En estos días que, como señala la OMS, son de “emergencia de salud pública internacional”, hay vidas que se recuperan: ayer 3.355 personas fueron dadas de alta de Covid 19. También hay vidas que se infectan: la cifra ya llega a 33 mil contagiados y subiendo, sin que aún hayamos llegado al pico de la infección. Y, lamentablemente, hay vidas que se pierden: 2.182 son, de momento, los fallecidos.
Mucho sufrimiento y mucho dolor. Como el que padecen las personas mayores en sus domicilios, pero, sobre todo, en unas residencias caras, escasas, mal dotadas y en su inmensa mayoría, privadas. La UME ha entrado en ellas para desinfectarlas y se han encontrado personas muertas junto a otras vivas, sin separación alguna ni personal suficiente para atender la situación. El negocio y la rentabilidad de la inversión. Ése es el corazón que palpita tras cada latido del capitalismo, que ahora aparece como lo que representa: un obstáculo que lo dificulta todo cuando lo que se pone por delante de cualquier otra consideración es la vida de la gente y su salud. No existe mayor derecho que el que defiende la vida, y a ese principio hay que someterlo todo. Ante él, no puede haber propiedad que valga, y menos en lugares como las residencias.
Los sanitarios, que suman el 12% de todos los infectados por coronavirus, demuestran hora a hora su esfuerzo sin horario. Gentes en una sanidad que los recortes han dejado herida: poco personal, escasez de medios y, sobre todo, un sistema de salud orientado por el PP y sus gobiernos hacia el negocio privado.
Llegó la epidemia a una población fragmentada por el austericidio, empobrecida, con un riesgo de exclusión social que alcanza a 12 millones de personas, con 2,5 millones en pobreza severa, con miles de desahucios y sin acceso a la vivienda para muchos. Con trabajos precarios para casi la mitad de su fuerza laboral y para la mayoría de sus jóvenes. Problemas graves y profundos a los que ahora se suma el virus, el confinamiento y el parón general con su cadena de ERTES, fin de contratos o de trabajos obligados en un reino con el 20% de su economía sumergida.
Por todo ello, y como se señala en el manifiesto que desde aquí te invitamos a firmar, “esta crisis la salvamos en común -Frenar la curva. Evitar la caída”:es el momento de protegernos, de cuidarnos, de dar una respuesta colectiva y solidaria.
El gobierno del reino ha tomado distintas medidas. Se trata de pasos útiles, pero escasos, que deben reforzarse sin dilación. Un refuerzo que el manifiesto citado reclama en campos fundamentales como vivienda, empleo, investigación, precios, acceso a los productos básicos, suministros, autónomos…
Todo: empresas, centros y recursos productivos y de investigación, debe someterse al objetivo de proteger la vida de millones de personas, vidas amenazadas por la crisis sanitaria y social que esta pandemia incrementa exponencialmente.
Sánchez pide a la Unión Europea mutualizar la deuda y un subsidio de desempleo para la UE; hasta el infausto De Guindos reclama una renta incondicional para los más desfavorecidos.
Proteger la vida exige proteger vivienda, consumo y medios de vida. Hay que implantar ya mismo una renta básica universal e incondicional para toda la población. Una renta así, libre prácticamente de toda burocracia, constituye el mejor auxilio, junto con el esfuerzo sanitario, para salvaguardar la vida contra el virus y la codicia de los grandes capitalistas.