El gobierno en su laberinto

Pedro Sánchez ha iniciado una ronda de contactos, supuestamente amplios, con entidades sociales y políticas para defender su opción de formar gobierno. Cierto es que todos esos contactos acaban de empezar, pero sorprende que, hasta ahora, no se sepa qué persigue concretamente con ellos. Salvo, como nos explica la prensa, la posibilidad de forzar un sí de Unidas Podemos a su gobierno sin que ello suponga su entrada en el mismo. Más allá de eso, no conocemos nada a propósito de las propuestas precisas que deberían ayudar a cambiar el rumbo del voto de la fracasada investidura; tampoco de cómo se podría conseguir controlar que tales iniciativas se llevarán adelante ni sobre cómo los actores ahora convocados podrían participar en el resultado de la decisión. 

Tal nebulosa no resulta inocente; lo que efectivamente Sánchez persigue es mantener, por otro camino, la lógica de fondo de la fracasada investidura: la sumisión, sin rechistar, de Unidas Podemos al marco del régimen del 78 (política de Estado, rechazo al derecho de autodeterminación, tragaderas anchas con los mandatos de la UE), además de la  neutralidad imposible de la derecha (PP y C’s).

El “dejar hacer” a Sánchez en el que parece instalado Podemos tampoco beneficia la situación.  Al contrario, evita desnudar con la contundencia que se merece la jugada capciosa del presidente en funciones. El camino pasa por abrir una vía mucho más directa para resolver el laberinto de este gobierno que no llega. Y aunque comienza, ciertamente, por establecer contactos y acuerdos, debe centrarse en ampliar la base por la única senda que la hace sólida: mejorar la vida de la mayoría.

Hay que hablar y acordar con las entidades sociales y políticas que constituyen el sustrato plural de esos posibles acuerdos, pero hacerlo a partir de medidas tangibles y muy concretas que urgen desde hace tiempo: derogación de la reforma laboral y las leyes mordazas, propuestas contra la violencia y agresiones machistas, cambio en las leyes que ahogan a los ayuntamientos y autonomías, gasto social, impuestos para los más ricos y diálogo en Catalunya.

Mientras ese camino de alianza no se abra, continuarán sin solución  problemas como, por ejemplo, la vergüenza que provoca la incapacidad de los gobiernos de toda Europa para dar puerto seguro a los 124 refugiados salidos de Libia que se hallan a bordo del Open Arms. O la clamorosa falta de medios para combatir la brutal violencia a la que se ven sometidas diariamente las mujeres y de la que tenemos ejemplos también a diario.