en reaccionar y desde la cárcel su posición se perfilará en El Desarrollo de la Revolución Mundial y la Táctica de los Partidos Comunistas en la lucha por la Dictadura del Proletariado. Las lecciones de la Revolución Rusa tienen que aplicarse a las condiciones especificas de Europa Occidental. Las perspectivas revolucionarias dependen de las contradicciones inherentes del imperialismo en crisis, que permitan romper la hegemonía de la burguesía, las ilusiones democráticas de las masas, e introducir la idea de que sólo la dictadura de la mayoría del pueblo trabajador puede acabar con la miseria y el paro que sufre Europa.

La tarea de los partidos comunistas es prepararse para una fase prolongada de luchas defensivas en las que el desarrollo desigual de la conciencia de clase exige la utilización de todo tipo de armas. A diferencia de Rusia, en Europa Occidental la burguesía ha tenido un desarrollo orgánico y ha ejercido el poder durante años, haciendo concesiones económicas que han creado una aristocracia obrera y reforzado las ilusiones en la capacidad del capitalismo para superar la crisis. La desmovilización tras la guerra ha desarmado además a los trabajadores, y estos han tenido que iniciar sus ataques con las manos desnudas.

En esta lucha prolongada no pueden separarse lucha económica y lucha sindical, pero la condición para su combinación correcta es la existencia de un Partido Comunista capaz de analizar la situación concreta y dar al movimiento las consignas que faciliten la elevación de su conciencia de clase. Salir de los sindicatos es aislarse de las masas, renunciar a su educación a través de los comités de fábricas y el control obrero sobre la producción. En Alemania hay un camino original para construir este partido. El KPD(S) puede ayudar a la izquierda revolucionaria del USPD a ocupar los organismos centrales del Partido si ante cada acción política concreta emplaza a la dirección del USPD a la lucha para desenmascararla.

La fusión de la izquierda independiente y los comunistas creará un gran partido. Pero solamente a condición de que el KPD(S) pueda aplicar la táctica desechada en su congreso de fundación: «No provocará la escisión en otros partidos sino que será él mismo el que conocerá la crisis y la escisión» /6.

Paul Levi, heredero de la vieja guardia spartakista, va a llegar a las mismas conclusiones. Enero es para él la confirmación de la necesidad de un partido revolucionario centralizado y ligado al movimiento de masas. La Revolución en Occidente será un largo proceso al final del cual la Dictadura del Proletariado sólo será posible si los comunistas han sabido ganar a las masas, como señala el programa de Spartako. Para Levi, el KPD(S) ha nacido atado de manos y pies por los elementos izquierdistas y aventureros que con su antiparlamentarismo y antisindicalismo han aislado al partido del movimiento de masas, convirtiéndolo en una secta. Su programa es claro: volver a partir de cero y corregir estos errores a cualquier precio. Cuando en la Conferencia de Frankfurt de agosto ve fracasar su proyecto organizativo, no lo piensa más: disuelve la Liga de los Soldados Rojos, bastión de la izquierda, y se prepara para la escisión en el Congreso de Heidelberg.

