La derecha de tres cabezas ganó las elecciones autonómicas de Andalucía. La suma de PP (26), C’s (21) y Vox (12) supone una mayoría en escaños, 59, y en votos, 1.804.884, que representan 211.601 más que el total de todas las izquierdas.
Se trata de una muy mala noticia que obliga a reflexiones y cambios. A una derecha dividida y en proceso de reorganización, pero seriamente movilizada, se le ha opuesto una muy desmovilizada población de izquierdas. Fue mucha la gente que se quedó en casa, dejando caer a un gobierno de Susana Díaz que no sintió como propio. La abstención alcanzó el 41,35% (2.808.141 votantes), es decir, un millón más de votos posibles que los que han otorgado la mayoría a las derechas; por otra parte, el voto nulo se duplicó con respecto a 2015 (81 mil sufragios).
El pueblo trabajador se ha cansado de tanta promesa incapaz de resolver su dura realidad de desempleo, pobreza, desahucios, de sanidad, educación o dependencia deficientes. Dijo basta a las miserias de una red clientelar que, construida durante 36 años, cada vez ofrecía menos mientras aumentaba la corrupción.
Recordemos que el PSOE susanista fue el que apostó por echar a Sánchez para poder investir a Rajoy como presidente; el que defendió la aplicación del 155 en Catalunya, el que quebró el acuerdo con IU; el que en esta legislatura se negó a un acuerdo con la izquierda y el que prefirió convocar elecciones cuando C’s le propinó la patada.
Pero todas estas verdades no pueden ocultar un resultado que, una vez más, demuestra que desentenderse de la política no mejora en nada la vida de la mayoría. Bien al contrario, lo empeora todo. Las derechas apuestan por aplicar más recortes, más privatizaciones, más mordazas, más corrupción, más política neoliberal de la mano de la burocracia de Bruselas, menos derechos para las mujeres. Sus propuestas no “igualan españoles” como les gusta afirmar, sino que profundizan nuestras divisiones económicas, sociales, de género, de orientación sexual, de origen, de empleo, culturales o lingüísticas, etc. Tampoco “mejoran España”, sino que la ponen más a los pies del capital financiero y los tenedores de deuda.
Ni la intensa campaña de Adelante Andalucía ha escapado a esa desmovilización general y que constituye el primer elemento a revertir. La coalición ha perdiendo 300 mil votos y 3 diputados. El llamamiento de sus caras más conocidas a recuperar la calle, a prepararse más y mejor para los que envites que van a llegar, incluida su cristalización electoral, representan un buen síntoma que debe, buscando la más amplia unidad, colocarse en el primer plano.
Por su parte, Susana Díaz apela, 40 años después, a la unidad, de “todos los constitucionalistas”, regresa con ello a un viejuno discurso que no nos ha salvado de la irrupción de Vox, ni de la corrupción, la pobreza, la desindustrialización o de la pérdida de derechos. Un discurso que niega la evidente crisis del régimen del 78, incapaz, por ejemplo, de resolver los problemas fiscales, de separación de poderes y de financiación autonómica y municipal, o la demanda de los ayuntamientos para acoger refugiados. Todo ello por no mencionar los problemas territoriales y la exigencia del pueblo de Catalunya a decidir. Díaz habla de una vía muerta que, desde luego, no recuperará a la izquierda.
Hace unos meses, la moción de censura que aupó a Sánchez a la presidencia de gobierno resultó de una mayoría parlamentaria plural y diversa, con fuerzas que apuntaban a ir más allá del régimen del 78 y su rey, que señalaban un espíritu republicano. Ese camino se atisbó y es el que debe ahora ampliarse porque es el que profundiza la democracia y la libertad. Decidir sobre todo a partir de la garantía efectiva de derechos universales para la ciudadanía constituye el único medio posible de igualdad entre pueblos y personas. Esa es la unidad que puede cerrar el paso al mal sueño que nos trae la derecha, y junto a ella, esa calle como la que ya hoy mismo retronó en Sevilla. Son esos dos elementos los que pueden abrir de verdad la senda del cambio necesario.
Lo contrario solo constituye el camino de la reconquista franquista y racista que ya nos anuncian claramente las derechas, y que se resume en palos para todos y únicamente derechos para una minoría explotadora.