La pandemia del Covid-19 está poniendo al descubierto todas las debilidades de nuestro sistema político, económico y social en cualquier parte del mundo, también en los Países Catalanes. Vivimos momentos de angustia, de incertidumbre y de desbordamiento emocional. El impacto del Covid-19 está siendo de un enorme calado para el conjunto de la población; sus consecuencias son graves tanto en el aspecto sanitario como en el vital, especialmente para los habitantes de más edad y su entorno, así como en el perfil económico y de subsistencia de las personas trabajadoras, autoempleadas, precarizadas en la economía sumergida o pequeños empresarios.
Un panorama al que hay que sumarle el estrés colectivo de las trabajadoras y los trabajadores que se encuentran en primera línea: sanitaros, educadores sociales, trabajadores de limpieza, del cuidado de las personas dependientes, transportistas o cajeros. De la misma manera esta crisis demuestra que los recortes han supuesto consecuencias letales en los servicios públicos básicos de auxilio a la vida, su cuidado y su sostén.
El impacto resulta difícil de prever, pero se vislumbra catastrófico. Algunos expertos sitúan la crisis, como mínimo, a niveles del crack financiero de hace doce años. Entonces los poderes públicos rescataron a la banca y a los poderosos, abandonado a su suerte a las economías de subsistencia de la mayoría social. En consecuencia y frente a ello, es el momento de reivindicar el municipalismo como herramienta política para afrontar el presente y el futuro.
Entendemos la política de proximidad, la de tú a tú, la de a pie de calle, como el mejor medio para resolver los problemas y aportar políticas transformadoras y comprometidas con las vecinas y los vecinos. En este sentido, es necesario denunciar el proceso de centralización que está llevando a término el gobierno español a partir de su decreto de Estado de Alarma que dificulta, todavía más, la tarea de los ayuntamientos y los deja aun más desprovistos de recursos. Una falta de autonomía que no es nueva y que continúa la dinámica de anteriores gobiernos que aprovecharon el discurso de la salida de la crisis de 2008 para limitar (y mucho) la capacidad política de los consistorios; su ejemplo más evidente se halla en la ley Montoro que aún sufren los municipios de todo el país.
Es el momento de concienciarse de que nos encontramos a las puertas de un gran cambio. Algunas de las experiencias vividas estos días nos indican incluso la posibilidad de modificaciones estructurales que nos permitan invertir prioridades que hasta ahora parecían incuestionables y que deben ayudarnos a combatir, con la misma determinación, otras situaciones de emergencia que vivimos aquí y en todo el planeta.
La protección de la vida debe transformarse en el principio rector de nuestra economía. En estas fechas, nosotros, como la mayoría de cargos electos del país y del municipalismo transformador, a pesar de su escasa visibilización, seguimos trabajando desde nuestros domicilios en tareas de gobierno u oposición. Lo hacemos con la máxima predisposición para alcanzar consensos con las otras fuerzas y equipos, ya sea desde el gobierno o a partir de una oposición constructiva. Nunca nos creímos aquello de “esto ahora no toca”. En momentos de crisis, la diversidad de puntos de vista, así como las críticas y autocríticas se convierten en todavía más imprescindibles.
Y eso vale en la Moncloa, en la Generalitat o en cualquier plaza mayor de nuestros pueblos y ciudades. Por eso, precisamente, nos hemos propuesto realizar este texto para exponer propuestas de abajo arriba, lejos de las élites, del Ibex-35 y del gran capital y compartir puntos de vista a través de un ejercicio de suma y pensamiento común. A partir de Sabadell, Badalona, Cerdanyola, Girona, Vilanova i la Geltrú o Ripollet.
Nuestro objetivo principal como electos de nuestro país implica que esta crisis no sea utilizada, como lo fueron otras, para recortar aún más los derechos de los trabajadores y las trabajadoras. Y no nos referimos únicamente a los laborales, que también, sino a servicios públicos, educación, sanidad, energía, vivienda y a los derechos civiles y políticos especialmente tras ver como se legitima al ejercito en todas sus actuaciones.