El balance de la izquierda es completamente distinto: Enero ha sido la demostración palpable del oportunismo de la vieja dirección spartakista. La Revolución no es el resultado final de un largo proceso de educación comunista de los trabajadores, sino algo inmediato que está ahí delante, resultado de la crisis económica y social, de la explosión de espontaneidad de un movimiento traicionado por el SPD y el USPD, que son desbordados al igual que los sindicatos. La tarea de los comunistas, para la izquierda, es superar con su propaganda y acción las barreras que frenan la lucha, que integran ideológicamente al proletariado: el parlamento y los sindicatos. El primero, es el nido en el que los «jefes», representantes de los aparatos burocráticos, realizan sus componendas y utilizan la delegación de poder para reforzar las ilusiones en posibles reformas parciales. La única táctica posible es el boicot activo, la propaganda a favor de los consejos obreros y la autonomía de clase. Los sindicatos son las organizaciones nacidas en una etapa de desarrollo del capitalismo, de lucha reformista de los trabajadores, que se refleja en su organización por oficios. Pero la característica de un periodo revolucionario es precisamente que acaba con la división entre lucha económica y lucha política. La táctica de los revolucionarios sólo puede ser su destrucción y la construcción de organizaciones sindicales de nuevo tipo, de base industrial y coordinadas regionalmente, capaces de impulsar la lucha por los consejos y su dictadura y preparar las tareas de la insurrección. Una organización de las masas, reflejo de su espontaneidad revolucionaria frente a los «jefes», y en las que una mayoría de la izquierda cree que el Partido Comunista ira disolviéndose, en la medida que avance la conciencia de clase: las «Uniones Obreras» (AAU). Detrás de estas posiciones se esconde una visión lineal de la crisis revolucionaria abierta después de la Guerra, la creencia en el desarrollo espontáneo de la conciencia de clase de un movimiento al que sólo atan las cadenas de sus propias organizaciones burocratizadas.

El enfrentamiento en el Congreso es inevitable, y Levi lo ha preparado conscientemente. Introduce una representación proporcional, que no había existido en el Congreso Fundacional, y propone comenzar la discusión por los principios general de acción, dividiendo a sus adversarios sobre el papel del Partido Comunista, para tratar después el tema del parlamentarismo y la cuestión sindical. La izquierda, que es mayoría en el partido aunque carece de cualquier homogeneización política, se encuentra ante un hecho consumado y acusa a la dirección de provocar la escisión para buscar una alianza con el USPD, forzando un debate que ciertamente no se ha preparado ni discutido en todo el Partido. Levi cuenta con el apoyo político de Radek, aunque éste, que no está de acuerdo con la escisión, le escribe una carta que no llega a tiempo para evitarla. Pero Levi ha conseguido ya su objetivo: ha dividido a la izquierda en dos grupos, Hamburgo y Bremen, y se ha ganado a la tendencia-tapón de Munzemberg. La ultima de las tesis presentadas por la Central especifica que serán expulsados todos aquéllos que no las ratifiquen.

La clarificación política que supone el Congreso provoca la crisis organizativa. La Central sólo conserva dos organizaciones fuertes, Sttugart y Chemnitz, que dirige directamente Brandler. La izquierda está dividida tanto en sus posiciones políticas como en la perspectiva de crear un nuevo partido. Los primeros en responder son Wolffheim y Laufenberg, dirigentes de Hamburgo, que publican su texto Guerra Popular Revolucionaria o Guerra Civil Contrarrevolucionaria-Primer Memorial Comunista al Proletariado Alemán. En él, después de reafirmar su posición «unionista» y de disolución de todo partido, explican que la burguesía alemana se ha vendido a la Entente en el Tratado de Versalles, en una lucha común contra el proletariado. La defensa de Alemania como nación oprimida corresponde a la clase obrera, la única capaz de llevar a cabo una guerra de liberación contra la Entente, estableciendo una alianza con la Rusia Soviética que extienda la Revolución Mundial. Los «nacional-bolcheviques», como los va a llamar Radek, condenan la perspectiva de la Guerra Civil y, por lo tanto, la insurrección de Enero 17.

