El primer aniversario de la “Gran Marcha del Retorno” y las conmemoraciones del Día de la Tierra Palestina se han saldado con tres muertos más en la Franja de Gaza. Los esfuerzos de mediación egipcios han evitado que los francotiradores israelíes situados al otro lado de la valla elevaran significativamente sus más de 300 víctimas, asesinadas a sangre fría.
A pocos días de las elecciones israelíes, la situación del conflicto árabe-israelí se encuentra en uno de sus momentos más explosivos. Netanyahu cuenta con la ayuda inestimable de la Administración Trump, que ha violado gravemente el derecho internacional con el traslado de su embajada en Israel a Jerusalén, reconociéndola como la capital del estado hebreo, y ha apoyado la integración territorial de los Altos del Golan sirios en Israel.
A ello hay que añadir la paralización política de la Autoridad Palestina, asediada económicamente por Israel, y enfrentada con la dirección de Hamas que gobierna en la Franja de Gaza. Sin un gobierno de unidad palestina, que el nombramiento de primer ministro de la AP de Mohammad Shtayyeh parece excluir para priorizar el pulso con Hamas, la erosión de las instituciones de la OLP se acentúa, sin que haya en el horizonte la posibilidad de renovarlas electoralmente.
Son tiempos negros para la causa de la autodeterminación palestina. El anunciado “plan del siglo” de la Administración Trump difícilmente puede ser en este contexto una paz justa que permita el fin de la ocupación de Cisjordania, el levantamiento del asedio y bloqueo de Gaza y la aplicación de la fórmula de los dos estados. En realidad lo que la Administración Trump busca, sin éxito hasta el momento, es la complicidad de sus aliados de las corruptas monarquías árabes para justificar un status quo que se traduce sobre el terreno en la anexión de las zonas A y B de Cisjordania al estado Israelí y la ‘bantustización’ de la zona C bajo control nominal de la Autoridad Palestina.
Una nueva Guerra Fría amenaza con dividir irremediablemente a Oriente Medio en dos bloques tras la derrota de ISIS en Siria y la consolidación de la coalición chita en Bagdad y del régimen de Bassar al Assad en Damasco. Dos bloques de potencias regionales, uno sunita encabezado por Arabia Saudí, con el apoyo de EEUU, Egipto y EUA, y otro encabezado por Irán, Siria e Irak, con el apoyo de Rusia, mientras otras dos potencias regionales, Turquía y Qatar, buscan introducir en esta bipolarización sus propios intereses territoriales, militares y económicos. Las víctimas anunciadas de esta nueva Guerra Fría regional serán las diferentes fracciones kurdas, los distintos bandos de la guerra del Yemen y, una vez más, el pueblo palestino.
Lejos de cualquier estabilización, el conflicto sirio pende aún de una solución político-militar a la bolsa yihadista de Idlib y de la amenaza turca contra la autonomía kurda en el norte de Siria. Estos conflictos se extenderán inevitablemente al Líbano, en el que Israel prepara desde hace tiempo una nueva intervención en la frontera contra Hizbollah.
Para los pueblos de Oriente Medio la ‘modernización’ imperialista y neocolonial se ha convertido en una sangría constante de sus recursos, en un sacrificio humano permanente de su población, en una constatación de la barbarie. Más que nunca es necesaria nuestra solidaridad con todos ellos y la búsqueda de una salida democrática y justa que solo el socialismo puede abrir, por muy utópico que parezca hoy en medio de las masacres. List Table