Ganaron PP y PNV las elecciones gallegas y vascas respectivamente. No genera contagio, como atestiguan los resultados, la política actual del Gobierno de Coalición Progresista. El PSOE no avanza de manera significativa en ninguno de los dos territorios y no es alternativa. En ambas comunidades representa la tercera fuerza política. Peor le ha ido a Unidas Podemos y sus confluencias. En Galicia, implosiona, pierde sus 14 diputados y pasa a fuerza extraparlamentaria. En Euskadi, solo salva 6 de sus 11 escaños.
No resulta posible extrapolar los resultados mencionados, ni en unas pocas líneas explicar la situación desde todas sus perspectivas. Pero es evidente que detrás de tanta lucha interna en el conglomerado de Unidas Podemos y las confluencias hay más que una guerra por las sillas.
Uno de los verdaderos problemas, y representa la enésima constatación, es que no hay fuerzas suficientes para doblegar la política neoliberal de la oligarquía española y sus aliados, salvo que se encuentre la forma de sumar a este objetivo, de manera compartida, a las expresiones políticas del pueblo oprimido vasco, gallego o catalán. El avance de EH Bildú y, a su manera, el sorpasso del BNG al PSOE gallego así lo atestiguan. La suma imprescindible para arrojar de nuestras vidas la austeridad que aún nos domina, pandemia mediante, se comprueba irrealizable a no ser que se le añada la divisa constituyente republicana en toda su pluralidad y, consecuentemente, el ejercicio del derecho de autodeterminación como pilar central. No se trata de un camino sencillo, pero estar en el gobierno con Sánchez no es más fácil y lo que es peor, no contagia.
Quien precisamente espera que el contagio republicano no crezca es la monarquía. Felipe VI anda de gira turística. Visita bodegas, se entrevista con empresarios, se apoya en las barras de los bares cuando se lo pide la reina y saluda a los niños. Como en su luna de miel, no paga él la tourné. La primera la costearon su padre (de alguna mordida de las suyas) y un “empresario amigo”, Cusí. La gira de ahora la pagamos nosotros de lo que el monarca “muerde” de nuestros impuestos. Es el contagio de la secular corrupción borbónica que intentan que no salpique al actual monarca. Una tarea imposible. La corrupción hunde sus raíces en un orden constitucional que nació de una transición que consagró el capitalismo de amiguetes y pelotazos.
Ante el rebrote en el contagio del COV-Sars-2 que sufrimos, los gobiernos autónomicos reimplantan confinamientos limitados y mascarillas obligatorias. Pero la comunidad científica resalta que el crecimiento rápido de los contagios se halla directamente relacionado con la pandemia de pobreza, hacinamiento y, sobre todo, precaridad que nos inunda y que se acelera ahora por el virus. Sobre ello poco o nada dicen ni nuestros gobernantes ni la prensa.
Parar la ola del rebrote exige medidas sanitarias y más medios públicos para salvar vidas. Y también, muchos cambios. Cambios que vendrán del avance de otros contagios como, por ejemplo, el de la lucha. El día 15 se verá por las calles de Madrid a los trabajadores de Nissan, Gamesa y Alcoa. Necesitamos que ganen; necesitamos abrir la puerta a un contagio de libertad republicana que limpie el aire de neoliberalismo corrupto que lo contamina todo.