Pero el verdadero núcleo de la oposición está en Bremen, con sus 8.000 militantes. Y va ser Pannekoek quien intente dar cuerpo a sus divergencias con la Central en La Revolución Mundial y la Táctica de los Comunistas. Como Radek y como Levi, Pannekoek piensa que «la naturaleza de las fuerzas hará necesariamente que la Revolución en Europa Occidental sea un proceso prolongado» IB. El debate que se ha abierto en Alemania es el comienzo de una lucha internacional contra el oportunismo, que bajo la consigna de construir grandes partido de masas esconde su «sustituismo», la idea de que es el Partido y no las masas, quien realiza la Revolución. Lo que distingue a la Internacional Comunista es que ha reemplazado el parlamentarismo por los soviets y a los sindicatos de oficio por la organización industrial, que permiten dar una orientación revolucionaria a la espontaneidad de los trabajadores. Pero la derrota de enero exige replantearse las perspectivas, no solamente de Marx sino también de los bolcheviques, con respecto a Europa Occidental. El poder de recuperación de la burguesía reside en su hegemonía, en el dominio espiritual que ejerce sobre el proletariado a través de la democracia parlamentaria y las organizaciones de «jefes» que le atomizan. El proceso revolucionario en occidente sólo es posible construyendo bases permanentes de un poder de clase. Por ello, la revolución triunfará primero en los países coloniales donde la juventud del proletariado y la debilidad de la burguesía no hacen posible la integración ideológica.

Durante los próximos meses, la izquierda va a centrar todos sus esfuerzos en la construcción de la AAU, que tiene su congreso fundacional el 14 de febrero de 1920 /9. Pero las divergencias en su seno son cada vez más profundas. Bremen y un sector de Hamburgo van a seguir en contacto con la Central y a enviar sus tesis al III Congreso del KPD(S). Cuando después de la intentona golpista de Kapp, el 4 y 5 de abril, se reúna el Congreso de Fundación del Partido Comunista Obrero Alemán (KAPD), convocado por la izquierda berlinesa que dirigen Schroder y Gorter, Bremen no participará, a pesar de que el congreso deja en minoría a las corrientes «nacional-bolchevique» y a la antipartido de Pfemfert y Ruhle, y hace suyas las tesis de Pannekoek. Los 35 delegados que se reúnen representan a la mitad de los militantes comunistas alemanes, unos 38.000. El KAPD se considera un partido de masas y no de «jefes», el modelo de partido necesario para Europa Occidental. En Moscú, Lenin no comprende una escisión que cree provocada por «problemas tácticos secundarios» /10.

El putsch de Kapp

El 28 de junio de 1919 se firmaba el Tratado de Versalles entre la República de Weimar y las potencias de la Entente, poniendo fin a la I Guerra Mundial. Alemania perdía la octava parte de su territorio y un décimo de su población. Para sus habitantes, se trata de una «colonización», con la que Francia intenta convertirse en la primera potencia europea. Pero el tratado es sobre todo un arreglo para evitar la revolución en Alemania. El ejército se «disuelve», pero se mantienen 100.000 hombres en filas, más los Cuerpos Francos repatriados del Báltico; Renania es ocupada, aunque el frente del este sigue en armas. Pero no basta. Para los militares alemanes hay una cláusula que abre el país a la «bolchevización»: la extradición de los criminales de guerra. Contra ella y contra el enemigo interior se va a preparar el putsch de Kapp.

Y se va a hacer a la luz del día, con el apoyo del Estado Mayor y la derecha parlamentaria, que busca la disolución de la Asamblea Constituyente. El Consejo de Ministros, enterado y reunido el mismo día del golpe, el 12 de marzo de 1920, aplaza la discusión de las medidas a tomar tres días. Cuando el capitán de navio Ehrhardt ocupa Berlín e iza la bandera imperial, y Kapp, autoproclamado Canciller, declara el estado de sitio, a Noske y al resto del Gobierno socialdemócrata no se le ocurre otra cosa que huir hacia Stuttgart.

La respuesta obrera es distinta. Legien, viejo burócrata de la ADGE que se ha negado a huir, reúne a la comisión central de los sindicatos, que llama a la huelga general y se constituye en comité de huelga. Los independientes llaman también a la huelga, pero organizan un comité de huelga propio que exige el fin del Gobierno Ebert-Noske. Pero los comunistas, ausente Levi por estar en la cárcel, condenan la huelga general alegando que, sin preparación y por objetivos que no son de la clase obrera, sólo puede ser derrotada. Dos días después del golpe, el paro es total en Berlín. En Chemnitz, bajo la dirección del KPD(S), se constituye un comité de acción unitario de todas fuerzas obreras, una milicia y se celebran elecciones a los consejos obreros, con listas proporcionales, en las que participan 75.000 trabajadores. En el Ruhr se forma un comité militar y un Ejército Rojo que se lanza contra los Cuerpos Francos en Dortmund. En Leipzig, Frankfurt, Halle y Kiel se forman comités unitarios de partidos y milicias. La Marina se subleva en Wilhelmshaven y detiene a 400 oficiales. Sólo entonces la dirección del KPD(S) comprende su error y se suma a la lucha/11.

