El 25 de noviembre por la no violencia a las mujeres es una ocasión de movilización masiva y unitaria. En la estela de la Huelga Feminista el 8 de marzo, la unidad y la amplitud del movimiento han de ser objeto de cuidado para sostener esa fuerza imparable de las mujeres.
La sentencia de la Manada y la posterior puesta en libertad de los violadores supuso dos grandes movilizaciones, el 26 de abril y el 10 de junio, centradas en la violencia sexual contra las mujeres.
Tribunales, jueces y juezas, han sido denunciados y desenmascarados como instrumentos de la judicatura estatal que atentan contra la integridad física y moral de las mujeres. Sus sentencias, la comprensión y connivencia con los violadores y asesinos de mujeres, son la muestra de misoginia patriarcal.
Las instituciones, la moral y los hábitos, naturalizan la violencia sexual machista contra las mujeres, como si fuera algo eterno e inevitable.
La emancipación y la libertad de las mujeres implica un cambio en los derechos y realidad de las personas, un cambio de la humanidad. Nos encontramos en un momento de cambio de la conciencia colectiva que pone en la picota la esencia de la estructura de la sociedad patriarcal.
Este 25-N las reflexiones del movimiento feminista afloran la dura realidad de la violencia institucional. Esta violencia es la que reciben las mujeres, cuando no son atendidas en las instituciones con los recursos adecuados, cuando se hace una victimización secundaria dudando de su palabra y actitud. Los poderes públicos y sus ejecutores sean hombres o mujeres, utilizan los mitos, los estereotipos y los prejuicios, para normalizar la violencia en la que las está sometiendo el agresor.
Las instituciones no están a la altura de las demandas de cambio del movimiento feminista. Incluso para aplicar las leyes o un progreso en la visión de género en cualquier ámbito, nos topamos con presupuestos insuficientes por ínfimos, o con el mantra de que no hay dinero para la defensa de los derechos y la vida de las mujeres.
En 18 años se han asesinado a 2.000 mujeres por violencia machista, sólo entre las reconocidas como parejas con relación afectiva, lo cual no incluye a todas las mujeres asesinadas. No hay aún estadísticas sobre las agresiones sexuales ni de las violaciones. No hay alarma social, ni la adecuada reacción de emergencia en lo que respecta a las autoridades de todo tipo y las medidas para paliarlo. El Pacto de Estado, conseguido por la movilización del 7-N de 2015, es completamente insuficiente en medidas eficaces y presupuesto.
En cambio, la movilización feminista y la conciencia de las mujeres está realizando pasos de gigante en la denuncia y la exigencia de políticas públicas. Una inmensidad de asociaciones y movimientos de mujeres están trabajando para construir nuevas maneras de relacionarse en igualdad entre las mujeres y los hombres.
Una sociedad sana, solidaria y humana, ha de ser igualitaria y sin sometimiento, ni violencia a las mujeres, por supuesto sin asesinadas ni violadas.
La mitad de las personas de la humanidad, las mujeres, no han de seguir siendo ni agredidas ni sometidas. Las mujeres socavan las bases materiales y morales del patriarcado. La movilización del 25-N proclama el derecho a una vida libre de violencia machista.