La calle comienza a reclamar la dimisión de la presidenta Díaz Ayuso en las manifestaciones celebradas el pasado viernes 18 ante la sede de su gobierno; a ellas siguieron el domingo 20 de septiembre, movilizaciones en cada uno de los barrios estigmatizados de la Comunidad de Madrid. Desde el lunes, se ha puesto en marcha el confinamiento parcial del 13% de la población de la región, más de 850 mil personas.
Un confinamiento inútil, clasista, segregador, xenófobo y aporafóbico. INÚTIL, porque en la Comunidad el volumen de infectados es tal que el contagio es comunitario y las medidas adoptadas no lo atajarán. Como señalan los expertos, hace falta el refuerzo de la atención primaria, empezando por abrir los centros de salud que aún hoy siguen cerrados, más líneas de teléfono para atender pacientes, más profesionales sanitarios y de otro tipo, comenzando por rastreadores que puedan seguir la cadena de contagios, test y una ampliación del transporte público y de los apoyos en las escuelas. O sea, reforzar lo público y universal, los derechos a la salud y a la educación, que es justo aquello que Ayuso no quiere hacer.
Se trata de confinamientos CLASISTAS, SEGREGADORES Y APORAFÓBICOS porque todas las zonas afectadas, sin excepción, son barrios de gente trabajadora, empobrecida por las políticas neoliberales extremas que se llevan aplicando en Madrid sin misericordia los últimos 25 años. Son también XENÓFOBOS porque en esas áreas se concentra buena parte de la gente inmigrante a los que ahora se castiga con una nueva estigmatización.
Pero que dimita Ayuso no resultará tan fácil. El presidente Sánchez se reunió con ella el lunes y no dudo en apuntar que “no se trata de una lucha ideológica, sino de luchar contra la pandemia”. Por ese camino, mal para echar Ayuso y peor para la vida y la salud de la población.
Cuando la ideología neoliberal extrema de Ayuso “se hace carne” provoca lo que estamos viendo: la comunidad más desigual. La más rica sí, pero la que menos gasta en sanidad o educación del reino. La que evita a sus 4 mil súper ricos pagar 1000 millones de euros en impuestos, mientras recorta las rentas mínimas o estrangula la dependencia y la ayuda a las mujeres. Una ideología que fragmenta la sociedad y el territorio.
Sánchez, en medio de los reproches de Ayuso habla de cooperación y ella de que “Madrid sabe lo que quiere, pero que le faltan medios”. Cuando la presidenta traduce esta afirmación no habla de médicos, tampoco de contratar rastreadores, menos aún maestros o de abrir el parque de viviendas vacías para combatir el hacinamiento de los infectados o la violencia que sufren las mujeres. Que nadie espere más dinero y recursos para ayudas que combatan la pobreza y la crisis acelerada por la pandemia. Ayuso quiere 2500 policías, y que le den gratis algunos rastreadores del ejército, que ella no está para hacerse cargo de las pandemias que sufre población, sino para garantizar que su Madrid, el de los negocios, no se cierra. En resumen, desea sostener su política austeritaria y, de paso, quitarse de encima la responsabilidad de gestionar la crisis del Covid-19.
El Madrid que sufre empieza también a saber lo que necesita para ganar en salud física y democrática. Así lo indican las marchas de los vecinos de estos días, la huelga del personal docente de ayer y hoy, la de médicos de atención primaria del día 28 de septiembre o la manifestación del próximo domingo 27. La población de Madrid necesita deshacerse del gobierno del trifachito; ésa es la verdadera ayuda que puede salvarla.