En Berlín, Kapp intenta negociar con el Gobierno Ebert-Noske. El 15 de marzo, el Deuchtbank se niega a entregarle 10 millones de marcos. El 16, Kapp ordena el fusilamiento de todos los delegados de los comités de huelga. Es una declaración de guerra civil que puede provocar el paso de la lucha defensiva a una ofensiva revolucionaria y la elección de consejos obreros. Ese mismo día una delegación de la patronal le exige la dimisión y Kapp, con los demás conjurados, huye a Suecia.

La vuelta del Gobierno anterior es sencillamente imposible. Alemania se encuentra cubierta de comités de acción unitarios, aunque en pocos sitios se han elegido consejos obreros. En Berlín, Legien propone al USPD y al KPD(S) la formación de un «Gobierno Obrero», capaz de llevar a cabo el programa de la huelga. Pero esta propuesta choca con el ala izquierda del USPD, encabezada por Daumig, que exige que el «Gobierno Obrero» se declare a favor de la Dictadura del Proletariado. En esta situación Legien y los sindicatos negocian con el Gobierno socialdemócrata y llaman a finalizar la huelga. Pero el comité del Gran Berlín y el USPD se niegan, y convocan el domingo 21 de marzo asambleas para mantener la lucha. La postura de Daumig es la interrupción parcial, pero no el fin de la huelga, para preparar una ofensiva. Walcher y Pieck, en el KPD(S), piensan que la huelga debe continuar para proteger a los obreros del Ruhr y armar a los trabajadores. No creen que se den las condiciones para luchar por la Dictadura del Proletariado. Aunque un Gobierno obrero puede ser un avance importante que refleje estatalmente la nueva correlación de fuerzas y la ruptura de la coalición entre la burguesía y el SPD; un Gobierno que de no llevar a cabo su programa, empujará a los trabajadores a las filas del KPD(S). Esta posición es rechazada por la Central el 22, que lee un manifiesto en el comité de huelga desautorizando a Walcher y Pieck. Ese mismo día el USPD da su apoyo a las negociaciones de los sindicatos con el Gobierno, y cuando el 23 la dirección comunista vuelva a cambiar de posición, defendiendo un Gobierno socialista sin elementos burgueses, frente al que actuaría como «una oposición leal», ya es demasiado tarde: el comité de huelga ha votado la vuelta al trabajo, como proponen Dauming y los independientes. La crisis de legitimidad del Gobierno es tal que Ebert tiene que ofrecer su presidencia a Legien, que la rechaza a favor de Hermann Müller.

La situación evoluciona de manera diferente en el Ruhr. La respuesta al golpe ha sido la elección masiva de consejos obreros y la puesta en pie de un Ejército Rojo de 100.000 hombres que expulsa a la Reichswehr del territorio el día 18. El 23 de marzo se abren negociaciones entre el gobierno y una asamblea de delegados de consejos y de partidos obreros en Biekfeld, donde se aprueba un texto de armisticio, mediante el cual el territorio quedará bajo el control de una milicia obrera, aunque el grueso de las armas deberán ser entregadas. La posición del KPD(S), que tiene una presencia importante en la región y que controla el consejo de Essen, es aceptar el armisticio para reforzar las milicias, pero ocultando las armas. Los «unionistas» y anarcosindicalistas, mayoritarios en la región, creen que se trata de una traición, y el 25 de marzo una reunión en Essen de delegados de 70 consejos y jefes del Ejército Rojo llaman a continuar los combates. En los días siguientes los tres partidos obreros, apoyados por una asamblea de delegados de 94 consejos, van a intentar negociar con el nuevo Gobierno socialdemócrata de Müller en Berlín. En realidad han perdido el control sobre los diferentes destacamentos del Ejército Rojo. El 3 de abril la Reichswehr entra una vez más en el Ruhr y aplasta los reductos de resistencia obrera/12.

