Avanza Ómicron, la última versión mutada del Covid-19. Mientras, el sistema de salud continúa enfermo, particularmente la atención primaria. Faltan médicos. También celadores, ambulancias, tiempo para las consultas y atención presencial. Y sobre todo falta voluntad política para blindar y ampliar el carácter público y universal de la sanidad. Pero lo imprescindible, lo esencial para la inmensa mayoría de la sociedad sigue siendo superfluo para el capitalismo. Su problema no es la vida, sino la bolsa, el negocio y la caja.
Ante cada infectado, ante cada ingreso en la UCI, la batalla entre los dueños de la bolsa y nuestras vidas se mantiene. Las vacunas las salvan y reducen los ingresos hospitalarios, pero las farmacéuticas se refugian en tramposas patentes para impedir su universalización y práctica gratuidad. El resultado: mutaciones del virus, muertes y sufrimiento.
En el año 2020, más de 70 mil personas perdieron la vida en el reino a causa de la Covid. Las muertes, el confinamiento, la saturación hospitalaria mostraron lo enfermo que se hallaba ya entonces nuestro sistema de salud. Cada ola, y ya vamos por la sexta, confirma el empeoramiento del conjunto de la sanidad pública, especialmente de los centros de atención primaria. Las listas de espera crecen más rápido que las pólizas privadas de salud, que ya han “cazado” al 23% de la población.
El domingo 12 de diciembre miles de personas han salido a las calles de un buen ramillete de las principales ciudades del Estado (Madrid, Barcelona, Oviedo, Zaragoza, Oviedo) y otras lo harán durante esta semana, para exigir más y mejor atención primaria, más y mejor sanidad pública. Más intervención del gobierno, más dinero público, más personal. En las cuatro capitales de provincia catalanas hubo también acciones para defender más derechos y justicia social.
Impedir que la vida acabe siendo aquello de lo que cada uno tira mientras le alcance el bolsillo, lograr el estado completo de bienestar físico y social que la OMS define como salud exige dar pasos políticos firmes contra el gran capital que, aprovechando las diversas olas de pandemia, pugna por ampliar sus conquistas a golpe de desorganizar lo público. Exige romper patentes para vacunar rápidamente a toda la población del planeta. También exige, en cada barrio y cada localidad, acciones decididas y constantes en las calles y en todas las instituciones a favor del derecho a la salud.