La pandemia se ceba en las mujeres. No es casual; representan la mitad de la población más precaria y pobre. Están en primera línea del contacto con el coronavirus; constituyen el grueso de las profesiones y profesionales dedicadas a los cuidados, de las calificadas como esenciales.
En el año de la Covid-19 y del confinamiento han crecido las agresiones machistas. La criminalización institucional y la de los representantes más reaccionarios del estamento político agrava este vía crucis femenino.
En 2020 tuvimos que ver como se acusaba de la expansión del CoV-SarS-2 al 8 M, a la gigantesca demostración de fuerza feminista que inundó las calles de todas las ciudades ese día. Este año, el gobierno de la Comunidad de Madrid (PP y C’s), con la inestimable ayuda de buena parte de la prensa y de Vox, quiere impedir, en nombre de una “supuesta lucha contra la pandemia”, el elemental derecho de expresión y manifestación de las mujeres e impone restricciones a las acciones de calle. Cuando el tema era enfrentarse a la Ley Celaá o apoyar la revuelta de los Cayetanos poco importaban las distancias o las mascarillas. Ahora bien, cuando se trata de defender la lucha de la mitad de la población por sus derechos, todo son problemas. ¡Misoginia!
Es lógica la precaución y temor al contagio, pero estas restricciones del derecho de manifestación están completamente fuera de lugar, incluso desde el punto de vista sanitario. Son producto de un régimen político reaccionario y patriarcal que quiere a las mujeres en casa y con la pata quebrada.
CCOO y UGT expresan su “compromiso por la consecución de la igualdad real entre mujeres y hombres y la eliminación de todas las formas de discriminación y violencia hacia las mujeres”. La comisión 8M de Madrid llama a movilizarse con el lema “Ante la emergencia social, el feminismo es esencial”. La Aurora llama a sostener y participar en todas las movilizaciones y actos unitarios que las mujeres preparan para este 8M.
Hay que pisar la calle por los derechos de la mujer y para defender el empleo en Bosch o en el Corte Inglés. Los primeros quieren cerrar, lo segundos, despedir a más de 3.500 personas. Los dos han chupado y pretenden seguir chupando de las ayudas públicas. Lo demás, no les importa. La pandemia dibuja un presente de empobrecimiento generalizado que el régimen y sus instituciones no saben cómo afrontar más allá del palo, la prohibición y la alarma por los contenedores quemados. ¡Que no engañen! No son pacifistas, ni tampoco pacíficos quienes se esconden trás tales opiniones.
La violencia que sufren las mujeres, la que padecen los desahuciados, la de quienes viven sin luz en la Cañada Real, la de aquellos que ven como su negocio se cierra, la de quienes ven rechazada su petición de Ingreso Mínimo Vital es la que se esconde tras los papeles del juez, el policía, el banquero o la compañía de suministros. Y es tan brutal que la desesperación social empieza a aparecer de la mano de la juventud a la que le niegan su futuro.
Queremos un mundo de derechos universales e igualdad real. La Huelga General Feminista demostró que las mujeres pararon el mundo. Un mundo que, para avanzar en los cuidados, la vida y la naturaleza necesita la lucha y el trabajo de las mujeres. El 8M es nuestra cita. No faltes.