El sábado, 8 de febrero, se volvió a mostrar el buen estado del músculo feminista. Más de 7 mil mujeres tomaron el centro de Madrid en una cadena que marcó el arranque de las movilizaciones que nos llevarán hasta el 8 de marzo. Una semana en la que también volvimos a ver la dureza de la violencia sobre la mujer con dos nuevos asesinatos y en la que Sánchez reunió en Quintos de Mora (Toledo) a su gobierno de coalición. La finalidad del encuentro era definir las prioridades de un semestre marcado por la negociación presupuestaria, la mesa de diálogo en Catalunya y la financiación autonómica, o lo que es lo mismo, la columna vertebral del gasto en salud, educación y buena parte del resto de políticas sociales cuyo funcionamiento está indisolublemente ligado al sistema autonómico del régimen del 78.
Mientras los agricultores pasaban por Madrid reclamando precios justos y medidas para embridar a las cadenas de distribución, se iniciaba una campaña por la amnistía en Catalunya. Por su parte, el relator especial de NN.UU. para la pobreza y los Derechos Humanos, Philip Alston, dejaba una foto de la realidad del reino con los profundos y graves surcos que más de diez años de políticas austeritarias han dejado en la piel de nuestra sociedad.
Alston alertó de la urgencia de tomar medidas en protección social, vivienda y redistribución de la riqueza en una sociedad en la que más de un millón de hogares tienen a todos sus miembros sin empleo, que gestiona un sistema de Rentas Mínimas que deja fuera al 92% de quienes se encuentran por debajo del umbral de pobreza, que mantiene al 26,1% de total de su población en riesgo de exclusión y al 36% sin poder hacer frente a gastos imprevistos. Una sociedad con una presión fiscal 7 puntos por debajo de la media de la UE y con casi nula capacidad redistributiva de sus impuestos.
Los crudos datos expuestos en estos siete días y las movilizaciones de calle revelan la necesidad urgente de meterle mano a la pobreza y desigualdad, y de afrontar problemas como Catalunya, la amnistía de los presos políticos, la eliminación de leyes mordaza o de más derechos para las mujeres e inmigrantes.
Si no queremos que la urgencia social y política que vivimos quede ahogada en el enjambre burocrático administrativo de la segunda restauración borbónica, en sus eternos e inútiles recovecos que ni dan libertad ni quitan pobreza, sino que la enquistan, hacen falta algo más que reuniones y buenas intenciones. Hacen falta movilización de calle, mucha unidad y capacidad de integración de todas las reivindicaciones como las que muestran cada vez que salen a la calle las mujeres.