François Chesnais (1934-2022): la economía y la militancia como herramientas para la reconstrucción de la izquierda

Acabamos de recibir la noticia de la muerte de François Chesnais en París el pasado día 29, a los 88 años. Profesor emérito de economía de la Universidad Paris XIII, desarrolló desde 1994, cuando publicó La globalización del capital, un profundo proyecto de investigación sobre la nueva fase del capitalismo iniciada en los años 1970, impulsada por la caída de la tasa de ganancias en el sector industrial, el ascenso del capital rentista especulativo y la globalización. A su primera gran obra se sumarían Actualizar la economía de Marx (1995); La mundialización financiera: génesis, costes y desafíos (1996); Tobin, si o no: un impuesto internacional sobre el capital (1999); Mundialización: el capital rentista a los mandos (2000); Mundialización e imperialismo (2003), con Gérard Dumesnil; la obra colectiva Las finanzas mundializadas: raíces sociales y políticas, configuración y consecuencias (2004); Las deudas ilegítimas: cuando los bancos determinan las políticas públicas (2011); y El capitalismo financiero hoy: corporaciones y bancos en la persistente crisis global (2017).

François Chesnais fue asimismo autor de numerosos artículos, algunos de los cuales han sido traducidos al español o reproducidos por la revista Sin Permiso (se pueden consultar en sus archivos), pero especialmente por la revista argentina Herramientas (ver sus artículos), de cuyo consejo asesor formaba parte y con cuyo comité de redacción Chesnais tenía una fraternal relación desde su fundación en 1996. Ha sido un referente del marxismo «regulacionista» y miembro del consejo científico de ATTAC-Francia.

El proyecto de investigación de François Chesnais había ido madurando sobre bases empíricas sólidas desde su incorporación en 1966 a la OCDE, como analista económico en el Departamento de Ciencia, Tecnología e industria, que dirigía Alexander King. En él trabajó hasta 1992, cuando fue cesado por el secretario general de la organización por sus ideas políticas. Y aquí empieza para nosotros la verdadera y extraordinaria historia de François Chesnais, al que algunos conocimos como Étienne Laurent.

Chesnais-Laurent llegó a Madrid en 1966 para realizar los primeros estudios económicos sobre la España franquista, que había ingresado en la OCDE en 1961, en pleno pulso entre funcionarios del Opus Dei y falangistas en el que se cocinaría el “caso Matesa”. Traía consigo la agenda de contactos clandestinos del POUM, que le había entregado el secretario de esta organización en el exilio, Wilebaldo Solano, a través de Pierre Lambert, principal dirigente de la Organisation communiste internacionaliste (OCI), una de las tres fracciones del movimiento trotskista en Francia.

De hecho, la militancia de Chesnais-Laurent se remonta a comienzos de los años 60, cuando había participado en el grupo “Socialismo o Barbarie” de Cornelius Castoriadis y Claude Lefort. En 1963 se unió a la corriente lambertista, que en 1965 constituiría la OCI y en la que participó en la dirección, pero sobre todo en el trabajo internacionalista de la organización en España y América Latina, hasta su expulsión en 1984 junto a Stéphane Just. Posteriormente, tras reagrupar a antiguos militantes de la OCI en la revista Carré Rouge (cuyos archivos se pueden consultar aquí), se integró finalmente en el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) francés, en el que participó desde sus propias posiciones mientras se lo permitió su salud. Chesnais-Laurent relató esta experiencia como militante del Comité de Organización por la Reconstrucción de la Cuarta Internacional (CORCI) en una entrevista con el historiador Lucas Malaspina (que se puede consultar aquí), y de la que reproducimos lo relativo a su etapa española.

¿A partir de cuándo fuiste responsable de la OCI para España y América Latina?

François: En realidad el término «responsable» hay que ponerlo entre comillas, porque el grado de autonomía era relativamente limitado. En el caso de España, mi primer trabajo para la OCDE fue para España en 1966, 1967, y tenía simplemente la libreta de direcciones del POUM.

¿Para la OCDE? ¿Tenías las dos funciones? ¿Fue porque trabajabas para la OCDE que empezaste a trabajar para la OCI en España?

