El 21 de diciembre se celebró el tan traído y llevado Consejo de Ministros del gabinete de Pedro Sánchez en Barcelona y la anunciada reunión de éste con Torra. Contra lo señalado por la Brunete mediática, el Armagedón no se dio. Sánchez aguanta y la amenaza del 155 eterno que impulsa la derecha de tres cabezas, se aleja. Los problemas, no. El 21 la gente pacíficamente salió de nuevo a la calle en buena parte de Catalunya. La manifestación multitudinaria de Barcelona de esa tarde resumía la situación a la par que marcaba camino. Su lema: “Acabemos con el régimen del 78. Por los derechos sociales y políticos. Por la autodeterminación, contra la represión.”
El Consejo de Ministros aprobó la mayor subida del salario mínimo desde 1977, 164€ al mes, un 22,3% y dio luz verde al aumento en un 2,25% del salario de más de dos millones y medio de empleados públicos. Sobre “el problema catalán”, el hueso de la aceituna que trae a toda la institucionalidad del régimen del 78 de cabeza, nada nuevo y tangible. El 21 hubo también un controvertido rebautizo del aeropuerto del Prat como Josep Tarradellas, una declaración de reparación al fusilado Lluis Companys (presidente de la Generalitat republicana) y la ratificación de 112 millones en inversión en Catalunya que ya habían sido presupuestados en su momento. Eso fue todo.
La prensa anuncia que Sánchez y Torra quedaron para el 10 de enero de 2019. En esa misma prensa Sánchez volvió a defender su idea de un nuevo estatuto. Al margen de lo desfasado de la propuesta, recordemos que el 80% de la población en Catalunya pide votar (decidir) y no cocinas palaciegas, Sánchez no aclaró cómo sería posible conseguir un nuevo estatuto. Es decir, no contó cómo doblegará el brazo a un Tribunal Constitucional que ya tumbó el anterior estatuto, o cómo someterá a buena parte de su propio partido y al tridente de la derecha que pinchan día y noche contra ello.
La propuesta de Sánchez, si va en serio, no únicamente topará con lo señalado, sino que lo hará de manera indiscutible con todo el régimen del 78 y su constitución. Un verdadero corsé antidemocrático que, como ya demostró la crisis de 2008 y la posterior recuperación, impide la mejora real y efectiva de la vida para la inmensa mayoría de la población. Un orden que consagra el poder y voluntad del capital financiero, del alto funcionariado y de la jerarquía eclesiástica, judicial y militar sobre todas las necesidades y demandas de salario, educación, sanidad, vivienda, justicia y derecho a decidir de la mayoría de la población. Un régimen que ahoga ayuntamientos y cercena libertades de cantantes, titiriteros o sindicalistas mientras deja libres y sin cargos, a gentes como el expresidente murciano del PP Pedro Antonio Sánchez, acusado por corrupción. Un régimen que nombra a una exministra de Aznar, Mariscal de Gante, como encargada del proceso a Puigdemont por el referéndum del 1 de octubre.
No hay diálogo posible y creíble sobre el llamado debate territorial, ni sobre el social, sin cambios. Sin debilitar el dogal que mantiene, gracias al régimen del 78, una parte fundamental del actual entramado político y financiero dominante.
Mientras esos cambios no lleguen, los desahucios y el empobrecimiento, seguirán como hoy siguen en la cárcel los presos políticos catalanes. También para ellos será navidad.
Así que mientras el Rey Felipe en televisión alabará de las bondades del régimen que lo coronó, nosotros sigamos trabajando por la república y la autodeterminación a través del único medio que la acercará, también en navidad, la movilización social.