La nueva normalidad tiene de novel la mascarilla y la vacuna. Lo demás o bien continúa como siempre o, directamente, empeora.
La inflación se ha disparado hasta el 6,5%. La luz subió un 72% y tras ella, lo hizo el resto de la energía. Pero no es lo único. La cesta de la compra está en escalada. Los beneficios de las empresas del Ibex igualmente aumentaron: alcanzaron los 30.304 millones de euros en el primer semestre del año pasado. Los emolumentos de sus directivos no se quedaron atrás. Pero lo que nosotros nos llevamos a casa, aquello con lo que vivimos, es decir, el salario, la pensión o la prestación no crecieron y si lo hicieron, nunca llegaron al 6,5%. Tampoco se acercaron a ese porcentaje los empleados públicos, ni el Salario Mínimo y mucho menos, los convenios. Los firmados en el 2019 o en el 2020 recogen casi siempre pérdidas en la capacidad adquisitiva de los trabajadores.
La patronal, más preocupada por ver cómo puede seguir exprimiendo fuerza de trabajo y construir beneficio mientras juega con las limitaciones pandémicas, “no encuentra el momento de sentarse”. El gobierno más progresista de la historia tampoco ve la ocasión de dar señales inequívocas de que está contra la desigualdad y la pobreza, y marcar la pauta incrementando el SMI o el sueldo de los empleados públicos. Menos clara es todavía la prometida reforma fiscal.
Mientras, en el súper o en la gasolinera 50€ ya no son 50€. La lista de la compra y el resto de necesidades no entienden de devaluaciones. Encoger ambas quiere decir pérdida de derechos y de calidad de vida. Desde 2008 hasta 2020, los salarios cayeron no menos de 6,5% de su valor. A esa cantidad ahora hay que añadirle otro 6,5% del año 21.
Es hora de negarse a aceptar la devaluación salarial que se nos está aplicando aprovechando las dificultades que marca la autoprotección ante la Covid.
Es la lucha la que paga. Lo aprendimos en el metal de Cádiz, lo hemos visto en la dura huelga del servicio de limpieza de la ciudad de Salt. No hay manera de lograr que la reactivación económica y el dinero europeo (con el que esperan llenarse los bolsillos el clan de los ultrarricos) nos llegue a la mayoría si no es empujando, saliendo a la calle por el pan, la sanidad, la educación y la igualdad. En esto, la nueva normalidad se parece mucho a la vieja.
El próximo 30 de enero, ElA, LAB, ESK…. convocan manifestaciones en todas las capitales vascas contra la Reforma laboral, pidiendo su verdadera derogación. Veremos. El lunes, fue asesinada en Tudela la primera mujer víctima de la violencia machista de este año.
Existe una sensación de derrota que no se corresponde con el resultado de las últimas luchas. Es cierto que está siendo muy duro, que es imprescindible una unidad de hierro. Pero está claro que, sin ella, ganan los de siempre y perdemos también los de siempre. Empecemos el año sin miedo a la batalla por los convenios.