Las elecciones catalanas del próximo domingo 14 de febrero son muy importantes para Cataluña y para el resto del Reino de España, especialmente para el gobierno español. Los resultados son inciertos, hay nieblas provenientes de distintos puntos cardinales.
Antes de pasar a un análisis de algunos factores especialmente importantes de la situación en la que se enmarcan estas elecciones, al menos debemos tratar brevemente tres puntos: 1) la situación económica y social, 2) el peligro para la salud pública por la fecha en que realizarán las elecciones, y 3) se trata de las primeras que se realizan con Pedro Sánchez como presidente español del gobierno de coalición.
La leve recuperación económica esperada para principios de hogaño es cada vez más tenue. La previsión del Banco Central Europeo es de un aumento del 0,6% hasta marzo respecto al trimestre anterior. Este 0,6% es considerado por otras fuentes incluso demasiado elevado. En Cataluña la situación es si cabe más dramática. En el año 2020 cayó un 11,4%, algo sin parangón, incluso algo superior a la caída ya enorme del PIB en el Reino de España. Las cifras de paro y pobreza se están incrementando de una forma, a medida que van conociéndose nuevos datos, que era difícil tan solo imaginar hace unos meses. Las condiciones de existencia material para una parte creciente de la población no rica están deteriorándose a marchas forzadas.
Tener que realizar estas elecciones el 14 de febrero ante la situación pandémica existente en Cataluña es, por utilizar palabras suaves, una imprudencia. Para algunos médicos y epidemiólogos, una indecencia. Es sabido: se ha constatado un aumento sin comparación del voto por correo -casi 300.000-, muchas alegaciones (una de cada cuatro personas) para intentar evitar ser miembro de una mesa electoral… Hay un clarísimo sentimiento de que la anulación del sensato aplazamiento que realizó el gobierno de la Generalitat, con el acuerdo de todos los partidos menos del Partido Socialista de Cataluña, literalmente hoy una sucursal del PSOE a diferencia de hace unos pocos años, es algo sanitariamente irracional y políticamente interesado. El cambio político de la autonomía a la independencia por parte del grueso del nacionalismo catalán, y recuérdese que este cambio empieza ya en tiempos de la consulta de 2012 y se consolida en las elecciones de 2015 y 2017, comportó asimismo un aumento espectacular de la participación electoral. ¿Habrá más abstención que en las últimas elecciones? Casi seguro que sí, por la pandemia y porque se comparará con niveles anteriores muy altos de participación.
El 14 de febrero serán las primeras elecciones catalanas con Pedro Sánchez como presidente español. Poca duda cabe de que los resultados del 14 de febrero pueden afectar y no poco a la estabilidad del gobierno español. De ahí que el partido mayoritario del gobierno español haya apostado mucho en estas elecciones catalanas con el exministro Illa. Y ello puede resultarle bien, pero también muy mal.
A tres años y cuatro meses de la gran movilización catalana de octubre de 2017
Las elecciones se celebrarán tres años y cuatro meses después de la revuelta de octubre de 2017. Las anteriores tuvieron lugar en diciembre de 2017, con el artículo 155 vigente y la autonomía más intervenida aún que en la actualidad, aunque hoy Cataluña es poco más que una administración con alguna descentralización dada la ofensiva añadida ultracentralista del poder judicial. Han pasado muchas cosas en el tiempo transcurrido: el juicio a los dirigentes políticos y ciudadanos, y la dura condena a muchos años de cárcel; protestas multitudinarias; cerca de 3.000 personas todavía actualmente encausadas; los jueces que deciden deponer al president Torra por mantener una pancarta por la libertad de expresión en el balcón de la Generalitat. En este clima de represión constantemente renovado e incrementado, la prisión del rapero Pablo Hasél es uno de los más recientes casos, está comportando tácticas antes los juzgados poco dignas de una sociedad democrática (“La rabia derivada de confesar hechos no cometidos, junto con la progresiva desconfianza hacia las instituciones, puede marcar una generación”, como una abogada penalista expresaba en un reciente artículo) se votará el 14 de febrero.
