Cuando el 3 de abril de este año Financial Times editorializaba que “La redistribución volverá a estar en la agenda; los privilegios de las personas mayores y de los más ricos serán cuestionados. Políticas consideradas hasta ahora excéntricas, como la renta básica o los impuestos a las rentas más altas, tendrán que formar parte de las propuestas”, un buen número de personas se quedó muy sorprendido. Y otro buen número simplemente no debió dar crédito. No sabemos las intenciones de FT, pero el contenido no era precisamente ambiguo. Hace pocos días, el 22 de septiembre, en el discurso del 75 aniversario de la ONU, su Secretario General dejó dicho que “La inclusividad implica invertir en la cohesión social y poner fin a todas las formas de exclusión, discriminación y racismo. Implica establecer una nueva generación de protección social, con Cobertura Sanitaria Universal y la posibilidad de una Renta Básica Universal.” Quizás más de uno debió también sorprenderse. FT y António Guterres, todo y las diferencias entre el periódico y el SG de la ONU, ponen la renta básica en primera línea. Junto a estos dos hechos, otro muy distinto porque pertenece al mundo de los movimientos sociales: el 20 de junio se realizaron distintas movilizaciones en distintos lugares de la geografía del Reino de España en defensa de una “plan de choque social”, con más de 500 entidades de todo tipo. En el primer punto se podía leer: “Establecimiento de una renta básica incondicional.” En claro contraste, tanto del FT, como del SG de la ONU y no digamos ya de las entidades que firmaban el “plan de choque social”, el gobierno español ha apostado por algo muy diferente, el llamado Ingreso Mínimo Vital, cuyos resultados a más de tres meses de su implantación no es que sea mediocre o malo, es penoso. Tanto, que cualquier cosa que venga en los próximos meses cabe esperar que será mejor. Peor, ciertamente, es imposible. Estamos ante un fracaso de una magnitud tremenda y un desastre para la pequeña parte de la población pobre a la que iba dirigido y entre la que despertó algunas esperanzas. Como alguien ha dicho, el IMV no es ni mínimo ni vital. En realidad, no es ni ingreso para casi nadie.
Justo cuando estamos escribiendo estas líneas, se ha conocido los datos del segundo trimestre de la economía española. Lo previsto, es decir, unas perspectivas para la mayoría de la población no rica nada risueñas.
Y justo también en estos días, el 25 de septiembre exactamente, empezó la recogida de firmas de una iniciativa ciudadana europea por una renta básica incondicional y universal. ¡Caramba! Esto supone un esfuerzo organizativo tremendo. Se necesita un millón de firmas en distintos países europeos. Y en el plazo de un año. No es poca cosa.
Cualquiera persona que tenga un mínimo de interés sobre lo que se discute en el mundo o con un mínimo de antenas sociales, quedará cuando menos motivado por la renta básica, una asignación pública y monetaria incondicional y universal. Quizás con un punto de frivolidad podría decirse que la renta básica está de moda. Quizás. Pero creemos que no es cuestión de moda. La renta básica está despertando el interés de cada vez más amplios sectores sociales por ser una medida que da respuesta inmediata a los graves problemas que tienen una gran parte de la población no rica. El grave ataque a la existencia material para la inmensa mayoría de la clase trabajadora, que ya empezó con el capitalismo contrarreformado de la década de los 70 del siglo pasado, se agravó exponencialmente a partir de la crisis de 2008 y la del Covid-19.
Uno de nosotros fue invitado a participar en la llamada “Comisión de reconstrucción económica y social” en el Congreso de los Diputados el pasado 22 de junio y allí apuntó:
Tan importante como las buenas razones, es disponer de una gran parte, una mayoría, de la ciudadanía que esté dispuesta a luchar, a defender, a hacer suya las ideas. No hay ninguna gran idea que sin una fuerza material que la defienda haya llegado a muy buen puerto. El sufragio universal de hombres y mujeres, la abolición de la esclavitud, la libertad de expresión, el matrimonio homosexual, el derecho al aborto… fueron conquistas que no se realizaron solamente porque hubo algunas personas que las defendieron, sino porque hubo una gran parte de la ciudadanía que luchó, empleó sus fuerzas y sus razones para conseguirlas.
La renta básica todavía no está en una situación que quede caracterizada por disponer de una mayoría de la ciudadanía que esté dispuesta a luchar, a defender y a votar por ella. Pero no hay duda que cada vez son más los sectores sociales de todo tipo (asociaciones profesionales de trabajadores sociales, de la cultura, sindicalistas, movimientos sociales…) que alzan su voz para proponer la renta básica. Seguramente no hay ninguna medida social que, junto a la defensa de la sanidad y la educación públicas, despierte un consenso cada vez más creciente, especialmente a partir de la crisis provocada, aunque en realidad ya estaba larvada con anterioridad, por el Covid-19.