El debate sobre el putsch de Kapp va a ser especialmente duro en el IV Congreso del KPD(S), el 14 y 15 de abril. Para Levi, la declaración de la Central no apoyando la huelga el 13 de marzo ha sido «una puñalada por la espalda, perder la ocasión esperada después de meses» /13. La tarea del KPD (S) era unir a la clase obrera y sus partidarios en torno al armamento del proletariado, la lucha contra el pusch y el castigo de quienes lo han convocado y dirigido. La negativa del SPD y el USPD de llevar esta dinámica hasta el final hubiera provocado una nueva reelección masiva de consejos obreros. El Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista (CEIC) apoya incondicionalmente esta posición. Pero el debate se va a centrar en la consigna de «Gobierno Obrero» y no analizará la experiencia de Chemnitz, donde Brandler ha puesto en práctica la política de Frente Único que propone Levi. El Congreso se convierte finalmente en una caza de brujas, en la que Bela Kum acusa a las posiciones de Radek de la pasividad de la Central, y éste, a su vez, a la política antipuschista de la Central. Las víctimas propiciatorias van a ser Pieck, Walcher y la declaración de «oposición leal». Para Bela Kun, dirigente de la aplastada República de los Consejos húngara, Radeck, y la izquierda del partido se trata de «cretinismo gubernamental», de una «utopía etapista» entre un Gobierno burgués y la Dictadura del Proletariado. Para Levi, la declaración de «oposición leal» es el resultado del error del 13 de marzo, de la imposibilidad de jugar ningún papel independiente después de él, pero defiende la consigna de «Gobierno Obrero». Se comienza a perfilar así el enfrentamiento en la Central entre Radek y la izquierda de un lado, y Levi y su equipo de otro, que va a dividir al KPD (S) en los próximos años.

Poco después, el 6 de junio de 1920, las elecciones generales al Reichtag suponen la derrota de la Coalición de Weimar encabezada por el SPD y la formación de un Gobierno de centro-derecha, con exclusión de los socialdemócratas. El desafío de Spartako, la primera oleada de la Revolución Alemana, ha llegado a su fin.

El II Congreso de la Internacional Comunista

Las relaciones entre la IC y el KPD(S) han sido siempre extrañas. Ya antes de la guerra, el problema nacional, la cuestión del partido y la concepción de la burocracia, habían separado profundamente a Rosa Luxemburgo y a Lenin. Las reticencias a la fundación del KPD(S) de los spartakistas se reflejan también en el problema de la Internacional Comunista, cuya creación consideran prematura mientras no existan partidos de masas en Occidente que permitan una dirección colectiva real. De hecho, hasta la salida de la cárcel de Radek, los lazos con el Comité Ejecutivo de la IC son tan sólo nominales.

Pero para los bolcheviques, Alemania juega un papel central en su estrategia. La supervivencia de la propia Revolución Rusa sólo es posible si la revolución se extiende a un país que posea las bases económicas y sociológicas necesarias para la construcción del socialismo. La propia IC es entendida como el resultado de la aportación de bolcheviques y spartakistas. Y Alemania, tras el Tratado de Versalles, que la ha convertido en una «colonia» de la Entente, es el eslabón débil, que reúne todas las condiciones para un estallido revolucionario /14.