En primer lugar, proponemos mesas de trabajo unitarias, a nivel institucional y de sociedad civil, en las que poder trabajar conjuntamente las próximas semanas y meses, y que requerirán un gran esfuerzo y el hecho de compartir la búsqueda de las mejores soluciones. Nuestra apuesta es conseguir unas Declaraciones Políticas de Mínimos en las que se ponga la vida por delante del capital y se apueste para que pan, techo y trabajo constituyan los tres ejes prioritarios sobre los que basar las políticas públicas y sobre los que reforzar, a la vez, el control democrático de la gente.
Hay que encontrar un punto de inicio a partir del cual desarrollar propuestas concretas que nos alejen de un neoliberalismo que nos deja desnudos ante la pandemia. Iniciativas que nos acerquen a un modelo económico más cercano, comunitario, cooperativo y justo. Un punto de partida y de encuentro para todo aquello que deberemos construir políticamente pasada la crisis.
Y ésa es la clave de todo. Porque si no, como señalan los expertos, las respuestas a la pandemia representarán simplemente la amplificación de la dinámica que ya impulsan las crisis sociales y ecológicas en nuestra sociedad. Una dinámica que, en nuestro caso, se basa en la desigualdad, la centralización política, la externalización de los servicios públicos y la precariedad laboral por delante de los derechos humanos y ambientales.
Es probable, pues, que una respuesta efectiva a la situación actual requiera un cambio social radical. En este sentido, entendemos que es necesario que los ayuntamientos del país puedan articular su labor en los cinco ejes siguientes:
- En el centro, las personas. Colocar
la vida en el centro significa que nadie se quede atrás y que todo el
mundo tenga un mínimo para vivir con calidad y dignidad. Para ello hay
dos estrategias que devienen en imprescindibles. Por un lado, la
necesidad de incluir ahora, para esta época de emergencia, una renta
municipal de ciudadanía que funcione realmente y que actúe como medida
paliativa ante el choque económico que está significando para tantas
familias el parón en seco de la economía, así como la facilidad que han
tenido algunas empresas para realizar movimientos de reducción drástica
de personal.
Conscientes de las limitaciones presupuestarias para dotar a esta renta de fondos adecuados, se hace imprescindible una reforma urgente y profunda de la financiación de los entes locales. Si no es así, muchos de los que cuentan con mayor número de población que la necesite no tendrán capacidad para afrontarla. Por otro lado, las políticas de vivienda deben constituir el eje vertebrador de nuestros municipios, muchos de los cuales no han desarrollado, durante años, políticas valientes e igualitarias. En este sentido, la idea es que los ayuntamientos pudieran decretar moratorias sobre el pago del alquiler y establecer el tope del precio del mismo en el municipio. Se trataría de buenas herramientas, si, simultáneamente, esta vez sí, se estimula un verdadero parque público de vivienda y en alquiler que facilite un techo a tanta gente como sea posible.
Hemos hablado de pan, renta, techo y vivienda, pero también hay que pensar en el trabajo. Aquí es necesario profundizar en las políticas públicas de apoyo a la ocupación (que el gobierno español quiere recortar) y en la promoción de redes de apoyo entre los afectados por la crisis, ya sean trabajadores por cuenta ajena, autoempleados o pequeños empresarios. A través de la financiación pública y de la cooperación con otros afectados, hay que encontrar salidas individuales y colectivas ante los efectos devastadores del confinamiento y el marco económico prestablecido en el que los peces pequeños siempre son devorados por el grande.
- Blindaje y ampliación de los servicios públicos. Uno de los elementos sobre el cual la mayoría de la gente ha tomado especial conciencia en esta crisis radica en su rechazo a que lo esencial para su vida dependa del mercado y la especulación del capital. Por eso, pensamos que los ayuntamientos deberían poder blindar aquellos servicios que ya son de propiedad y gestión pública, así como recuperar esta gestión pública y comunitaria de todos aquellos que durante la crisis han sido definidos como esenciales. Así se evitaría que los ávidos de encontrar la fórmula para despedir trabajadores y mantener beneficios sigan lucrándose a costa de lo que es vital para todas y todos. Y esto debería ser posible en los ayuntamientos, pero también en la Generalitat, experta en externalizaciones y recortes desde la época de Mas, así como en el conjunto del Estado.