El gobierno de la Generalitat ha sido muy pasivo en multitud de aspectos en los últimos meses. La pandemia ha hecho saltar todas las costuras: una sanidad que no estaba preparada por los recortes y las privatizaciones, miles de muertos, una actuación pública sin iniciativa y una crisis económica, de la que algo mencionábamos al principio, cuyas repercusiones más graves están por llegar.
Alrededor de un 30% de los votantes no tienen decidido su voto. Las encuestas indican un empate técnico entre ERC, JuntsxCat y PSC (aunque haya mucho trabajo de cocina en alguna de ellas) y la incertidumbre alcanzará hasta a las posibilidades para formar gobierno.
En estos tres años se han producido cambios políticos a tener en cuenta. C,s ganó las elecciones de diciembre de 2017 pero le valió de bien poco ya que ni siquiera fue capaz de presentarse a la investidura. A parte de inflamar el odio y el insulto permanentes contra el independentismo y el soberanismo para poco más ha servido. Las encuestas anuncian un retroceso impresionante de esta formación derechista. El mundo de la también derechista Convergencia i Unió, que gobernó durante más de 20 años está hecho añicos. Tres candidaturas -JuntsxCat, PDCat y PNC- tienen allí su origen, mientras que una parte de Unió, la parte más reaccionaria de CiU, está coaligada con los socialistas. En Comú Podem (EcP), que parecía ser una alternativa clara de izquierdas y soberanista hace algunos pocos años, ha ido perdiendo empuje y empequeñeciéndose. Hoy está lejos de lo que hace unos pocos años representaba claramente: una candidatura a la izquierda de la izquierda que llegó a entusiasmar a buena parte de sectores contrarios al régimen del 78. Todavía resulta increíble a algunos simpatizantes de esta organización que votase en contra en la sesión del 18 de diciembre del Parlament de una Propuesta de Resolución en que se reclama a las Cortes españolas la aprobación de una Ley de amnistía (Resolución 1126/XII, sobre la amnistía). Adicionalmente, sus propuestas sociales, en principio su fuerte, son de lo más convencional.
JuntsxCat ha fracasado en su intento de representar al conjunto del independentismo, tanto a partir de la Crida o del Consell de la República. En la reorganización de la derecha españolista, avanza la extrema derecha peligrosamente jingoísta de Vox, una organización franquista que según muchas encuestas es casi seguro que entrará en el Parlament.
En el ámbito de las fuerzas independentistas estas crisis y/o reagrupamientos son la expresión de la dificultad para extraer el balance de la rebelión del 2017. El llamado “mandato del 1 de octubre” (el resultado del referéndum para proclamar una república catalana) ha sido un mantra que ha dificultado el debate sobre el camino a seguir para reagrupar fuerzas y definir objetivos de movilización amplios que permitan avanzar hacia una lucha por la república. En los procesos sociales no basta con desear, hay que tener claridad en los objetivos, decisión y la fuerza y alianzas necesarias para dar un paso como la ruptura con el actual régimen del Reino de España.
Propuestas democráticas…
La represión y la limitación de derechos no ha logrado detener el movimiento independentista y soberanista, como hubieran deseado los partidarios del 155 (PSC, PP, C,s) y que ahora, en palabras del candidato Illa, pretenden “pasar página”. En una entrevista al periódico barcelonés La Vanguardia (el sábado 6 de febrero) a la pregunta de “¿Qué ofrece a los catalanes?” Illa responde: “Pasar página de una década perdida, un cambio, un reencuentro de los catalanes con nosotros mismos y con el resto de españoles y el resto de europeos”. Pero hay respuestas que son simplemente majaderas. Sobre el referéndum (El País, domingo 7 de febrero) responde: “Es algo descabellado. Un referéndum de autodeterminación no tiene cabida en la Constitución. Quiero pasar página a 10 años que han dividido a la sociedad. El punto de encuentro es volver a convivir y aceptar que hay una mayoría que no quiere la independencia. Aceptar que no hay que buscar artilugios y artefactos que dividen a la sociedad. Un referéndum es algo descabellado y no tiene apoyo en la sociedad catalana”. Si hay algo más que mayoritario en la sociedad catalana es la defensa de un referéndum… pero si hay dudas precisamente se demanda un referéndum. No es difícil de entender. Se trata de preguntar. Para captar votos prestados a C,s, cuya debacle nadie pone en duda, el escoramiento a posiciones más nacionalistas españolas del PSC-PSOE son una exigencia del guion. ¿Cómo se puede olvidar la represión, los presos políticos y los exilados?
Dicho lo cual, hay que constatar la desorientación del movimiento soberanista catalán. En este momento de grave situación económica, se evidencia la falta de propuestas que establezcan la relación entre los objetivos democráticos -la amnistía, el derecho a la autodeterminación- con los objetivos sociales -un plan de urgencia, la renta básica, sanidad pública-. Sí es verdad que la CUP es la organización política que defiende esta relación, y de la renta básica universal e incondicional ha hecho una de sus propuestas estrella.
En el terreno democrático lo más urgente es la exigencia de la amnistía, que comparten los partidos independentistas, porque no se trata solo de liberar a los y las dirigentes del procés, sino también los juicios que penden sobre las casi 3.000 personas encausadas. El otro objetivo democrático debe ser el de un referéndum para que el pueblo catalán decida. Está en el programa de CUP, ERC y JuntsxCat. JuntsxCat que de vez en cuando hace declaraciones tipo brindis al sol sobre la unilateralidad, dice en su programa: “Si las formaciones independentistas obtenemos más del 50% de los votos, solicitar la intervención de los organismos europeos para lograr un referéndum acordado y vinculante”. Existe una confluencia real en esos objetivos, hace falta que se expliciten en la campaña y sobre todo que sean elementos de movilización social.
Respecto a la libertad de los presos la posición de EcP prioriza la reforma del código penal para que la sedición deje de ser delito y el indulto (que no resolvería la situación de los 3.000 encausados) y en su programa especifican que “la reivindicación de la amnistía es una opción legítima que no debería contraponerse con el indulto y la reforma del código penal” (como tampoco debería ser al contrario, pues se abstuvieron como es conocido en la votación en el Parlament del pasado 18 de diciembre). Son también partidarios de un referéndum, aunque en la campaña cuente poco, y su propuesta es más favorable a la “mejora del autogobierno” y “el reconocimiento de la plurinacionalidad” en el marco de la actual Constitución. Su candidata número uno ha llegado a decir que no es un tema prioritario.
…y sociales
La pandemia ha obligado a todas las formaciones políticas a incluir propuestas sobre la sanidad. Las izquierdas defienden la necesidad de inversiones, de su carácter público, de reforzar la atención primaria, etc. Otra cosa es lo que se hace luego cuando se está en el gobierno. Pero si esta crisis ha demostrado algo es la necesidad de dar respuestas más enérgicas, más solidarias, y que los parches no son suficientes. La CUP ha situado en el centro de la campaña la exigencia de una renta básica universal para responder a la desigualdad y garantizar para todas las personas su base de existencia material. El PSC defiende el desastroso Ingreso Mínimo Vital que tan desafortunadamente gestiona el gobierno Sánchez. Podemos leer en su programa: “En Cataluña, desde el año 2017, disponemos de la Renta Garantizada de Ciudadanía, con un esquema similar al planteado por el Ingreso Mínimo Vital, pero la nefasta gestión de los Gobiernos de la Generalitat ha convertido esta prestación en algo inaccesible, dado el gran número de denegaciones”. Pocos dudan de que el gobierno de la Generalitat ha hecho una gestión nefasta de la RGC, pero el gobierno español ¿no ha hecho una gestión catastrófica de un mal subsidio condicionado como el IMV? EcP defiende también una mejora y reforma -defender ambos desastres sin más no resulta aconsejable- de la Renta Garantizada de Ciudadanía y del Ingreso Mínimo Vital y se plantea “avanzar hacia una renta básica a través de una prueba piloto a escala catalana”; y ERC también sugiere que “transitemos hacia un modelo de renta básica”. Muy poca ambición social ante la gravedad de la situación.
