Comentábamos en un anterior artículo que las elecciones catalanas del 14 de febrero eran “muy importantes para Cataluña y para el resto del Reino de España, especialmente para el gobierno español”. En el gobierno español y en las Cortes ya en pleno ajetreo, estas elecciones han tenido como efecto la de remover aún más las aguas turbias. Y será un efecto duradero. De momento, el PSOE se siente reforzado, el PP está muy tocado, Ciudadanos está hundido, UP respira después de las derrotas de Euskadi y Galicia, Vox saca pecho.
No era previsible que de estas elecciones surgieran soluciones inmediatas a las diferentes crisis, el conflicto nacional y la crisis económica y social producida por la pandemia, pero sí han producido movimientos que modifican algunos aspectos del mapa político.
Previo a cualquier análisis y comparativa electoral de este 14 F hay que tener en cuenta la enorme abstención, la mayor desde 1980. El 47,4% del censo no votó. La abstención fue incluso superior a lo previsto por algunos análisis previos que ya la situaban en porcentajes muy altos. En las elecciones de 2017, sólo faltaron a las urnas el 20,9%. La pandemia, recordemos que fueron los jueces quienes mantuvieron esa fecha contra la opinión de todos los partidos catalanes menos el PSC-PSOE, y un cierto agotamiento político y social explican esa baja participación.
Los socialistas han sido la primera fuerza con un 23,04% de votos y 33 diputados. Es la primera vez que en Cataluña se gana unas elecciones con un porcentaje inferior al 25%. El llamado “efecto Illa” quizás haya contribuido al aumento electoral de este partido, aunque pasará como ya le ocurrió a C,s en 2017 que la victoria no le servirá para gobernar. Buena parte del cinturón metropolitano de Barcelona, en el que ganó C,s en el 2017, ha vuelto a votar al PSC.
La batalla política en las elecciones catalanas se sitúa en diferentes planos, como ya viene siendo la norma de todo punto evidente durante la última década en esta nación. Izquierda y derecha es un evidente plano. Otro es el factor nacional y el conflicto democrático sobre la relación entre Cataluña y el resto del Estado.
Para ver más claramente el resultado electoral hemos confeccionado los siguientes cuadros combinatorios que reflejan la proporción entre los diferentes planos aludidos y su ubicación política. Y cuando hacemos la configuración de “izquierdas y derechas” ya avanzamos que lo hacemos de forma muy general. Algún partido que situamos a la izquierda, básicamente el PSC-PSOE, ha mantenido posiciones en momentos puntuales menos democráticas, como partido monárquico y defensor del régimen del 78, que algún partido que situamos a la derecha, básicamente Junts. Recordemos en plena campaña electoral algunas declaraciones del exministro como el impagable “un referéndum es algo descabellado y no tiene apoyo en la sociedad catalana” (sic). Dicho lo cual, nos parece todavía oportuno y defendible situar al PSC en una vaga posición de izquierdas y a Junts en una clara posición de derechas en temas económicos y sociales.
De las elecciones ha salido un Parlament más de izquierdas, con mayor representación del independentismo y soberanismo, más debilitados los partidarios del régimen monárquico, incluso con el avance del PSC, y con un enorme retroceso de las derechas unionistas. Es conveniente hacer una lectura política adecuada: es más de izquierdas, pero es también más republicano y soberanista. La combinación de esos dos elementos es la clave para responder a las demandas de la mayoría electoral. Se necesita una ambiciosa política social para responder a la crisis pandémica y una clara exigencia democrática de amnistía, de liberar a los presos políticos y a los casi 3.000 encausados y exigir un referéndum para que democráticamente pueda decidirse la relación entre Cataluña y España. Intentar rebajar que el independentismo solamente representa el 27% del electorado catalán debido a la abstención es tan cierto como que al PSOE lo votó el 18% del electorado español. Y que quien le dio apoyo a la investidura gracias a la cual es presidente Pedro Sánchez del Reino de España sumaba el 29% del mencionado electorado. Todo es cierto, sí.
Qué programa y qué gobierno
No serán pocas las dificultades para formar un gobierno. Los socialistas no quieren gobernar con ERC porque eso debilitaría el flanco del gobierno del Reino. ERC no quiere gobernar con el PSC porque defendió la aplicación del 155 y esta misma semana se ha opuesto en el Parlamento a una propuesta para pactar un referéndum, del que se ha abstenido UP. De hecho, un gobierno con el PSC sería un intento de pasar página, uno de los ejes de la campaña de Illa, del proceso de movilización por el derecho a la autodeterminación y un apuntalamiento del régimen monárquico. La idea de un gobierno de izquierdas defendida por los Comunes, que apenas tiene en cuenta la vertiente nacional y democrática del conflicto, parece no tener mucho recorrido. Más peregrina parece la idea de que gobierne ERC con Comunes, y el PSC apoyando desde fuera del gobierno.