- Ecologismo, feminismo y derechos sociales. Entendemos que el mal que ahora vivimos constituye un toque de alerta para repensar sobre cómo se desarrollaba el mundo antes del parón por el Covid 19. Nos preocupa haber sido víctimas de la dicotomía entre capital y vida, y que, durante este tiempo, la seguridad haya sido impuesta desde la cultura patriarcal y militarista que frena un futuro digno y justo para todas las personas. Apostamos, por el contrario, a favor de que los ayuntamientos sean un polo del nuevo paradigma que, para armarse, precisa entender el decrecimiento como una herramienta indispensable y que sitúa la prioridad de la recuperación de la actividad partiendo del cooperativismo, el pequeño comercio, la pequeña y mediana empresa generadora de calidad laboral, la producción Km 0, los nuevos retos derivados de la emergencia climática, así como de la dimensión de género en todas las políticas.
Por todo ello, planteamos que se destinen en los presupuestos partidas considerablemente superiores a todos los ejes estratégicos antes referidos. Que nos dotemos de posibles agencias de desarrollo socioeconómico local como instrumentos de debate, elaboración y desarrollo de las estrategias de transformación socioeconómica e impulso de la ocupación de calidad con el objetivo de reforzar al municipio y su entorno: la economía social, local y solidaria. Una economía productiva los 365 días del año, que no lo vuelca todo en el acontecimiento y la ocasión, como ha venido siendo en Catalunya este siglo, presa del monocultivo turístico y los grandes eventos.
- La capacidad política de los municipios. Si queremos que todo lo que hemos comentado sea posible, debemos reclamar al Estado que dé autonomía y capacidad real de cometido a los ayuntamientos. Éstos, herramienta de proximidad y de gestión del día a día, necesitan menos leyes restrictivas y la posibilidad de que todo aquello que generan, por ejemplo, el superávit de 2019, pueda dedicarse a políticas sociales y económicas como las que acabamos de citar.
Sin embargo, parece que hoy el gobierno del PSOE y Unidas Podemos va en la línea precisamente contraria. Y nos preocupa por nuestro conocimiento de la gestión diaria, pero también por la teoría confederal y participativa de la política que pensábamos que compartíamos con parte de la izquierda española. Una reclamación, sobre la capacidad de gestión y compromiso con los ayuntamientos, que extendemos a la Generalitat, a quien pedimos que aplique una visión como la expuesta en sus políticas cotidianas.
- Coordinación republicana para superar un régimen caduco. Finalmente, los municipios catalanes no pueden quedar al margen del hecho de que el Estado español y el régimen político y social que lo sustenta han sido incapaces de dar una repuesta eficiente a la presente crisis por culpa de sus carencias estructurales: la gran dependencia de una élite que se niega a frenar la producción de manera completa y que se negaba también a efectuar cierres territoriales parciales en base a un discurso hipernacionalista.
Del mismo modo, las carencias (debidas a los recortes) del migrado Estado del bienestar que sufrimos han dificultado la propia respuesta sanitaria. Por ello, el municipalismo transformador y republicano necesita, al margen de plantear respuestas concretas a pie de calle, coordinarse para colaborar en la superación ya inaplazable del actual régimen.
Firman este artículo: Cristina Andreu, Concejala de Guanyem Girona; Carles Escolà, exalcalde de Cerdanyola del Vallès y concejal de Compromís per Cerdanyola; Marta Jofra, Teniente de alcaldesa de Vilanova i la Geltrú; José M. Osuna, alcalde de Ripollet; Dolors Sabater, Exalcaldesa de Badalona y concejala de Guanyem Badalona; Maties Serracant, exalcalde de Sabadell y concejal de Crida per Sabadell y Marc Verneda Urbano, alcalde de Setmenat.
Artículo publicado el 6 de abril de 2020 en Naciódigital bajo el título: “Municipalisme per recuperar la vida”
Fuente: https://www.naciodigital.cat/noticia/199949/municipalisme/recuperar/vida#.XpHtQJu8T9t.
Traducción: Carlos Girbau