Llega un momento en que las palabras ya no pueden expresar tanta indignación. La enésima, que no la última, ilegalidad y escándalo del rey emérito es otra bofetada a la dignidad democrática de este país y al sufrimiento de millones de personas que a duras penas pueden llegar a fin de mes o pagar el alquiler.
El emérito regulariza otra vez, ¿cuándo será la próxima?, más de 4 millones de euros con Hacienda. En diciembre pasado regularizó más de 600.000 euros. Lo hace sin ningún apercibimiento de Hacienda, ¿lo estarán protegiendo?, ni ninguna iniciativa fiscal para investigar la procedencia del dinero. Han pasado 78 días desde su primera regularización. Más de 100 días desde que Anticorrupción informara de irregularidades. Más de un año desde que se realizara la primera confirmación periodística. Y no se ha hecho nada. El emérito sigue a cuerpo de rey -nunca mejor dicho- protegido por sus amigos los jeques de los Emiratos Árabes. ¿Hasta cuándo estaremos dispuestos a soportar este desprecio, engaño y humillación por parte de la monarquía?
La explicación de cómo ha reunido el dinero para esta regularización agranda más el escándalo y el cabreo. Parece que solicitó a unos 50 amigos, quizás colegas de juergas o de quienes hacen buenos negocios a la sombra del poder, y algunos de ellos accedieron, pero lo hicieron como préstamo no como donación, para evitar pagar el correspondiente importe a Hacienda. Esos ricachones siempre pensando en sus bolsillos. Préstamo que a buen seguro nunca se devolverá. Los Borbones son expertos en pedir y nunca devolver. Si está demostrado que el emérito tiene una enorme fortuna, ¿por qué tiene que solicitar un préstamo a los amigotes? Debe ser para seguir ocultando donde tiene escondida la fortuna.
Y mientras aparece estas informaciones se va cerrando el círculo de comisionistas, vividores y especuladores que rodean al emérito y que muestran la fotografía de lo que es este régimen. El primo lejano del emérito, Álvaro de Orleans, que preside la fundación opaca que le pagaba los viajes privados, sacó su buena comisión de la operación de venta del Banco Zaragozano a Barclays. Está demostrado que dicha fundación ha realizado operaciones con otras fundaciones opacas en Panamá y Hong Kong y lo que todavía no sabemos. Para redondear, durante estos mismos días conocemos que en el análisis anual de la Agencia Tributaria, las 22 empresas con el mayor beneficio pagaron solo el 1,3% del impuesto de sociedades. La Asociación de Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha) ha advertido que la “lentitud” en la investigación que están teniendo la Agencia Tributaria y la Fiscalía puede librarle al emérito de sus responsabilidades penales y fiscales. Según los cálculos de los técnicos, la regularización no cuadra con lo declarado por Álvaro De Orleans ante la Fiscalía de Ginebra. Quizás vuelva a ser realidad la frase atribuida a Valle Inclán en los inicios de la Segunda República: “Los españoles han echado al último Borbón, no por Rey sino por ladrón”. Una larga tradición borbónica.
Es tal la gravedad para la monarquía y el régimen del 78 que hasta Pedro Sánchez ha tenido que decir que “Siento el mismo rechazo que la mayoría de la ciudadanía española frente a estas conductas incívicas”. Pero, no es incivismo, no ha tirado un papel al suelo o no ha recogido las cacas de su perro, sino que se trata, como mínimo, de delitos fiscales por los que se persigue a la mayoría de mortales que residen en el todavía Reino de España. Y es que Sánchez, como el PSOE, tienen un problema serio y democrático manteniendo su apoyo al régimen de la monarquía. Tiene que hacer equilibrios imposibles, como que “aquí no se están juzgando a instituciones […] se cuestiona y pone en duda el comportamiento de una persona”. Pero, ¿cómo se pueden separar si la monarquía de por sí es una institución personal, si el mismo Juan Carlos I es la única persona que se cita como tal en la Constitución? Como se escucha en el anuncio del programa Acontece que no es poco de la Cadena Ser: “los reyes están por gracia divina… o lo empotra Franco”.
No se trata de un arreglo, sino de un cambio
El blanqueo de la monarquía pasa en palabras de Sánchez porque “La Casa Real actual ha marcado un antes y un después, y el actual jefe del Estado tiene todo mi apoyo […] ha marcado un antes y un después a favor de la ejemplaridad, la transparencia y el buen uso de los recursos públicos”. Es como el poli bueno y el poli malo, pero esta misma semana el PSOE, junto a PP, C,s y Vox, se ha opuesto a una proposición de ERC para retirar la inviolabilidad del monarca, y sigue sin saberse nada de la supuesta ley para modernizar la institución. No se trata de una limpieza ni un arreglillo sino de desmontar lo que está podrido.
Porque no tiene remedio. El 23 F, la Zarzuela y la Moncloa, montaron una comedia para conmemorar el 40 aniversario del golpe de Estado de Tejero. El único objetivo era echar un capote al emérito y a la monarquía, y Felipe VI bien que lo hizo alabando de nuevo a su padre. Algún día sabremos toda la verdad sobre los hechos, que Juan Carlos estaba al tanto de los movimientos golpistas, que dudó hasta el último momento y que cuando vio que no cuajaba cambió de caballo y lo convirtieron en el “salvador de la democracia”. Dos días después caía el telón sobre esa comedia: el emérito seguía haciendo de las suyas al reconocer la regularización en la Agencia Tributaria. Es una institución que no tiene remedio.
Y todo esto sucede cuando está bien vivo el debate sobre la supuesta plenitud de la democracia española. No hablemos, solo por un momento, de los presos políticos catalanes, de las casi 3.000 persones encausadas en Cataluña, de un Consejo del Poder Judicial que lleva más de dos años funcionando sin ser renovado, de las cargas policiales o los miles de desahucios que dejan a familias en la calle. En esta supuesta democracia plena se ha sabido, ¡por fin!, que en 1985 murió torturado Mikel Zabalza. El diario Público ha reproducido grabaciones sonoras de altos mandos de la Guardia Civil que reconocen que Zabalza murió torturado en el cuartel de Intxaurrondo. Lo sabían y lo ocultaron, persiguieron a quien en la época lo denunció, como el firmante de este artículo, y, muy probablemente, seguirán tapando el caso para evitar responsabilidades. Porque de la misma manera que se le permitió al ex rey cometer todo tipo de tropelías, a las fuerzas de seguridad se les protegió en la práctica de la tortura y los malos tratos. Todo formaba parte del mismo paquete, el del régimen monárquico. En esto consiste la plenitud democrática de este país.
Empezábamos diciendo que las palabras ya no dan cabida a tanta indignación. Quizás ha llegado el momento de los hechos, de las protestas, de los acuerdos para reunir las fuerzas sociales y políticas dispuestas a dar un vuelco plenamente democrático, republicano y social, a este olor a podrido, a corrupto, que envuelve a todo lo que rodea y sostiene a este régimen.
Miguel Salas miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso