Confinados

Así seguiremos por lo menos hasta el 9 de abril. A las 20h, abriremos la ventana al aire del aplauso y la cacerola en defensa de nuestros derechos y de quienes trabajan por la vida. Luego, continuaremos encerrados con dolor por los que ya no están, como Chato Galante, uno de los imprescindibles en muchas causas compartidas que nos dejó este fin de semana y del que no nos hemos podido despedir como se merecía. Vayan estas líneas por él y los suyos, que también son los nuestros.

Seguiremos preocupados por los que caen enfermos y por los mayores de unas residencias que amontonaban denuncias (por la avaricia de los fondos buitre que las regentan) y que ahora acumulan cadáveres. Pero también nos sentiremos muy contentos por el 80% que se recupera del virus.

Continuaremos viendo desde casa como el ERTE se ha comido parte de nuestro salario o como la carta de no renovación del contrato nos informa de que ya no tenemos empleo, aunque sí hipoteca y alquiler que pagar todos los meses.

Maldeciremos el wifi que se cae mientras nuestros hijos nos “roban” el ordenador para los deberes de unos profesores que no paran de demostrar profesionalidad y compromiso. Como los sanitarios que, a pesar de que suman ya más de 12 mil contagios y están faltos de material, se enfrentan cada día al Covid-19.

Los efectos de la política neoliberal, que ha hecho del recorte de lo público su divisa y del engorde al capital financiero, su ley de hierro, comienzan a ser un límite cada vez más evidente a las medidas que esta emergencia sanitaria mundial está exigiendo.

El empresariado se queja del cierre decretado de toda actividad no esencial, en vez de informar sobre cuántas empresas están produciendo lo imprescindible: medicinas, mascarillas, respiradores. CEOE, PP y PNV nos recuerdan que bajo el capitalismo siempre se pone por delante la bolsa a la vida.

Nunca un momento lo fue tanto del rescate de las personas. Resolviendo la escasez de materiales y, de acuerdo con los sindicatos y en condiciones de seguridad, poniendo toda la capacidad productiva, privada o pública y objetivamente utilizable al servicio de combatir la epidemia (industria química, textil, metal, farmacéutica, laboratorios).

El sindicato de inquilinos pide ya una huelga de alquileres para garantizar un techo, mientras en la UE nos refrescan la memoria y nos retrotraen a Grecia, los señores de negro y sus planes de intervención y pobreza. Su última cumbre rechazó mutualizar la deuda (coronabonos) para combatir la pandemia y encarar, sin más deuda propia para el estado, la crisis sanitaria y la económica que el Covid-19 ha venido a acelerar enormemente. Ninguna de ambas crisis puede resolverse detrás de cada frontera.

Los aplausos de las 20h reclaman que lo primero es la gente. Por ello, toda medida de endeudamiento público debe servir para combatir la epidemia y salvar la economía de las familias: alto a los desahucios por un plan de vivienda articulado a través de la Sareb; una banca pública y una renta básica universal que nos ayuden y nos protejan.