La entrada de Sánchez en la Moncloa trajo un soplo de aire fresco que el paso de los meses se está encargado de volver viciado. Los cambios prometidos llegan con cuentagotas y, por lo general, más descafeinados de lo que se anunciaba. La reforma laboral, no cae, el subsidio para los mayores de 52 años continúa pendiente de los presupuestos. Los alquileres parecen imposibles de regular, los fondos buitre continúan acaparando vivienda, el empleo no mejora en su calidad. La mal llamada austeridad neoliberal y toda su carga ideológica y práctica se mantienen. A causa de ello, la población se sigue empobreciendo, se degrada sistemáticamente lo público, se vacían las arcas del Estado y los milmillonarios aumentan. Esa austeridad neoliberal, agarrada como una lapa al corazón mismo del aparato del Estado del régimen del 78, envenena, a cada paso, el aire fresco imprescindible para mejorar la vida de la inmensa mayoría de la población. Para ganar ese oxígeno necesario resulta imprescindible deshacer todo el entramado de pérdida de derechos confeccionado a base de decretos en los llamados viernes de dolores que eran aquellos Consejos de Ministros de Rajoy y su PP.
Deshacer ese entramado neoliberal depende hoy mucho más de la calle que del Parlamento. Por eso es fundamental la movilización feminista y la huelga del 8 de marzo que ha colocado ya tras de sí a CCOO y a UGT. También son importantes las luchas de los taxistas que en Madrid y Barcelona rechazan desmontar el servicio público del transporte en beneficio de empresas multinacionales que viven en paraísos fiscales, así como las de los pensionistas y sanitarios.
El próximo día 8 de febrero se celebrará en Madrid una gran asamblea conjunta de UGT y CCOO que, con la presencia de 10 mil delegados de todo el reino, exigirá más hechos y menos palabras. Con este encuentro se abre un proceso de información y movilización que persigue el fin de la brecha salarial de género en las empresas, así como garantizar un salario mínimo, un convenio de 14 mil euros al año y forzar un diálogo social que retire la reforma laboral de 2013.
Calle y unidad representan la garantía de que aquel soplo de aire fresco que desalojó a Rajoy en la votación parlamentaria se asiente sobre bases populares que permitan doblegar la austeridad y su pestilencia neoliberal. Sin doblegarla, no podemos ganar.