Son cada vez más las personas de izquierdas que defienden la renta básica. Y algunas de estas personas se sienten algo perplejas cuando leen y escuchan que hay defensores neoliberales que también la defienden. Esto merece alguna aclaración.
Las propuestas y apoyos de la renta básica provienen de posiciones políticas, académicas y sociales muy diversas. Algunos partidos de derechas y otros de izquierda han defendido en algún momento la renta básica en distintos lugares del mundo. En el caso del reino de España, el partido político Podemos se presentó a las elecciones europeas de 2014 con una defensa meridianamente clara de la renta básica.1 Duró poco. Este partido en la actualidad defiende los habituales subsidios para pobres o para extremadamente pobres. Anteriormente, se habían presentado propuestas de ley en distintos parlamentos autonómicos y en el español con proposiciones de ley en defensa de la renta básica. La primera ocasión en que se presentó una propuesta de ley fue en el año 2002, cuando Esquerra Republicana de Catalunya e Iniciativa per Catalunya presentaron una propuesta de ley2 en el Parlamento de Catalunya. También duró poco. Una de las razones de la brevedad temporal de la defensa de la renta básica por parte de algunos partidos está en lo que podríamos establecer como “ley de la lejanía del poder” que puede ser anunciada así: la renta básica tiene más apoyos por parte de partidos políticos cuando más alejados están del poder. O también: la renta básica recibe menos apoyos cuando más cerca están los partidos del poder. A ello se refieren Van Parijs y Vanderborght cuando hablan del “apoyo barato” de algunos partidos a la renta básica cuando están muy lejos del poder. Y la falta de apoyo cuando están cerca.
Pero aún así, sigue siendo cierta la afirmación de que algunos partidos y académicos de derechas, así como otros de izquierda han defendido en el pasado o defienden en la actualidad la renta básica. Esta realidad ha comportado, como comentábamos al principio, que algunas personas se hayan sentido perplejas ante lo que este “prodigio” supone: ¿derechas e izquierdas defienden algo tan especial como la renta básica de forma común? No, no hay tal prodigio. Las diferencias más importantes entre las propuestas de renta básica de derechas e izquierdas son muy grandes. Cinco de las grandes diferencias son las siguientes.
1) En cómo se financia la renta básica. O, lo que es lo mismo, qué parte de la población gana y qué parte pierde. Para las propuestas claras de izquierda, al menos de la izquierda republicana y socialista como las presentadas en Sin Permiso, la financiación de la renta básica significa una reforma fiscal que supone una redistribución de la renta de las decilas más ricas al resto de la población. La derecha pretende otros objetivos, no precisamente una redistribución de la renta de los más ricos al resto.
2) En las medidas de política económica que adicionalmente se proponen junto a la renta básica. La izquierda republicana y socialista asume la defensa de la sanidad y la educación públicas, y en general, del Estado de bienestar. La derecha no. Los defensores de derechas pretenden desmantelar el Estado de bienestar (o lo que queda en algunos lugares del mismo) “a cambio” de la renta básica —sería el caso por ejemplo de Charles Murray, el economista que defiende la renta básica en las páginas del Wall Street Journal: el título de uno de sus libros es suficientemente explícito In Our Hands: A Plan to Replace Welfare State—, persiguiendo sus clásicos objetivos de “adelgazamiento” del Estado —excepto la policía, el ejército y los tribunales de justicia, significativamente— y de reducción de la presión fiscal a los ricos. La izquierda republicana y socialista no concibe la libertad de forma independiente de las condiciones materiales de existencia. Para esta izquierda, una renta básica podría, y debería, ir acompañada de más y mejores servicios públicos, y de propuestas como la reducción de la jornada laboral. La Red Mundial de Renta Básica (BIEN por sus siglas en inglés) que fue fundada en 1986 y que ahora tiene secciones en todos los continentes, es clara en este aspecto, afirmando en una resolución aprobada en la Asamblea General en Seúl en 2016, que su versión de la renta básica es:
[E]stable en cantidad y frecuencia y lo suficientemente alta como para ser, en combinación con otros servicios sociales, parte de una estrategia política para eliminar la pobreza material y posibilitar la participación social y cultural de cada individuo. Nos oponemos a la sustitución de derechos o servicios sociales si esa sustitución empeora la situación de personas relativamente desfavorecidas, vulnerables o de ingresos bajos.
