Es un “bla, bla, bla” dijo Greta Thunberg refiriéndose a la cumbre climática (COP26) que se celebra estos días en Glasgow. También añadió: “No es un secreto que la COP 26 es un fracaso”. Y no le falta razón. Mucho ruido, mucho discurso, mucha multinacional de la energía (fósil), mucha subvención pública (con dinero de todos), mucho político a sueldo de esos grandes poderes y muy pocas nueces. Los paneles de la COP están más preocupados por cómo continuar manteniendo el margen de beneficio y la posición dominante de tales empresas que por la ¡JUSTICIA CLIMÁTICA! que centenares de miles de personas de todo el mundo, empezando por Glasgow, reclaman estos días en reuniones y acciones de calle.
Pueblos nativos, jóvenes, sindicatos, ecologistas, agricultores y gobiernos de naciones empobrecidas condicionan con su lucha la manera en qué el capitalismo puede continuar explotando la tierra y todo lo que contiene. Pero todavía no pueden impedir que esa explotación siga con sus consecuencias de depredación del medio, mayor división social, desigualdad y opresión. Oxfam señala que el 1% más rico contamina más que el 50% más pobre del planeta. Las subvenciones que reciben las empresas de combustibles fósiles triplican las que perciben las renovables. Este año, la deforestación de la selva amazónica ha llegado a su pico histórico. El planeta se sigue calentando, pero los cambios para evitarlo son “voluntarios” para los poderosos. Por el contrario, sus consecuencias en forma de sequías, inundaciones, pandemias, desplazamiento de población y muertes son obligatorias para la mayoría de la población. Esa es la realidad que cada vez diferencia más a quienes van en jet e incluso mandan turistas al espacio, de la vida de la mayoría de la humanidad.
Una brecha que se resume en el “bla, bla, bla” referido, y que señala el obstáculo principal que existe: el dominio del capital sobre el trabajo, el poder de la burguesía sobre el resto de la sociedad y las relaciones políticas y sociales que todo ello crea.
De bla, bla, bla cínico tenemos que calificar la renovación del Tribunal constitucional del reino. Para cambiar al garante de su orden legal, el PSOE y Unidas Podemos deberán franquear el paso a personas implicadas en sumarios de corrupción como Enrique Arnaldo (Lezo o Palma Arena) o a magistradas protectoras de la corrupción (Gürtel) como Concepción Espejel. ¿Es imposible convencer al pueblo de que sus derechos se hallan protegidos o amparados en un Estado en el que el rey emérito es un ladrón o los magistrados del Constitucional, todo menos ejemplares? ¿dónde está la democracia? ¿dónde la ética y la moral públicas?
Esas mismas preguntas pueden hacerse al ver que el riesgo de pobreza alcanza ya a uno de cada cuatro ciudadanos (25%) y el proyecto de presupuestos del Estado para el próximo ejercicio se queda muy por detrás de las necesidades de la población. El llamado escudo social tapa cada vez menos, el Ingreso Mínimo Vital no alcanza ni al 10% de lo previsto; la luz escala y escala de la mano de la inflación mientras los sueldos continúan anclados junto a una precariedad que no se reduce.
Todo suena a bla, bla, bla. Se necesita movilización y mucha unidad para que gane peso la vida y lo pierda la palabrería. Movilizaciones como las que preparan los sindicatos CCOO y UGT el 10 de noviembre para exigir más y mejor empleo público y sacar pecho a favor de la derogación de la reforma laboral del PP. Sí, derogación, porque aquí tampoco nos valen los juegos de palabras; no podemos permitírnoslos.