A la calle, que ya es hora

CCOO y UGT anuncian movilizaciones para el mes de febrero para exigir al Gobierno de coalición progresista que cumpla con la agenda de reformas comprometida, empezando por la reforma laboral -al menos en sus partes más lesivas-, la garantía de las pensiones y la subida del SMI. Ha pasado ya tiempo suficiente para saber que la calle y la presión son la base imprescindible para poder realizar cualquier mejora.
Es el mismo medio por el que la nieve y el hielo van despareciendo de las calles de las ciudades y pueblos de la Comunidad de Madrid y de buena parte de las de Castilla la Mancha. Es la gente organizada la que quita el hielo y la nieve con sus palas, picos y carretillas. Durante días se han organizado redes para despejar calles, centros de salud y hospitales, para llevar y traer pacientes y profesionales y ahora, para limpiar colegios. El abandono institucional es escandaloso. Es una prueba más del maltrato social neoliberal que domina el Madrid del PP, C’s y su aliado Vox y que impregna de manera contaminante el discurso y la acción de una izquierda que, al no romper con ellos, acaba sumiéndola en el desconcierto y la inacción.
Desconcierta y desespera, pero de otra manera, lo corto que se ha quedado el decreto del 23 de diciembre de 2020 que prohíbe los cortes de luz a las personas vulnerables. Dicho Decreto se ha manifestado perfectamente inútil para lograr que Naturgy devuelva la luz a las cuatro mil personas que llevan más de tres meses sin ella en La Cañada Real Galiana, o para evitar que su precio se dispare en un 30%.
La movilización fue también importante en su momento, y por ello ahora lo están siendo los juzgados. El 24 de lo Social de Barcelona ha dictado una sentencia por la que se reconoce a 748 repartidores de Deliveroo su relación laboral. Desde 2017, las cuatro principales empresas de reparto han tenido que dar de alta forzosa como empleados a 17.957 trabajadores que mantenían como falsos autónomos y reconocer una deuda con la SS por cotizaciones impagadas de 25.987.401€. De nuevo fue la calle la que mejoró las cosas, no la moqueta de palacio. Esa moqueta institucional monárquica que acaba de votar en el Congreso (toda la derecha de bandera rojigualda al viento más el PSOE) que al emérito no se le investiguen sus fraudes y chanchullos y que seguirá llamándose rey hasta el fin de sus días. ¡Vergüenza! que además no evitará que sea conocido por muchos como el “rey de los ladrones”.
Sonrojo de ira provoca la chulería con la que ahora las farmacéuticas se despachan con las vacunas y los contratos. Las primeras llegarán más despacio, por “problemas de producción”. Los segundos se birlan al ojo del pueblo. No pueden ser consultados, están ocultos y el único que puede verse está lleno de tachones; lo denuncian los parlamentarios de la izquierda europea. Bruselas es el terreno abonado de los lobbys y sus funcionarios colaboradores imprescindibles para ello. La investigación se paga con dinero público (de todos), es a nosotros quienes se nos inyecta la vacuna, pero el contrato que lo regula no podemos verlo ni nosotros ni nuestros representantes.
El miércoles se nos va Trump, pero nos quedan sus acólitos y un partido republicano impregnado hasta el tuétano de neoliberalismo, con su carga antidemocrática de doctrina antiobrera, de racismo, sexismo y homofobia. La movilización anticipó la que ahora será su marcha tras el voto.
Acabar con su legado es algo más difícil. Algo que, como la subida del SMI, el acceso a los suministros o la transparencia, depende de la movilización, esa que necesitamos casi tanto como el aire que respiramos.