ERC propone un gobierno, que llaman de vía amplia, con Junts, CUP y Comunes. Tampoco será fácil. Los Comunes rechazan apoyar un gobierno con Junts, partido que tiene que asumir que ya no es la primera fuerza del independentismo. La CUP tiene opiniones divididas respecto a la actitud a tomar ante una posible participación en el gobierno.
Claro está que no solamente opinan los partidos políticos sobre sus preferencias de gobierno. También la patronal ha dado su opinión y pide un pacto ERC, PSC y Comunes: “La gran empresa ha transmitido a los líderes de ERC, partido que sin ninguna duda asumirá la presidencia de la Generalitat, que su opción preferida es un gobierno pactado con el PSC de Salvador Illa y los Comunes, tanto en el formato de coalición como en el de un ejecutivo con los republicanos en solitario en el Govern y con el apoyo externo de los otros dos grupos en el Parlament”. Considera que un gobierno ERC, Junts y la CUP “es la peor salida” porque temen “medidas fiscales y económicas muy desfavorables”.
La política policial también ha saltado en primer plano y será motivo de las discusiones para formar gobierno debido a las manifestaciones diarias en varias ciudades catalanas, y españolas, contra la prisión de Pablo Hasél.
Se necesita un gobierno, pero además de las combinaciones parlamentarias se necesita saber el contenido de sus propuestas. Hay posibilidades de un gobierno que apueste por un plan de emergencia social y sanitaria: renta básica, ley de alquileres y contra los desahucios, acabar con la escuela concertada, ninguna subvención pública a las religiones, salario mínimo, servicios públicos, inversión pública, contrataciones y reducción en el camino de la abolición de la sanidad privada financiada con dinero público. Incluso la propuesta de la renta básica tiene propuestas de distinta intensidad favorables en ERC, Comunes y la CUP. Las dos primeras la contemplan como una posibilidad a la hay que dirigirse, la CUP la ha defendido en estas elecciones de manera abierta e inmediata. También se necesita saber si se van a implantar medidas y presupuestos suficientes para combatir las agresiones sexuales, violaciones y violencia machista. Si se va a girar de forma decidida hacia políticas contra el cambio climático y la transición ecológica. Si de la misma manera que se exige la amnistía y garantías democráticas se pone fin a la política de seguridad represiva que se aplica desde la Generalitat. Si se va a negociar con los sindicatos y las asociaciones representativas un plan para responder a la crisis. Y también, si es un gobierno que se declara republicano e independentista o aunque sea soberanista, tendrá que dar pasos prácticos para el ejercicio del derecho de autodeterminación. Un acuerdo programático de gobierno en defensa de un amplio programa social, de la soberanía y de las libertades democráticas, sería la respuesta a lo que una gran parte de los votantes han expresado en las urnas.
Hay algo que debería tenerse muy presente. Vox ha obtenido una parte importante de votos de las franjas más pobres de la población. Más concretamente: este partido franquista ha sido el que más votos proporcionalmente ha obtenido de los barrios pobres. Algo a retener para la izquierda independentista y soberanista: la base social se gana con política concreta. Contra la demagogia de Vox no solamente hay que oponer “antifascismo” más o menos abstracto sino políticas que atraigan a los sectores que más castigados en su existencia material han estado con la crisis que ya venía de 2008 y que ha sido renovada y multiplicada por la pandemia. El “derecho a la existencia” debería ser la prioridad de la política de la izquierda independentista, soberanista y republicana.
Pasar de los deseos a la realidad no es fácil. Responder a la crisis pandémica obliga a tener muy presente que habrá que negociar los fondos financieros de la Unión Europea que se distribuirán a través del Estado y que representarán una fuente económica muy sustanciosa. De la misma manera, la mesa de diálogo, hasta ahora inexistente, entre el gobierno del Estado y la Generalitat será una prueba para comprobar si es un camino con algún recorrido o una vía muerta.
Las elecciones no han resuelto las contradicciones y la inestabilidad social y política, solo las han situado a otro nivel, y podrían estallar en cualquier momento. Las movilizaciones por la libertad de Pablo Hasél son un ejemplo de respuesta a la arbitrariedad judicial, al ataque a las libertades y al hartazgo de amplios sectores de la juventud. En lo que respecta a Cataluña, y que afecta al conjunto del Reino, el conflicto es la falta de respuesta a las aspiraciones democráticas de la población, como se ha vuelto a confirmar en estas elecciones. La inestabilidad se incrementará si no se responde a las demandas sociales por el derecho a la existencia, y a las demandas democráticas por la amnistía y el referéndum.
Daniel Raventós editor de Sin Permiso
Miguel Salas sindicalista y miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso