Se habla mucho de recuperación económica y de que el paro va decreciendo, pero estos datos no cambian la percepción real de que cada día que pasa hay más familias en riesgo de pobreza y mayor desigualdad. La recuperación no es igual para todos. Los más ricos siguen acumulando a costa del resto de la población. Lo de no dejar nadie atrás puede ser un buen slogan, pero no es la realidad.
Parece que la paciencia se está agotando. Desde hace unas semanas está surgiendo un proceso de movilización trabajadora basado en dos patas: la exigencia de aumentos salariales para defenderse de la inflación y mejoras en las condiciones de trabajo y quienes luchan contra cierres de empresas y expedientes de regulación de empleo. Además de la voluntad de lucha el movimiento muestra la urgente necesidad de derogar la reforma laboral (para limitar las enormes ventajas de las patronales) y vuelve a poner en valor (que no debería haberse perdido) la participación y la organización, el sindicalismo de clase como base para poder defenderse, luchar y mejorar. Este repunte puede ser puntual o representar un movimiento de fondo, pero no hay duda de que toda mejora de las condiciones de vida y de trabajo pasa por la lucha.
El metal de Cádiz a la cabeza
Como ya publicamos la semana pasada el metal de Cádiz había convocado una huelga indefinida si no se llegaba a un acuerdo de convenio. La huelga empezó el 16 y está teniendo un seguimiento masivo. Cinco días de huelga con las empresas paradas, con muchas de las grandes factorías para las que trabajan las empresas auxiliares sin poder producir con normalidad (algunos astilleros no podrán entregar los barcos comprometidos), piquetes masivos presentes en los polígonos industriales, en las carreteras y por las calles de la ciudad…una demostración de coraje y organización. Las continuas cargas policiales no les han echado para atrás y, como era de esperar, enseguida ha empezado a funcionar la provocación y las calumnias desde los poderosos y muchos medios de comunicación. Se les ha acusado de delincuentes y de que en los piquetes participan antisistema llegados de otras provincias. Se han defendido de cada uno de esos ataques como lo que son: clase trabajadora organizada y decidida a luchar por lo que consideran justo. Han conquistado el apoyo de la población trabajadora, que les aplaude y vitorea cuando se manifiestan.
La repercusión de la huelga es evidente. Se habla de ella, aparece en los informativos y despierta la atención de muchos trabajadores y trabajadoras que piensan si no habría que hacer algo parecido en su empresa o sector. Lo que piden los del metal es bastante sencillo: no perder lo que tenían y no perder poder adquisitivo. Algo por lo que lucharíamos todos. La huelga seguirá la semana próxima y el martes 23 está convocada una gran manifestación en Cádiz. Para ese mismo día habrá huelga de estudiantes para solidarizarse y participar en la manifestación.
También el metal de Alicante y Toledo
El metal de Alicante, unos 36.000 trabajadores, fue a la huelga el día 18 y volverá el 23. El conflicto con la patronal es también salarial y de condiciones de trabajo. Los empresarios no quieren aceptar un aumento salarial del 1,25% y un reparto porcentual de la desviación del IPC entre trabajadores y empresarios.
En Toledo van por el mismo camino. El día 17 hubo concentraciones de delegados y si no cambian las cosas no les quedará otro remedio que ir a la huelga.
El grito de La Mariña de Lugo
El 17 de noviembre será recordado en la comarca lucense de A Mariña como el día de la primera huelga general de toda la comarca. Todos a una respondieron a la emergencia social y laboral ante la grave crisis económica, por la pérdida de cientos de empleos, por el continuo desmantelamiento de empresas y con decenas de familias pendientes de lo que pasará con las empresas Vestas y Alcoa. La huelga general fue convocada por los sindicatos CIG, CCOO y UGT y contó con el apoyo general de prácticamente todos los ámbitos asociativos. Las empresas cerraron, los comercios no abrieron como tampoco la hostelería, participaron los estudiantes y los enseñantes y en la sanidad y ayuntamientos solo funcionaron los servicios mínimos.
Una enorme manifestación transcurrió por el centro de Burela, a los gritos de “Traballo digno na nosa terra”, “Queremos traballar e non emigrar” y exigiendo a los gobiernos, tanto al gallego como al central, inversiones y decisiones para salvar la comarca, que no quiere vivir, malvivir habría que decir, del turismo y del sector servicios, sino que quiere mantener su tejido industrial y productivo. Una comarca con experiencia de lucha, como el largo conflicto que mantiene la plantilla de Alcoa para mantener la factoría, o las movilizaciones contra la decisión de la Xunta de suprimir el área sanitaria comarcal, trasladada a Lugo, o la exigencia histórica para la mejora de las comunicaciones. Reivindicaciones que en la huelga general se hicieron presentes y que fueron exigidas tanto a la Xunta gobernada por el PP como al gobierno central, que, como suele ser habitual, ambos se lavan las manos o se echan la culpa, pero son incapaces de responder al grito desesperado de toda una comarca que se oyó en la huelga general.
El automóvil se concentra en Madrid
Algunos han calificado como tormenta perfecta la situación del sector del automóvil. La combinación de falta de suministro de semiconductores (un coche actual puede llevar entre 1.500 y 5.000 semiconductores) la crisis y el encarecimiento de materias primas y la transición hacia el coche eléctrico han creado una situación de crisis que ya está afectando al empleo. Y, además, habría que añadir la presión social en la transición ecológica y contra la contaminación. No se renuevan contratos eventuales y algunas empresas ya han presentado ERE,s y ni la patronal ni el gobierno parecen decididos a tomar medidas de urgencia. El peso del automóvil en la economía española supera el 10% del PIB y emplea a unos 500.000 trabajadores entre empresas matrices y auxiliares. Por eso, el lunes 22 de noviembre ante el Ministerio de Industria en Madrid se concentrarán personas desplazadas desde toda España para exigir medidas y apoyar la lucha de empresas del sector amenazadas, como el cierre de la división de parabrisas de Pilkington en Sagunto o la de MAHLE de Vilanova i la Geltrú (Barcelona) que quiere cerrar la fábrica y acabar con 343 empleos.
Las conserveras de Bizkaia
Para el día 30 está convocada por ELA, CCOO, LAB y UGT una jornada de huelga en el sector de conservas de Bizkaia. En España son más de 30.000 las personas que trabajan en este sector y más de 1.000 en Bizkaia. Es un sector muy feminizado, en Euskadi de las 2.134 personas que trabajan apenas 100 son hombres y, como es habitual, ocupan los puestos directivos. Un estudio de la socióloga Eva Perujuaniz ha mostrado que una de cada dos mujeres del sector tiene un contrato precario y que el 71% de los contratos temporales que se realizan y el 82,38% de los discontinuos, recaen sobre las mujeres. Una barbaridad.
Durante la pandemia el sector fue considerado como esencial pero sus sueldos nunca han sido “esenciales”, de hecho, no llegan a los 1.000 euros. Las mismas trabajadoras denuncian que históricamente su salario se ha visto como un complemento al del marido y por eso siempre ha sido bajo. Parece que están decididas a cambiarlo. Reivindican un salario mínimo de 1.200 euros y 35 horas semanales, empezando con una reducción de 80 horas en la jornada anual durante la vigencia del convenio, medidas de salud y seguridad en el trabajo y que las empresas complementen las bajas por enfermedad común para atajar la actuación de las mutuas que dan el alta antes de tiempo o rechazan las bajas derivadas del esfuerzo físico y repetitivo que realizan.
Las mujeres de Bizkaia han tomado la delantera, pero es posible que las del resto del Estado sigan el mismo camino. La negociación del convenio colectivo dura ya más de siete meses y la patronal está ofreciendo un convenio por 5 años con aumentos del 1,5% para el 2021, 1,75% en el 2022, 1,5% en el 2023, 1,25% en el 2024 y un 1% en el 2025, sin incluir cláusula de revisión anual del IPC real. Una propuesta inasumible para los sindicatos. Ya se han realizado concentraciones de protesta en Galicia y Cantabria y se está preparando una convocatoria a nivel estatal.
Acuerdo en cárnicas
En algunos casos la amenaza de huelga sirve para cerrar un buen acuerdo. El sector de las cárnicas la había convocado para el 25-26 de noviembre y 3 al 8 de diciembre y ante lo que podía ser un grave problema para las empresas por la proximidad de la campaña de Navidad, la patronal ha aceptado un convenio que recoge parte de las reivindicaciones de los trabajadores y trabajadoras.
El convenio, que afecta a unos 115.000 trabajadores de 3.000 empresas, incluye una subida salarial del 3% desde enero de 2021 y del 2,75% para 2022. El último año de vigencia cobrarán un 2,5% más. Además, se garantiza que nadie perderá poder adquisitivo durante estos años. Se incorpora al convenio el cobro del 100% del salario desde el primer día de baja por incapacidad temporal. La jornada bajará en 10 horas anuales desde 2022, aunque se compensa a las empresas con 25 horas más anuales en la bolsa flexible de horas. Se habilitará un permiso retribuido de diez horas para recibir asistencia médica especializada o para acompañar a familiares dependientes; se extiende el cobro del plus de nocturnidad y se establece que solo se podrá modificar el sistema de retribución a rendimiento mediante incentivos previa negociación con los representantes de las plantillas.
Supermercados de Castilla y León
Una empleada, la mayoría son mujeres, de un supermercado de esta Comunidad no llega a los 965 euros del Salario Mínimo Interprofesional. Esta es una de las razones para la huelga convocada para los días 7, 23, 24, 30 y 31 del próximo mes de diciembre, en plena campaña navideña. Son unas 6.500 personas las que trabajan en este sector. Reivindican una subida salarial para llegar a sueldos de 1.200 euros en 2025.
Miguel Salas es miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso