Murcia representa el paradigma de cómo se puede reducir la política a un lodazal cortijero de corrupción. La compraventa de sillones que ha permitido a Fernando López Miras (PP), presidente de la Comunidad, mantener su cargo es un destilado de cómo la derecha -PP, Vox y tránsfugas de Vox y C’s-, entiende la sociedad en la que vivimos. Para ellos, las instituciones y el presupuesto público constituyen un botín, un espacio para mejorar los negocios de cada facción y la influencia de las ideas de cada parte. Las leyes, el marco en el que jugar o moldear; los derechos, aquello que permite que la población devenguemos en ciudadanos, lo de menos. En consecuencia, López Miras no ha tenido empacho alguno en colocar a la cabeza de la Consejería de Educación murciana a la ex de Vox, pero “voxista” de corazón, Mabel Campuzano. Campuzano lo tiene claro: lo importante es desarrollar la educación como negocio y el objetivo número uno, ampliar sin mesura los fondos para la enseñanza concertada y permitir que esa ampliación refuerce el papel de la iglesia sobre la sociedad. El resultado supone aumentar la segregación social, profundizar la desigualdad de todo tipo, empezando por la de género. En resumen, dificultar (todavía más) que la educación sea ese derecho humano fundamental, individual e indispensable para el ejercicio de otros derechos, constructor de pensamiento y conciencia, generador de libertad e igualdad. Cuando más necesitamos que la educación cumpla esa función social y cultural, en Murcia la derecha trabaja para lo contrario. La calle, la que apareció ya cuando se conoció el nombramiento de Mabel Campuzano, representará el único medio de parle los pies.
En el empeño de parar los pies a la reacción lleva tiempo la población de Myanmar, pagando por ello un altísimo precio en vidas (500) y en miles de personas arrestadas. A pesar de la brutalidad de los militares, la movilización no se detiene. Esa movilización es la mejor garantía que tiene el pueblo birmano de conquistar su libertad y de que el mundo trabaje por el no reconocimiento de la Junta militar, terminando toda colaboración con la misma y con las empresas que controlan, muy bien conectadas con ese mundo globalizado que recorta derechos y aumenta desigualdades.
Desigualmente está funcionando la vacunación en el reino. Madrid, como no, a la cola. En esta ocasión, junto al gobierno vasco. Resulta increíble el cinismo del PP de la Comunidad madrileña. Mantiene los centros de salud cerrados, retrasa con ello la vacunación, pero organiza “vacunódromos espectáculo” en los que inmunizar delante de las cámaras de televisión a personas que deben soportar largas colas. Se llenan la boca de libertad, pero lo que hoy nos puede dotar de mayor libertad, la vacuna que termina con la enfermedad, se racanea. Se somete a la tiranía de la patente, de los recortes en atención primaria y a la demagogia de los estadios de fútbol.
El 4 de mayo habrá elecciones en Madrid. Que nadie haga como Froilán o Victoria Federica que, siguiendo la estela familiar del emérito, se escaparon del confinamiento yendo a Marbella. Que nadie se escape de votar. Es la ocasión de deshacernos de la derecha y conquistar derechos. No podemos dejarla pasar.