Terminado el I Congreso de la IC, Lenin pide a Rutgers que establezca un buró para Europa Occidental, a partir del cual poder elaborar una táctica y una estrategia regionales. El Buró de Amsterdam publicará una revista en tres idiomas y organizará una conferencia en febrero de 1920 que, al adoptar las posiciones de los comunistas de izquierda, va a enfrentarse abiertamente con el KPD(S). Thomas, apoyado políticamente desde la cárcel por Radek, construye otro secretariado para Europa Occidental en Berlín, pero con la línea política del Congreso de Heidelberg del KPD(S). El tercer centro europeo lo forman los exiliados húngaros en Viena, alrededor de la revista Kommunismus, también con posiciones de izquierda.

El propio Lenin interviene en este debate con El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo. Su objetivo es sacar las lecciones generales de la Revolución Rusa, discutir la especificidad de la Revolución en Occidente y establecer los ejes generales de la táctica y la estrategia de la IC. Si los bolcheviques triunfaron en Rusia fue gracias a la construcción del partido revolucionario, resultado de 15 años de debates internacionales y experiencias prácticas. Su lucha contra el zarismo, y más tarde contra la república burguesa, fue una lucha lenta, con retrocesos y avances, que sólo permitió el derrocamiento del Gobierno cuando los bolcheviques ganaron la hegemonía en los soviets. Y ello fue posible gracias a un análisis continuo de las condiciones objetivas de la lucha de clases. Esta es la primera lección universal de la Revolución Rusa: la necesidad de un partido revolucionario centralizado, capaz de dar una orientación de clase antes y después de la toma del poder, en lucha continua contra la alienación ideológica del movimiento de masas. El éxito o el fracaso de este partido depende de que sea capaz de establecer un puente entre las tareas revolucionarias y la conciencia real de los trabajadores. De ahí la importancia de la participación revolucionaria en el parlamento y los sindicatos. «Si un parlamento se convierte en un centro de la contrarrevolución, mientras se crean soviets, los obreros deben prepararse para acabar con él, pero esto no quiere decir que no participen en el parlamento» /15 .

Las cuestiones de fondo

Los sindicatos recogen las primeras olas de radicalización obrera, que crean una tensión real entre la burocracia que los dirige y los intereses y necesidades de los afiliados. En El izquierdismo…, Lenin define también las características de la crisis revolucionaria: la división y la incapacidad para gobernar de las clases dominantes; el desenmascaramiento de los partidos reformistas; un apoyo de masas a las acciones mas audaces de lucha. Es en estos periodos, y no antes, cuando es posible ganar la hegemonía en la mayoría de los trabajadores, unificarlos en sus propios organismos de lucha, los soviets, y prepararse, combinando su coordinación y las tareas de la insurrección, para la toma del poder. La relación entre las etapas defensivas y las ofensivas se establece a través de una táctica de unidad de acción-desbordamiento con los partidos reformistas, partiendo de las reivindicaciones inmediatas de la clase obrera /16. La concepción maniquea «masas-jefes» del KAPD refleja a la vez una incomprensión profunda del proceso de toma de conciencia y una crítica justa de la «aristocracia obrera», alimentada con el expolio colonial del capitalismo. Pero sólo la crisis económica y la incapacidad de concesión de la burguesía permiten que el movimiento obrero haga la experiencia de su traición y ponga en cuestión su hegemonía.

La crítica global a las posiciones de los comunistas de izquierda incluye una aprobación explícita de la declaración sobre el Gobierno Obrero del KPD(S) -aunque criticando algunas de sus formulaciones- y de la orientación de los comunistas alemanes hacia el USPD, como expresión del crecimiento de la corriente de izquierdas en el movimiento de masas.

La izquierda comunista va a responder a través de Gorter y su Contestación a Lenin, partiendo de las tesis de Pannekoek sobre la integración ideológica del proletariado. La tarea de los comunistas es romper y destruir radicalmente las ilusiones democráticas y reformistas, «elevando a las masas como unidad y como suma de individuos a un grado superior de desarrollo, educando a los trabajadores, uno por uno, para convertirlos en luchadores revolucionarios que comprendan claramente que sólo cuentan con sus propias fuerzas» /17. Lenin se equivoca cuando traspasa mecánicamente la experiencia rusa a Europa Occidental, que es un mundo completamente diferente de Rusia. El parlamento y los sindicatos son obstáculos que impiden la iniciativa del movimiento, su organización sobre bases industriales y en consejos obreros. Cuando Lenin habla de la necesidad de partidos comunistas de masas, está volviendo a repetir los errores de la II Internacional /18.

