Adiós 2020

 La pesadilla toca a su fin. Terminamos un año que marca un antes y un después, y que se va a proyectar, como pocos, en el que viene. Un año en el que hemos re-aprendido y recordado el valor de palabras como:

PÚBLICO: porque ha sido lo público lo que se ha vuelto a mostrar como la única garantía efectiva para la posibilidad del ejercicio, concreto y material de un derecho de manera universal. Indudablemente, ha mal funcionado, desarmado de personal, comido como está por contratos privados que lo lastran y agujerean. Pero, a pesar de todo, la sanidad pública ha sido, junto con la gente que trabaja en ella, tan imprescindible como ineludible es la necesidad de su recuperación plena por parte de la ciudadanía.

MUJERES: las hemos visto en todos los trabajos esenciales. Sobre todo, en las ocupaciones que protegen y generan vida. Su labor y la defensa de sus derechos en esta sociedad patriarcal y machista abren el camino a las imprescindibles democracia, igualdad y libertad. Felicitémonos por ello, mientras seguimos denunciado la violencia que las mata -43 en lo que va de año- la desigualdad, a una derecha de todos los colores y a la religión en la que se ampara.

TRABAJO: el que se ha perdido y el que pende del hilo de los ERTE y sus zigzagueantes prórrogas. Este año hemos asistido al batacazo de un modelo basado en el la precariedad, con un cuerpo empresarial raquítico y una cabeza mastodóntica de bancos y grandes empresas amarradas a un presupuesto estatal que muñen a su conveniencia en el mar de la corrupción. Ellos son el principal obstáculo. Pocos, pero perfectamente conectados con el régimen del 78 y sus instituciones. En este año, en el que nacieron las colas de la solidaridad para hacer frente al hambre, el 10% del censo ya es dueño del 53% de toda la riqueza del reino. Se anuncia un 2021 muy duro. Nissan, Alcoa y otras muchas empresas exigen, para salvar el futuro de la producción y el empleo, la intervención pública para tomar las riendas y defender a la sociedad de los vampiros del dinero.

ESCUDO SOCIAL: ya hemos observado que su medida estrella, el Ingreso Mínimo Vital, fracasa y no llega ni a una cuarta parte de quienes tienen derecho a él, y dista mucho del 21% de la población en riesgo de pobreza. La amenaza sobre las pensiones no desaparece, sino que se afianza, la vivienda o los suministros no se garantizan, los desahucios no se detienen; como mucho, se ralentizan. Subir el Salario Mínimo 9€ al mes parece que sacaría a la tierra de su eje, por no hablar del supuesto cataclismo en la galaxia que aparejaría la derogación de la reforma laboral. Nada de garantizar la existencia material de la ciudadanía, nada de la imprescindible Renta Básica Universal.

REYES: el padre, fugado, defraudador confeso de Hacienda, y el hijo, “el preparado”, aferrado a la parte más franquista de este régimen de la transición, surgido de la dictadura que entronizó a ambos. Surfea la institución monárquica de la mano de Sánchez ante unas contradicciones que la incapacitan (ya se vio en el discurso del 24/12), mientras espera que se haga realidad el giro reaccionario que el trifachito, con Vox a la cabeza, les propone y que los cuarteles y altas judicaturas jalean.

REPÚBLICAS: el régimen de la segunda restauración capeó el año, pero ni los presupuestos aprobados ni los fondos europeos ni ninguna propaganda tapa sus boquetes: la ley mordaza sigue sin derogarse, los presos políticos catalanes continúan en la cárcel. Los fiscales y jueces, envalentonados, y el caso Bateragune vuelve a las salas. Los inmigrantes siguen sufriendo y muriendo, mientras la ley de extranjería no se toca.

Las Cortes, que apuntan por su composición más allá de la Constitución del 78 y sus autonomías, se ahogan incapacitadas para juzgar al rey defraudador o para aprobar una ley de amnistía. Lo que vota el pueblo choca con el “atado y bien atado” de Franco. El régimen pesa, en su crisis, como una losa sobre los salarios y el empleo o el derecho a decidir de los pueblos. Pero a la vez, en la crisis acrecentada por la Covid-19, nada puede impedir que la fuerza de todo ello lo vaya carcomiendo inexorablemente sin que haya vacuna, en este caso, que lo remedie.

Feliz año.