François: Entré a la OCDE porque me aburría en la facultad. Vi un anuncio de una búsqueda de becarios de la OCDE para ir a España, me instalé en Madrid y hacía un doble trabajo para el director de mi departamento (ciencia, tecnología e industria), Alexander King. Yo observaba, identificaba quién era quién en el complicado escenario político español, de qué corriente eran, quiénes eran franquistas, desarrollistas, quiénes demócratas-cristianos. Wilebaldo Solano y los viejos del POUM eran muy amigos con Lambert y fue a partir de esa relación que comencé a «explorar» entre comillas España.

¿Por qué esa amistad?

François: Bueno, porque creo que la OCI, la corriente de Lambert hizo mucho para ayudarlos materialmente. Pero no había discusión política, nunca fue cuestión de que participaran, ni siquiera como observadores en las conferencias internacionales, era verdaderamente una relación bilateral. En todo caso, empecé a recorrer España con esa libreta de direcciones para ver quiénes seguían vivos y no habían retomado el contacto.

Con ese trabajo de tomar contacto seguí en esas condiciones, si se escuchaba hablar en París de tal o cual grupo en tal o cual ciudad, en fin, generalmente en Madrid o en Barcelona, un poquito en Bilbao, yo me iba a verlos y a mantener discusiones exploratorias con ellos. Y así fue como el primer grupo, el primer pequeño núcleo con el que tuvimos una relación organizada fue un pequeño grupo en Barcelona y Sabadell, en Cataluña, el nombre de guerra del dirigente era Aníbal Ramos (dirigente del POR español, su verdadero nombre era Arturo van den Eynde), quien tuvo un pequeño grupo que fue miembro del CORCI y que se fue durante el asunto Varga. Aníbal murió bastante joven. Después reclutamos españoles en Francia y enviamos a uno de ellos a hacer un trabajo verdaderamente a la Lambert, es decir, reconstruir el POUM en Barcelona y como había todavía algunos poumistas, fue mal recibido. Y después, enseguida, desde Francia, hubo un contacto en Madrid de alguien que estaba en la sección juventud del PSOE, Raúl Gómez. Hizo un trabajo de reclutamiento en el PSOE antes de distanciarse en el momento en que el PSOE participó en la «transición democrática» posfranquista. Así que yo era el emisario de la OCI, iba a darle consejos, cada uno de mis desplazamientos se preparaba en una reunión en la que nos poníamos de acuerdo sobre lo que tenía que decirle.

¿Quién participaba de las reuniones?

François: François Forgue (pseudónimo de François de Massot, actual presidente del CERMTRI, centro francés de documentación sobre el movimiento trotskista), Just y alguien cuyo nombre de organización era Clément, Xavier Mourre. Eran dos, tres personas además de mí.

Ahora, para América Latina, fue de la siguiente manera. El centro de desarrollo de la OCDE me envió a Buenos Aires por un tiempo bastante largo, una estadía de dos meses. En mi recuerdo, fue entre octubre y diciembre de 1969. Y muy pronto me tomé el avión de Buenos Aires a La Paz para visitar a Lora.

¿Él ya estaba en contacto con Lambert?

François: Sí. Pero nunca había venido a Europa. Recién vino en 1971. En todo caso, fui a ver a Lora, me quedé unos días en La Paz y durante ese tiempo él me explicó el trabajo del POR (Bolivia), me llevó a reuniones. En esa ocasión me dio el nombre y el contacto de Altamira. Así que me encontré con los dirigentes de Política Obrera (Argentina) al volver de La Paz, siguiendo el consejo de Lora, quien todavía no los había visto. Altamira lo había contactado, pero para Lora era complicado viajar, tanto financiera como políticamente, no estaba seguro de poder volver a Bolivia, se moderaba con los viajes. Desde que tuve contacto con Altamira, tuve discusiones intensas con él, yo salía del Ministerio de Industria, en donde hacía aquel trabajo para la OCDE, me lo encontraba en la dirección de PO y discutíamos por dos, tres horas. Un fin de semana me llevaron a Córdoba, a una reunión del sindicato Sitram,[1] en donde tenían gente que ya habían incorporado a la organización. Y me acuerdo de que había escuchado una intervención corta de Altamira. Volví a Francia diciendo «ese grupo tiene un lazo efectivo con la clase obrera, se involucra». Eso hizo imposible que yo estuviera de acuerdo con el motivo de la exclusión [del CORCI] de PO en 1979.