El II Congreso de la IC se reúne el 19 de julio de 1920. En la sala del Congreso un gran mapa va señalando diariamente el avance del Ejército Rojo en Polonia. Hace un año, la Rusia Soviética estaba cercada y aislada. Ahora, los partidos obreros de masas de Europa Occidental, el USPD, el PS francés, el PS italiano, el ILP británico, piden su afiliación a la Internacional Comunista. En el aire flota el fantasma de la Revolución hecho carne y hueso. Se ve madurar una crisis revolucionaria como consecuencia del Tratado de Versalles y la guerra ruso-polaca. Es más urgente que nunca construir partidos revolucionarios capaces de dirigir al movimiento de masas. Pero, a la vez, hay que prevenir el «peligro húngaro», la fusión sin principios que mine por dentro la naturaleza de los Partidos Comunistas, ahora que la IC «está de moda» /19.

Éste es el objetivo de las «21 condiciones» para ser sección de la IC, que intentan recoger en el «periodo actual de guerra civil exacerbada» las lecciones universales de la Revolución Rusa. Si bien, contra las posiciones del KAPD, se señala la obligación de participar en los parlamentos y sindicatos, las «21 condiciones» reflejan en su conjunto una visión simplista y unilateral, que cree que el desbordamiento de la aristocracia obrera y la quiebra de las ilusiones democráticas es un proceso casi automático, consecuencia directa de la crisis económica una vez alcanzado un nivel de radicalización de la lucha. En el terreno sindical, a pesar de todas las precauciones tomadas en la redacción, este análisis degenera en sectarismo, al exigir la ruptura de las organizaciones sindicales y su adhesión a la IC. La exigencia de expulsión inmediata de todos aquéllos que no ratifiquen estas «21 condiciones» forzará escisiones comunistas en frío en la mayoría de los partidos socialistas de masas europeos, en los que la evolución hacia la izquierda revolucionaria tiene sus propios ritmos.

La resolución del II Congreso sobre «Las tareas principales de la IC» intenta definir los dos ejes programáticos de la nueva Internacional: la Dictadura del Proletariado y el poder de los soviets. Critica la concepción socialdemócrata de que los trabajadores pueden adquirir una «conciencia plena y firme socialista» bajo el capitalismo y define los soviets y la Dictadura del Proletariado como «la derrota violenta de la burguesía (…); la sumisión real de la totalidad de la clase explotadora (…); la participación afectiva de las masas hasta entonces explotadas en la administración del país (…); la iniciativa y la energía creadora de decenas de millones de hombres (…); la libre asociación de los trabajadores libres» /20.

Las tesis sobre «El papel de los Partidos Comunistas» hacen un análisis de los conceptos de Partido y Clase, del proceso de formación de la conciencia obrera, del carácter forzosamente minoritario de los partidos comunistas en los periodos en los que no existe una crisis revolucionaria. La nueva estructura organizativa de la que debe dotarse la clase obrera es: Partido, Soviets, Sindicatos. El espíritu del II Congreso de la IC queda resumido en las palabras de su Manifiesto: «La guerra civil esta a la orden del día en el mundo entero. La divisa es: ¡El poder a los Soviets!»/21.

Notas:

1/ Perry Anderson, Lineages of the Absolutist Stale, New Left Books. pag. 276

2 / V . I. Lenin, carta del 28 de octubre de 1918. Citado por Pierre Broué, Revolution en Allemagne, Ed. Minuit, pag. 138. La monumental obra de Broué sigue siendo referencia obligada para este tema, desde un punto de vista que simpatiza especialmente con la orientación estratégica de Paul Levi.

