Un diálogo efectivo, democrático, debería abordar, como temas esenciales, la situación de los presos y exiliados y poner encima de la mesa un referéndum pactado y vinculante cuyos resultados fueran reconocidos por el gobierno de España y por la comunidad internacional. Aceptamos que el 1 de octubre se celebró un referéndum y que los resultados fueron concluyentes a favor de “un estado independiente en forma de república”, y que el 3 de octubre un paro cívico avaló esos resultados y rechazó la represión del Estado. Pero, posteriormente, ni se pudo implementar la república ni están claros los pasos a dar para lograrlo. Exigir un referéndum no se opone a que desde el govern de la Generalitat se tomen decisiones para “hacer república”, que de momento no han tomado. Un referéndum, no como excusa para no hacer nada, sino como palanca para volver a concentrar los esfuerzos y la movilización de independentistas, soberanistas y demócratas y también como un medio para buscar alianzas en el conjunto del Estado.
Hay un debate en el movimiento independentista sobre si el objetivo del referéndum está ya superado, que ya se hizo el 1 de octubre y que lo que hace falta es cumplir la voluntad popular expresada entonces y reafirmada en las elecciones del 23 de diciembre. Pero los hechos son los hechos y la realidad es que por falta de fuerza, de decisión o de estrategia, no se ha avanzado en “construir república”. Para hacerlo hay que volver a coger carrerilla, ser más fuertes, tener dirigentes más decididos, forjar más alianzas y debilitar más al Estado.
Estrategia
Los cambios políticos no están definidos en el calendario, son el resultado de múltiples procesos, experiencias, acumulación de fuerzas y debilitamiento del enemigo. El 14 de abril de 1931 ha pasado a la historia pero nadie podía prever que ese día fuera el inicio de la II República. Lo mismo puede decirse de otros hechos históricos como la revolución francesa o la rusa. La rebelión catalana tuvo su punto álgido en octubre del año pasado. No se pudo, o no se quiso, ir más lejos y por eso se necesita madurar el balance y sacar conclusiones para poder seguir adelante.
Como se ha vuelto a demostrar en esta Diada el empuje de la gente sigue presente y, sin embargo, está poco clara la estrategia o, mejor dicho, hay estrategias diferenciadas, incluso contradictorias. El Estado y la derecha quieren magnificarlas para intentar dividirlas, pero, si hurgamos un poco, veremos que la presión popular exige y consigue sostener la unidad democrática y republicana. Si analizamos con más detalle las distintas estrategias, observamos una dura lucha en torno al liderazgo político que tiene que ver con las políticas sociales, económicas, municipalistas y democráticas que habría que implementar.
El govern Torra ni gobierna ni parece que tenga un plan, ni en el terreno político ni en el social y solo gesticula y se centra en aspectos simbólicos y en los presos. ¿No debiera lanzar un plan de choque social para afrontar la grave situación de muchos sectores trabajadores? ¿No debiera definir el contenido social y democrático de la república? Algunas iniciativas del PDCat muestran la contradicción entre las palabras y los hechos. Cuando en la negociación de los Presupuestos del Estado se ha planteado la subida del IRPF para las rentas altas, enseguida emergió el carácter de clase burgués del PDCat para pronunciarse en contra. Son ejemplos de que con esa dirección política será más que difícil establecer una estrategia de avance, y por eso es tan necesario un cambio hacia la izquierda de la hegemonía política del movimiento.
Existe también un debate en el independentismo y el soberanismo sobre si se necesita ampliar (“eixamplar”) la base social de apoyo a la república catalana, o mejor, compartir luchas, experiencias y objetivos con otros sectores o capas sociales no independentistas para realmente poder avanzar hacia una salida republicana.
Una estrategia no se improvisa, debe ser el resultado de un balance común de las experiencias, una claridad en los objetivos, la interrelación entre los distintos sectores implicados y el conocimiento de las fuerzas, evidentemente, también la de los contrarios. Una estrategia unitaria necesita también de una coordinación que vaya más allá de instituciones, entidades, partidos, sindicatos, etc. Durante la Transición existieron esos espacios de coordinación estatal, en cierto sentido también lo fue la Asamblea de Catalunya. Antes de la II República se firmó el Pacto de San Sebastián que orientó al movimiento republicano de la época.
Varios elementos deberían estar bien presentes en esa estrategia. Una posición activa y positiva hacia los movimientos sociales y sindicales y sus reivindicaciones. Un reconocimiento con propuestas prácticas y económicas del papel del municipalismo para la mejora de la vida de los ciudadanos y la búsqueda de alianzas republicanas y municipalistas de todo el Estado. Cuantos más aliados, cuanto mayor reconocimiento mutuo de que se trata de una lucha por derechos democráticos, más débil será el Estado y quienes lo apoyan.
La Diada ha demostrado que sigue intacta la fuerza de la gente. La rebelión catalana ascendió a una montaña alta y no explorada y logró superar enormes dificultades y peligros, pero no llegó a la cumbre. Ahora, con la misma fuerza y determinación, tiene que encontrar otros caminos, quizás más largos o tortuosos, para finalmente llegar a alcanzarla. En los próximos meses el juicio contra los presos exigirá otro esfuerzo de movilización y protesta. Se necesita aclarar la estrategia y sumar y compartir propuestas y proyectos republicanos, tanto en Cataluña como en el resto del Reino de España.
Miguel Salas
Articulo publicado en la revista Sin Permiso