Así fue la marea feminista que inundó las calles de todas las grandes y pequeñas ciudades del Estado el día 8 de marzo. Inmensa por el número de participantes en las actividades de esa jornada, especialmente en las manifestaciones de la tarde, que superaron toda cifra imaginable. Fuimos centenares de miles de mujeres y decenas de miles de hombres.
Un movimiento imparable por su extrema capilaridad y diversidad. Imparable también por el paro laboral, mayor y más contundente que el del año anterior. Pero imparable, sobre todo, por la semilla de presente y futuro que representa la masa de mujeres jóvenes que salieron a la calle y que pudimos ver el día 8 en las plazas, en los patios y a las puertas de los institutos, en los campus o en las propias manifestaciones.
Nada pudo quedar al margen de este 8-M, ni siquiera aquellos que como el PP de Casado o VOX lo denostaron hasta el estrago y se negaron a apoyarlo. Tampoco C’s y su pantomima patética de feminismo liberal. Todo el mundo quedó retratado en una jornada dominada por la movilización y la perspectiva del rosario electoral que se avecina. Ese día vimos, de un lado, a quienes quieren fragmentar más la sociedad y mantener sus privilegios como clase dominante y/o como hombres, y toda la ideología machista que los acompaña y justifica. Del otro, a la mayoría de la sociedad y a la mayoría absoluta de las mujeres que reclaman igualdad real, derechos reales y más y mayor democracia. No hay, hoy por hoy, ni programa, ni partidos que puedan capitalizar o absorber la marea que representa el 8-M y el mar de fondo que trae.
En unos días, el próximo viernes 15 de marzo, la juventud europea saldrá de nuevo a la calle, esta vez para reclamar una vida digna que, para serlo, debe respetar el planeta. El día 16, sábado, miles de personas acudirán a Madrid para denunciar el injusto juicio que, contra los dirigentes de la mayor acción democrática llevada a cabo bajo el régimen del Borbón, el referéndum del 1 de octubre celebrado en Catalunya, se está sustanciando en el Tribunal Supremo. El 26 de marzo, en Alsasua, otros tantos miles se reunirán contra la represión y las condenas a los jóvenes de esa localidad.
Como hemos comprobado el 8-M, la calle y la movilización representan el medio fundamental para despejar y ayudar a resolver una situación política atascada en plena crisis del régimen del 78. Una crisis que necesita “saltar la pantalla” de la monarquía y que, poco a poco, permite avistar profundos sentimientos de igualdad, fraternidad y libertad republicanas, que tienen en el derecho de autodeterminación una de sus piedras de toque. Son objetivos que precisan de unidad. En tres meses la población habrá votado Cortes, europeas, municipales y autonómicas; y las movilizaciones, pasadas y futuras, constituirán el mejor medio para prepararlas, no lo olvidemos.