3/ Citado por G. Badia, La Liga Spartako, Ed. Anagrama, pag. 115

4/ Citado por P. Broué, o.c, pag. 218

5/ «Correspondencia Brandler/Deutscher». New Left Review n° 105. pag. 48

6/ Karl Radek, citado por P. Broué, o.c. , pag. 305.

7/ Este tipo de posiciones tenían una existencia real en la Alemania del tratado de Versalles, y no solamente entre la clase obrera. El propio Von Seeckt, jefe del Estado Mayor alemán, inició la búsqueda de alianzas con la Rusia Soviética que le permitiese un reforzamiento del frente oeste. Para los grandes industriales, la URSS era un terreno propicio donde abastecerse de materias primas. Las discusiones en este sentido de Radek, en la cárcel, con Rathenau y algunos militares alemanes fueron importantísimas. Durante la guerra ruso-polaca hubo verdadera expectación popular por los avances del Ejército Rojo, y el Gobierno se declaró neutral a pesar de las presiones de la Entente. Más tarde se firmaría el tratado de Rapallo. Ver E. Carr, La Revolución Bolchevique, t. III, pag. 324, Alianza Universitaria.

8/ A. Pannekoek, en Pannekoek y los Consejos Obreros, textos escogidos por S. Bricianer, pag. 226, Ed. Anagrama.

9 / Para una descripción completa de la evolución del unionismo, La Izquierda Comunista en Alemania 1918- 1920, de J. Barrot y D. Authier, cap. IX, Ed. Zyx.

10/ V. I. Lenin, «Carta a los comunistas alemanes, italianos y franceses», octubre de 1919, Obras Escogidas, Ed Cartago.

11/ La izquierda una vez más va a dividirse. Wolffheim, Laufenberg y Ruhle condenarán cualquier acción conjunta con los “social-traidores».

12/ La interpretación de Barrot y Authier, o.c, no deja de ser curiosa, y refleja el punto de vista del KAPD en los acontecimientos. ¿Cómo le era posible al comité de Mulheim rechazar el armisticio y al mismo tiempo declarar que no tenía municiones?

13/ Citado por P. Broué, o.c pag. 370.

14/ «Rusia, Austria, Hungría, Alemania, han quedado en la cuneta. Estas grandes potencias, que habían ocupado el primer lugar entre los piratas del imperialismo mundial, se han convertido ahora en víctimas del pilla- je y fueron empujadas al desmembramiento. Ante el imperialismo, vencedor de la Entente se ha abierto un campo ilimitado de explotación colonial». Manifiesto del II Congreso de la IC. Los Cuatro Primeros Congresos de la IC, Ed. Pluma pag. 221. Igualmente el informe sobre la situación internacional de Lenin.

15/ V. I. Lenin, El Izquierdismo, enfermedad infantil del Comunismo, pag. 51-52, Obras Escogidas, Ed. Cartago.

16/ El Izquierdismo…. o.c, pag. 77-78.

17/ H. Gorter, «Response a Lenin (La maladie infantile du communisme)», pag. 25, Cahier Spartakus n° 27 18/ Trotsky respondió a Gorter en el CE1C, el 24 de noviembre de 1920: «La política del KAPD» en Los cinco primeros años de la IC, Ed. Pluma pag. 163

19/ Los Cuatro Congresos…, o.c. pag. 141. La primera redacción de las tesis, escritas por Lenin, declaraban: «La tarea actual de los partidos comunistas no es acelerar la revolución, sino acelerar la preparación del proletariado». La redacción definitiva refleja el marco del debate en el congreso. «La tarea actual de los PCs es acelerar hoy la revolución, sin provocarla artificialmente”.

20/ Los Cuatro Congresos…, o.c, pags. 150-152. 21/ Los Cuatro Congresos…, o.c, pag. 243.

Co-editor y miembro del comité de redacción de Sin Permiso. Una versión de este artículo fue publicado en 1999 por Viento Sur.