Cartas

Esta semana hubo varias cartas y de diverso tipo. La primera, de despido, la que han recibido un millón de personas en el segundo trimestre del año, durante el confinamiento. Las medidas de protección (ERTE, subsidios y líneas de financiación para las empresas, etc.) sostenidas a base de deuda pública se han quedado muy cortas para evitar el empobrecimiento general y una destrucción, sin alternativa, de tejido productivo. Los cierres en la industria continúan y los ERE aumentan. El PIB ha caído un 18,5%, el mayor porcentaje en las economías de la zona euro. La estructura del capitalismo español es la que peor resiste la pandemia. Un capitalismo chato de empresas pequeñas, escasamente capitalizadas, con menor valor añadido e incapaces, por lo general, de crear empleo de calidad. El turismo representa una buena prueba de ello. Junto a esto, se ha construido el capitalismo de amiguetes con un reducido grupo de banqueros y empresarios bien alimentados por el pelotazo, el dinero público y conocedores de primera mano de los entresijos de un poder del que constituyen su médula. Ellos siguen ganando. Nada avanzará sin que ese sector y quienes los acompañan (alta judicatura, jefes militares o policiales y altísimos funcionarios) pierdan dominio.

La segunda carta es la que Sánchez intenta jugar con la conferencia de presidentes celebrada en La Rioja. Su comodín: los 16 mil millones de euros del “fondo de reconstrucción”. Sánchez, que tras la cumbre europea concentra en sí mismo (no en el gobierno de coalición progresista) todo el poder de decisión de los mecanismos ejecutivos de los fondos europeos, espera, insuflando dinero en las venas del sistema autonómico a través de pactos con sus presidentes y acercándose a C’s para acordar los presupuestos de 2021, revivir el tejido institucional del régimen del 78. Se trata de un mal camino soslayar la base parlamentaria que respaldó su investidura. Lo es porque el régimen, desde el cambio del artículo 135, el referéndum del 1-O en Catalunya y el 15M, mal tapa sus vías de agua sin resolver ninguna. Los famosos 140 mil millones de euros, una buena cifra, resulta escasísima para hacer frente a la gravedad de situación económica actual (el mayor retroceso del PIB desde la posguerra). Y menos válida todavía será para resolver los graves problemas de despoblación, cambio de modelo productivo, reforma laboral y de la justicia, sanidad, educación y autodeterminación que debilitan mortalmente al régimen. Todo ello sin contar que tales fondos aún menguarán más cuando, antes de cumplir su supuesto fin, deban pasar por la mano avara de banqueros y grandes empresas.

La tercera carta de la semana, se juega en el campo judicial. Otegui ha sido absuelto. “Casualmente”, la sentencia salió al poco de celebrarse las elecciones vascas, hecho que impidió que pudiera ser candidato en las mismas. La vergüenza del montaje del caso Bateragune ha quedado ya totalmente al descubierto. Como al descubierto queda también la vergüenza de la retirada del tercer grado a los dirigentes del Procés y su forzada vuelta a prisión. En ambos casos la razón es la misma: el régimen tiene miedo a la libertad de los pueblos a los que se niega el derecho a decidir. Tiene miedo a quienes con el apoyo de centenares de miles de sufragios reclaman una república vasca o catalana.

La cuarta epístola nos la ha remitido el rey emérito. Juan Carlos. En ella anuncia que nos abandona; de la pasta robada, nada sabemos. Suponemos que se va con él. Su hijo Felipe alaba su labor por España, pero su padre prefiere el dinero a esa patria con la que se llenó la boca y más los bolsillos.

La quinta carta, está aún por ponerse sobre la mesa. Es la de la movilización social. Mucho le pedimos porque mucho depende de ella. El sentido de los presupuestos del año que viene, la libertad de los presos catalanes, los empleos que hay que proteger, el modelo productivo que se debe cambiar y, sobre todo, el aire libre republicano y constituyente que nos aparte de este régimen de mangantes corruptos.