La decisión de Iñigo Errejón, junto con Manuela Carmena, de extender el proyecto de candidatura municipal de Más Madrid a la asamblea de la Comunidad de Madrid ha hecho saltar por los aires muchas cosas a solo cuatro meses del macro domingo electoral de mayo. Una cita en la que toda la ciudadanía del Reino está llamada a votar ayuntamientos y Parlamento Europeo, y, en cerca de la mitad del territorio, también parlamentos autonómicos.
La decisión de Errejón, su abandono del escaño, la respuesta de Iglesias, así como la del staff de Podemos e IU plantean para el conjunto de la izquierda problemas muy de fondo cuyo desarrollo nos lleva ya ocupando bastante tiempo y tiene visos de ocuparnos bastante más. Las cuestiones expuestas por Iñigo Errejón en su salida tales como su referencia a la abstención, a la falta de movilización, a la necesidad de renovar el mensaje o de ampliar las alianzas son del todo ciertas. Ahora bien, el remedio propuesto agrava todos los síntomas de la enfermedad sin resolver ninguno de ellos.
No tienen razón quienes avalan la actual división producida en el seno de Podemos en las supuestas “virtudes” mostradas por los resultados andaluces de la derecha dividida en contraposición con la pérdida de votos de Adelante Andalucía. Tampoco aquellos que esgrimen el carácter uniprovincial de la autonomía madrileña para justificar como algo positivo que se añadan más siglas a la sopa de letras ya existente. La realidad desmiente a ambos. El momento en que de manera más contundente el ciclo de movilizaciones articulado alrededor del 15M tomó fuerza en el marco institucional fue, precisamente, cuando se configuraron las candidaturas del cambio en las últimas elecciones municipales. Fue en ese momento cuando esa pléyade de agrupamientos de diversas sensibilidades cincelados de manera muy transversal y participativa, lograron dar un vuelco al gobierno municipal de buena parte de las ciudades del Reino. También en esa fecha, la división entre Podemos e IU en la Comunidad de Madrid, apartó, por escasos votos, a la segunda de la Asamblea y, con ello, impidió el desalojo PP no solo de los ayuntamientos, sino también de la Comunidad.
La flexible unidad municipal, muy pegada a la realidad más cotidiana, mostró entonces su potencia al ligar listas y movilización. Ahora, extinguido el ciclo del 15M, con los claroscuros que toda gestión municipal y parlamentaria implican y con unas derechas que han movilizado 3 millones más de votos que todas las izquierdas, la división de hoy solo añade más confusión y más desmovilización.
El aviso andaluz, las encuestas y la falta de tensión en la calle indican que es necesario movilizar y repolitizar al conjunto del movimiento, regenerar su base y ampliar sus acuerdos. Una imprescindible apuesta por la movilización que exige propuestas claras, medidas y tareas. Medidas de democracia radical, de olor republicano, de libertad y de derecho a decidir, de procesos constituyentes, de garantía de derechos sociales y salariales, de profunda igualdad feminista.
Volver a definir el camino del “asalto a los cielos” supone tener los pies bien asentados en la tierra y en los problemas centrales de la vida de la gente. Para transformar en victoria y propuesta política creíble, que nos permita ganar en cada municipio, en cada Comunidad y en Europa, es imprescindible comenzar por la tarea de unir aquello que ahora se separa. Sin esa unidad, ganar se aleja como el cielo que se quiere asaltar.