¡A por un renovado 8 de marzo!

Se acerca el 8 de marzo, y mientras recorro en mi rutina diaria las calles de la Gran Vía madrileña, me asalta un cierto temor: ¿será posible que en esta próxima convocatoria podamos igualar la alegría, el color, la energía y la determinación de los cientos de miles de mujeres que salimos a las calles de todo el país para denunciar la discriminación y los abusos y exigir nuestro lugar en el mundo en pie de igualdad con el varón?

Recuerdo mientras camino el fulgor de esa marea vibrante que se derramó aquella tarde noche por las calles de mi ciudad y por las de todos los puntos del planeta. Su destello ha inundado pantallas, museos, escenarios, librerías -espacios públicos que quieren arrebatarse al patriarcado- y ha obligado a reticentes y convencidos a considerarla elemento prioritario de cualquier reivindicación democrática que se precie. Pero lo que más deseo es que esta edición se transforme en el banderín de enganche que agite y revitalice la movilización ciudadana imprescindible para llevar a la izquierda a las urnas y, por ende, al gobierno. ¿Será posible?

Mientras camino por la Gran Vía madrileña, entre la duda y la esperanza, comienzo a hacer recuento de la actualidad:

Estudios recientes confirman que las mujeres trabajan más a jornada continua y a tiempo parcial que los hombres -el 24,2% de las mujeres frente al 7,3% de los hombres-, y un 8,3% de las trabajadoras sale del mercado de trabajo cada trimestre, esto es, 7.000 mujeres al mes. Según datos del INE, el sueldo medio bruto de las mujeres representó en 2014 el 76,7% del salario de los hombres.
 
Según el informe Igualdad entre mujeres y hombres en la Unión Europea, la brecha de género en España en materia de acceso a las pensiones entre hombres y mujeres es de 26 puntos porcentuales, mientras que la media europea es del 6,2.
 
Un informe de la Organización Mundial del Trabajo afirma que las mujeres en España siguen desempeñando mayoritariamente el trabajo de cuidados no remunerados, lo que supone el 14,9% del PIB. Las mujeres dedican una media de 4,3 horas diarias a esta labor invisible y no reconocida, frente a las 2,1 horas diarias de los hombres. Este trabajo, concluye la OIT, representa el principal obstáculo para que las mujeres accedan al mercado laboral y lo hagan con empleos y sueldos decentes.
 
España tiene una de las tasas de natalidad más bajas del mundo, con 1,3 hijos por mujer. La razón principal se debe a problemas de conciliación de familia y vida laboral. El permiso de maternidad en España dura 16 semanas, mientras que el de paternidad dura cinco. En España, las mujeres dedican al hogar y a la familia dos horas más que los hombres. Las horas extra que dedican a las tareas en el hogar equivalen al 8,9% del PIB, esto es, 100 mil millones de euros anuales. Las mujeres representan el 28% de los parlamentarios en los parlamentos nacionales y tan solo el 4,3% en los puestos de dirección en las grandes empresas.

Pablo Casado, secretario general del PP, partidario de la derogación de la actual ley del aborto de plazos, afirma que “si queremos financiar las pensiones y la salud debemos pensar en cómo tener más niños y no en cómo los abortamos”.

Javier Maroto, vicesecretario de organización del PP, ha afirmado que el aborto más habitual suele ser el tercer hijo del matrimonio, que podría suponer un cambio de coche o de casa, y que se está utilizando el aborto como herramienta de conciliación.

David Pérez, candidato del PP a vicepresidente de la Comunidad de Madrid, feroz aguirrista, cuatro veces reprobado en la Asamblea de Madrid y manifiesto detractor de la ley en defensa del colectivo de lesbianas, gais, transexuales y bisexuales (LGTBI), afirma que “las feministas son mujeres frustradas, rabiosas y fracasadas”.

Francisco Serrano, diputado de Vox en el parlamento andaluz, firme partidario de la derogación de la Ley de Violencia de género, del aborto y de las listas paritarias en los partidos, ha solicitado en sede parlamentaria una relación de los empleados de los equipos psicosociales de las Unidades de valoración integral de violencia de género. Quiere asegurarse de si estos trabajadores “están realmente cualificados o son meros agentes políticos de la izquierda dedicados a potenciar la industria de género”.

En la Cumbre vaticana contra la pederastia, el papa Francisco ha manifestado que “todo feminismo acaba siendo machismo con faldas, y que la mujer es la imagen de la Iglesia, es esposa, madre”.

Tomo buena nota de todo lo anterior, miro a mi alrededor y mi confianza va creciendo. Advierto que hay muchas mujeres (y también muchos hombres) cansadas de interpretaciones torticeras e interesadas sobre la palabra feminismo y el movimiento feminista. Ser feminista no es ser una amargada, una lesbiana, una marimacho, una frígida, una histérica, una feminazi, una frustrada, una matahombres, una fracasada. Ser feminista es luchar por la conquista de la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres en todos los ámbitos de la vida. Me detengo un segundo en la Gran Vía, miro de nuevo a mi alrededor y se disipan las dudas: este próximo 8 de marzo, miles de mujeres en España iremos a la huelga, y millones de mujeres de todo el planeta volveremos a atestar las calles con alegría y determinación, con cánticos y reivindicaciones democráticas. ¡Viva el 8 de marzo!