En el último artículo que Sin Permiso publicó de François Chesnais, el 4 de diciembre de 2021, concluía:

“Un ‘régimen de crecimiento débil’, acompañado además de una tendencia al alza de los precios de la energía y de los principales productos básicos, conduce a exagerar el reflejo de ‘cada uno para sí’, así como a endurecer la competencia internacional. Estos factores flotaron sobre la COP26 en Glasgow, de donde los países en extrema necesidad de asistencia financiera, para su consternación, salieron con las manos vacías. A nivel doméstico, en Europa la única respuesta para que ese ‘cada uno para sí’ no alimente aún más los reflejos racistas y xenófobos y para salvaguardar las condiciones básicas de vida de los trabajadores es impulsar la lucha política contra el coste de vida y las fuerzas responsables de ello”.

Todavía en abril de este año tuvo fuerzas para explicar su posición sobre la invasión Rusia de Ucrania, en polémica con la revista Monthly Review, a sus muchos amigos y discípulos brasileños, que Herramientas tradujo al español:

“El objetivo de esta carta es explicar las causas de la guerra y no prever su desenlace. Me limitaré a su curso en las seis primeras semanas. Recordemos antes que la renuncia de Yanukovitch fue seguida por la elección de Petro Porochenko en 2014 y, luego, de Zelenski en 2019. El primero había continuado la política conciliadora de su predecesor en tanto la guerra en el Donbás lo permitió, pero Zelenski es un nacionalista convencido, orientado hacia la Unión Europea. Existe un abismo entre él y Putin. Todo lo que Zelenski hace atiza el odio de Putin hacia los ucranianos. También está la cuestión del timing. No está claro por qué en marzo-abril de 2021 comenzó la movilización masiva de tropas en las fronteras con Ucrania y se lanzó la invasión en febrero de 2022. Las formas de guerra utilizadas en la invasión fueron las experimentadas en Siria en 2016-2017. No hubo ningún cambio notable de la OTAN en las relaciones con Ucrania establecidas en Maidán. Las razones del timing deben sin duda buscarse en la necesidad, por parte de Putin, de encontrar, en el marco de los cambios geopolíticos mundiales, un campo de acción política y militar que recordara a los Estados Unidos y a China que Rusia es una gran potencia al igual, o casi, que ellos. Pero fracasó. Mostró que su fuerza es muy inferior a la de ellos.

La invasión del 24 de febrero estuvo marcada por decisiones estratégicas basadas en errores de apreciación muy importantes sobre las capacidades de resistencia de los ucranianos, que a su vez revelaron el real estado del ejército ruso en los planos operacional y material. Putin, creyéndose fuerte por su desprecio hacia los ucranianos en general y a su presidente Zelenski en particular, y alentado por las informaciones y consejos que recibía de su círculo íntimo, apostó a una guerra-relámpago, un “paseo militar” con una entrada rápida en Kiev y la expulsión de Zelenski por asesinato o fuga. La resistencia encarnizada del ejército ucraniano y el comienzo de acciones de la población contra los tanques rusos decidieron otra cosa. A partir de entonces, la maquinaria militar se trabó: hundimiento parcial de las líneas de abastecimiento de combustibles y víveres, parálisis en el desplazamiento de tropas y, de manera retroactiva y acumulativa, crecientes pérdidas de personas y de materiales; en particular, tanques. 

Desde que la superioridad del ejército ruso sobre el ejército ucraniano reveló ser menos importante de lo previsto y mayor la resistencia de la población, el Estado Mayor ruso pasó a la guerra contra los civiles y al bombardeo de ciudades; muy pequeñas, como las que rodean a Kiev, o grandes, como Mariúpol, situada sobre el mar de Azov a 100 km al sur de Donestk, que tuvo una suerte análoga a la de Grozny en 2000. Cuanto más se sumerja en la guerra, más tendrá que perder Putin”.

Que la tierra te sea leve, Étienne. La lucha continua.

Notas:

(1) Antiguo sindicato de empresa de MaterFer, filial de FIAT en Argentina. Fue la cuna de la radicalización obrera que condujo al Cordobazo, rebelión antidictatorial de 1969.

Enrique García

Francesc Matas Salla

Miguel Salas

Son amigos y colaboradores de Sin Permiso.