3) Los defensores de izquierdas de la renta básica también entienden que aumentaría el poder de negociación de los trabajadores y de las mujeres. Cuando la relación laboral es tan institucionalmente asimétrica aunque los contratos entre una multinacional o gran empresa y cualquier trabajador tomen legalmente a ambas partes como “iguales”, no es complicado ver cómo una renta básica mejoraría la posición de la parte más vulnerable, que al menos tendría un ingreso por encima o al menos igual al umbral de la pobreza sobre el que apoyarse. El aumento del poder de negociación de los trabajadores y de las mujeres que supondría la renta básica, según defiende la izquierda, no es admitido como bueno o deseable por la derecha. Adicionalmente, la derecha prefiere cantidades pequeñas de renta básica por debajo del umbral de la pobreza para “incentivar” el trabajo remunerado. Sobre el cada vez más desarrollado porcentaje de “trabajos de mierda”, como los catalogaba el recientemente fallecido David Graeber, la derecha es insensible a la cuestión puesto que justifica que siempre se han tenido que desarrollar trabajos inútiles, desagradables y poco interesantes para hacer posible el crecimiento.
4) En la neutralidad del Estado. Para la derecha la neutralidad significa que el Estado no intervenga en las negociaciones y disputas de los distintos agentes y sectores sociales. Para la izquierda republicana y socialista, significa que debe intervenir activamente para impedir que los grandes poderes privados, como las multinacionales gigantes, impongan su voluntad privada a los Estados, con el ataque a la libertad de la mayoría no rica que eso supone. Con una defensa de una renta máxima, por ejemplo. Un Estado republicano debe intervenir activamente para que la neutralidad sea un hecho, y no una superficial consigna de “equidistancia entre los distintos proyectos de buena vida”. Republicanamente, se presupone que el Estado deba ser equidistante entre las distintas concepciones de la buena vida, pero, cuando grandes poderes privados disponen de la capacidad de imponer a la ciudadanía su concepción privada del bien, cuando la constitución oligopólica de los mercados permite el secuestro del Estado por parte de los inmensos imperios privados, la neutralidad republicana significa intervención activa, no tolerancia pasiva y que gane el más fuerte.
5) En las medidas que deberían acompañar a una renta básica. La renta básica sería una medida propia de la esfera de la política económica, pero no es una “política económica” por sí sola, como también hemos insistido en anteriores ocasiones. La diferencia entre las propuestas de izquierdas y de derechas también se hace evidente por la cantidad y tipo de medidas adicionales que estas implican en el campo de la política económica. Por ejemplo, gravar con impuestos a los ricos para que estos de hecho paguen la renta básica del resto de la población sería una medida harto diferente de cualquiera diseminada por una oligarquía que ha engullido todo a su paso, hasta el extremo de que tres personas en los Estados Unidos –Jeff Bezos, Bill Gates y Warren Buffett– poseían en 2017 más riqueza que la que tenía en conjunto la mitad más pobre del país.
No hay por tanto ningún prodigio. Algunos autores de derechas y otros de izquierdas defienden la renta básica, pero pensamos que ha quedado claro que no se refieren a nada parecido más allá a lo sumo del mismo nombre y de la definición formal.
No sabemos la repercusión que tendrá para la renta básica el discurso del SG de la ONU. Seguramente poca si alguna. No sabemos si FT seguirá insistiendo en una renta básica y en un impuesto a las grandes fortunas. Con seguridad que no. Y tampoco sabemos si se logrará el millón de firmas hasta finales de septiembre del año 2021 en favor de una renta básica europea. Pero esto último valdrá la pena intentarlo. En el más modesto de los objetivos servirá para que miles de personas de toda Europa se impliquen activamente en la campaña y que centenares de miles de ciudadanos y ciudadanas conozcan las inmensas posibilidades de esta propuesta. Y, quien sabe, quizás pueda servir también para que la renta básica sea una propuesta de realización mucho más cercana de lo que algunos están dispuestos a admitir. En todo caso, valdrá la pena intentarlo.
Notas:
1 Más concretamente, podía leerse en el programa electoral de las elecciones europeas de 2014: “Derecho a una renta básica para todos y cada uno de los ciudadanos por el mero hecho de serlo y, como mínimo, del valor correspondiente al umbral de la pobreza con el fin de posibilitar un nivel de vida digno. La renta básica no reemplaza al Estado de bienestar, sino que trata de adaptarlo a la nueva realidad socio-económica. Sustitución de las prestaciones sociales condicionadas menores a la cuantía de este ingreso básico. Financiación a través de una reforma progresiva del IRPF y de la lucha contra el fraude fiscal.” Una redacción de una claridad impecable. Después de 2014 los responsables políticos y económicos de Podemos volvieron a sumirse en la corriente mainstream de los subsidios para pobres (para muy pobres en realidad) condicionados.
2 Puede leerse el boletín oficial del Parlamento de Catalunya del 18 de febrero de 2002 la propuesta de ley en http://www.redrentabasica.org/rb/rrbantigua_233/
Gustavo Buster es editor de Sin Permiso
Daniel Raventós es editor de Sin Permiso