Qué gobierno
Una de las incógnitas que probablemente será más difícil de resolver es la del gobierno que pueda salir de las urnas. Entre los vetos cruzados, la vertiente nacional y social del conflicto y lo ajustado de las previsiones electorales, llegar a un acuerdo de gobierno (se necesitan 68 votos para tener mayoría absoluta) será tarea ardua. Quien resulte el primero tendrá ventaja, pero también podría pasar que quien ganara en votos no ganara en escaños. Por eso, lo importante son los contenidos sobre los que se quiere gobernar.
Un acuerdo democrático que incluya la libertad de los presos y la lucha por un referéndum, un acuerdo social de un plan de choque para defender la sanidad y la educación públicas, una renta básica universal y, evidentemente, otras medidas a favor del empleo, inversiones públicas, políticas feministas y ecológicas… debería ser el programa que representara un cambio en las orientaciones políticas y sociales de la Generalitat. ¿Quién podría ponerlo en marcha? Un acuerdo de las izquierdas soberanistas y republicanas. Un acuerdo podría ser entre ERC, EcP y CUP. Sin embargo, ninguna de las encuestas da los escaños suficientes para tener mayoría, además EcP prefiere al PSC como ha declarado reiteradamente, con lo que aún es más difícil. EcP propone un gobierno de izquierdas con ERC y PSC cuando ni el PSC quiere gobernar con ERC ni éste con aquel, y además ¿con qué programa gubernamental? ¿Uno en el que quepa la monarquía borbónica y la defensa de la república a la vez? No parece razonable. Además, algunas de las tensiones internas de la CUP se han manifestado cuando se ha intervenido para rectificar alguna declaración de su primera candidata relativa a lo “abierta” que estaba esta coalición a entrar en un gobierno con otras fuerzas. La fórmula de JuntsxCat y ERC sería repetir otra vez una pesadilla de gobierno inactivo y sin perspectiva. El PSC no ha rechazado un acuerdo con C,s y quizás con el apoyo del PP y la ultra española Vox, aunque tampoco parece que pudieran alcanzar la mayoría suficiente. Habrá que esperar a los resultados y a las complejas negociaciones que se abrirán. Alegrémonos, de momento, de que todas las encuestas indican un descenso del apoyo a las derechas constitucionalistas monárquicas de C,s, PP y Vox. Su reorganización no les daría para alcanzar los 40 diputados (36 C,s y 4 PP) que obtuvieron en el 2017.
Votar
Los presos políticos han podido salir otra vez de la cárcel con el tercer grado, a la espera de que de nuevo los jueces se lo vuelvan a retirar, y en uno de los actos a favor de la amnistía hemos podido escuchar a Jordi Cuixart, presidente de Òmnium Cultural, y una de las voces más racionales del procés, llamando a llenar “las urnas de papeletas soberanistas, que nadie se quede en casa. Todos y todas a votar el 14 de febrero. […] Hoy, después de 1.200 noches de prisión, la sociedad civil ni se encoge ni se rinde (sigue) defendiendo el derecho de autodeterminación de Cataluña y el derecho a vivir en una república de ciudadanos libres. […] Sí, lo volveremos a hacer. Volveremos a ejercer todos los derechos vulnerados. Defenderemos siempre una cultura valiente, transgresora, vanguardista, que cuente con todos porque solo seremos si somos pueblo”.
En septiembre de 2013, un artículo editorial de Sin Permiso sobre las inmensas movilizaciones por el derecho a la autodeterminación acababa con estas palabras: “Lo que está en juego es el régimen de 1978, cuyo eslabón crítico más débil es ahora el formidable auge popular del independentismo en Cataluña. Ojalá los verdaderos independentistas y la izquierda democrática resueltamente favorable a la autodeterminación sean capaces de ver claro en esa niebla.” El día 14 muchas miradas de fuera de Cataluña estarán también pendientes de estas elecciones. Que las fuerzas independentistas y democráticas de izquierda vean claro entre la niebla política es una exigencia para bien de la libertad, la igualdad, la democracia y la república.
Daniel Raventós editor de Sin Permiso
Miguel Salas sindicalista y miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso