Los sindicatos y la guerra

#Crónicaucraniana

Los sindicatos de Ucrania, como en muchos países antiguamente llamados socialistas, están formados por una parte oficial y una parte creada más recientemente, a partir de la caída del muro de Berlín, llamados también sindicatos libres. La primera está ligada más o menos a los gobiernos y sigue las consignas de arriba y está organizada con dos centrales sindicales que tienen a su vez las ramas industriales o servicios. Los sindicatos libres no tienen por ahora una central y surgen en cada ramo de producción o servicio o, incluso, en una región. Seguramente es el mismo proceso que siguieron muchos de los actuales sindicatos en Europa y en el mundo antes de que se constituyeran las centrales sindicales nacionales.

He estado en una conferencia en la que han hablado representantes de los sindicatos libres, así que sólo puedo hablar de ellos. Pero, para empezar, debo situar al lector en el contexto que estamos hablando. Ucrania está en guerra tras ser invadida por Rusia el 24 de febrero y el gobierno ucraniano ha decretado la ley marcial. Eso quiere decir una restricción casi total de las actividades reivindicativas que tienen que jugar los sindicatos: está prohibido hacer huelgas; hay que aceptar los cambios o prolongación de horarios; no se pueden pagar los salarios completos, etc. Los sindicatos, oficiales o libres, han aceptado esta situación. Entonces, ¿qué papel juegan durante esta guerra?

El dirigente sindical ferroviario del Depósito de Kiev, Olexander Skyba, dice: “los ferroviarios no sólo transportamos personas. También transportamos materiales y ayuda necesaria de una ciudad a otra. En estos momentos es la forma de movilidad y transporte más importante de Ucrania. Sin el ferrocarril muchas ciudades quedarían aisladas. Los rusos consideran al ferrocarril como un enemigo y destruyen los vagones y máquinas que transportan medicinas, insulina, comida. Dejaron pasar algunos medicamentos por la presión internacional, pero destruyeron el ferrocarril. En estos momentos los ferroviarios tenemos una gran responsabilidad en el país.”

Yurii Salmoilov, dirigente del Sindicato Independiente de Mineros de Ucrania dice que “es muy importante la comunicación de la izquierda europea con la izquierda ucraniana. Esta conferencia debe servir para consolidar la relación. El sindicato minero es la alternativa que tenemos”. Al acabar nos sorprende a todos los occidentales al levantar el puño. Se ve que la prohibición oficial del Partido Comunista hace ya años no ha afectado la ideología de muchos viejos militantes.

Vasily, otro líder minero nos dice que “500 miembros del sindicato están en el ejército. Mi mensaje a todos los sindicatos, parlamentos y gobiernos es que dejen de importar el gas, petróleo o carbón de Rusia. Que dejen de alimentar el monstruo”.

Pavlo Oleshchuk, del Sindicato Atómico de Ucrania, explica las duras condiciones en que trabajan: “a pesar de los ataques que hubo a la central nuclear más grande de Europa, los trabajadores continuamos trabajando. Cuando las tropas rusas abandonaron la parte que ocuparon de la central sólo encontramos destrucción y basura en las salas, no sabemos si fue una orden de los mandos o no. Ahora seguimos trabajando “mandados” por los rusos, aunque ellos no siguen ahí. El objetivo es recuperar el anterior nivel económico… No estamos cobrando los salarios. En marzo cobramos sólo 70 dólares…”

Un científico interviene: “pedimos ayuda para Ucrania, no sólo para ayudar a los ucranianos, sino para ayudarnos todos. El imperialismo agrede a todos los pueblos del mundo, a diferentes naciones, por lo que toda solidaridad obrera, toda ayuda por los derechos sociales, es bienvenida.” También entra en el debate político: “Zelensky fue elegido democráticamente. No aceptamos otra visión del pueblo ucraniano. Queremos y esperamos la victoria de Ucrania. No queremos aplastar a Rusia, en caso de que pudiéramos. No somos imperialistas”.

Al finalizar el debate me acerco a Olexander, el ferroviario y le digo que yo también trabajé en el ferrocarril. Se le ilumina la cara y enseguida me invita a ir a Kiev a subir en un tren. Le digo que no puedo, que por ahora no, pero le acepto su invitación para más adelante. Le hago entrega de una pequeña donación económica que hemos recogido para los sindicatos. En el descanso para comer me invita a una cerveza ucraniana que, para mi sorpresa, está en una botella de plástico de un litro. La amabilidad de esta gente no la veía hace tiempo. Casi, casi…me voy a Kiev…Otra vez será.

Alfons Bech

6 de Mayo de 2022